Los 150 años de existencia
de El Norte de Castilla no pueden
resumirse en una sencilla celebración
de aniversario. Esa trayectoria
de un siglo y medio encarna en toda
su magnitud la historia del periodismo
español. Del último
periodismo, el que alcanzó
su perfecta plenitud a finales del
siglo XIX y que hoy se asoma a las
innovaciones de la era digital,
el periodismo que se encarga de
la publicidad, en el buen sentido
de la palabra. Azorín distinguía,
basándose en el Derecho Constitucional,
los conceptos de ‘publicación’
y ‘publicidad’. Publicación
es lo que se publica: decretos,
órdenes, decisiones; el publicista
es el que da publicidad a estas
publicaciones. Hoy, afortunadamente,
vivimos en un sistema que permite
la publicidad, el comentario, la
opinión, la libertad de expresión,
y ese es el terreno donde se mueve
la empresa periodística,
en busca siempre de esa posición
privilegiada que entreveía
el gran periodista Ortega y Gasset,
que pensaba –son sus propias
palabras– «acaso con
error, que hoy no posee plena vivacidad
más que un solo poder espiritual:
el de la Prensa».
El Norte de Castilla fue pionero
en esa misión espiritual:
encargado de aunar los intereses
y los sentimientos de la capital
castellana con los de todos los
pueblos de la cuenca del Duero –y
en especial de la provincia de Valladolid-,
se erigió en formador de
una conciencia regional –económica,
sobre todo, pero también
social y cultural– que fue
ampliando sus márgenes hasta
llegar al torrente dinamizador que
hoy se concreta no solo en la edición
impresa del diario, sino también
en Internet gracias al interesante
Canal Pueblos. ¿Y puede un
periódico realmente llegar
al alma de los pueblos castellanos
y mover las conciencias hacia un
sentimiento verdadero de pertenencia
a una comunidad? Seguramente no
es un trabajo sencillo, pero El
Norte de Castilla lo ha hecho, siguiendo
las enseñanzas de Ortega
y Gasset, que hace cien años
escribía: «El periódico
no es ciencia, sino arte; arte de
las emociones sociales. Como en
algún modo el político,
los periódicos están
encargados de dar a la idea carne
de emoción para que se expanda
y se haga emotiva; no les toca elaborar
afirmaciones o negaciones, esto
queda para el sabio, para el estadista;
su tarea es expresarlas».
Tarea difícil, puede ser,
pero no exenta de aventuras e inquietudes
–«el periodismo es travesura,
lo mismo que la política.
Son el mismo círculo en diferentes
espacios», escribió
Valle-Inclán–, que
aseguran, al menos, otros 150 años
de El Norte de Castilla. |