El
Norte Valladolid. Miércoles, 5
«Los Estados Unidos parece
que se hayan propuesto sorprender a la
Europa. El gran drama histórico
de la guerra de los cuatro años
ha terminado de una manera trágica
con el asesinato del célebre Lincoln,
origen quizás de nuevas perturbaciones.
Mientras llegan otros detalles de este
espantoso crímen que los que ayer
publicamos, continuaremos refiriendo los
últimos instantes de la confederación
del Sur, que puede darse por disuelta
con la capitulación del general
Lee.
Este suceso que las últimas comunicaciones
del general Grant preveían, lo
han producido los rápidos movimientos
que las columnas federales comenzaran
a ejecutar inmediatamente después
de la batalla de Petersburgo. Si Lee con
los 25 o 30.000 hombres que le quedaban
hubiese conseguido reunirse al cuerpo
de tropas heterogéneas que Johnston
mandaba sobre la línea del Roannoke,
hubiese podido creer todavía que
contaba con un ejército, y probar
otra vez la suerte de los combates. Pero
ha encontrado cerrados a su paso todos
los caminos.
El domingo por la mañana, después
del brillante hecho de armas de Sheridan,
tuvo que telegrafiar a Jefferson Davis:
«Que no se podía sostener
la posición: que era indispensable
abandonar al momento Richmond».
Davis recibió el despacho en la
iglesia. Lee tuvo tiempo para hacer marchar
delante la artillería de campaña,
pero no le pudo ser de grande utilidad,
porque sus soldados, que supieron conservar
durante la retirada sus cuadros de regimientos,
brigadas y divisiones, abandonaban en
el camino, por falta de bestias de tiro,
una parte de los cañones.
Jefferson Davis hizo empaquetar los archivos
y papel del Estado, y los envió
por el camino de hierro, con la caja del
gobierno, en dirección a Danville.
Este era el punto de reunión indicado
por Lee. A las ocho tomó el mismo
Davis el tren, con cuatro de los individuos
de su gabinete, llevándose al mismo
tiempo un carruaje y dos caballos para
hacer frente a las eventualidades de una
interrupción del viaje por ferro-carril.
Pocos días antes, el 18 de marzo,
el congreso se había separado sin
ruido y sin ceremonia y los presidentes
del Senado y de la Cámara de los
diputados habían pronunciado un
lacónico discurso limitado a estas
palabras: «Señores, son las
dos; es deber del presidente anunciaros
que la Cámara suspende indefinidamente
sus sesiones».
Era el fin del poder legislativo. el ejecutivo
debía prolongar su existencia algunos
días más. A las 8 de la
noche del día 1� de abril, Davis
abandona la capital de la confederación
que no volverá a ver como residencia
de su gobierno. La abandonaba después
de haber dado la orden de incendiar los
edificios públicos, los almacenes
del gobierno y la parte comercial de la
población, a quien había
predicho grandezas y prosperidades. Preténdese
que revocó esta orden antes de
partir, pero el general Ewell obligó
a sus soldados a cumplir la orden incendiaria.
[...]
En cuanto al general Lee no ha podido
llegar al punto de la cita de Danville
señalado a Jefferson Davis. La
habilidad y rapidez de los movimiento
de Grant se lo han impedido. [...]
Queda cerrada la gran campaña que
durante cuatro años ha puesto a
sangre y fuego ricas provincias de los
Estados Unidos de América, que
ha obligado a tomar las armas a un millón
de hombres, de los cuales una quinta parte
por lo menos ha muerto, que ha privado
a millones de familias de sus padres,
de sus esposos, de sus hermanos, de sus
hijos; que ha causado tantas ruinas y
desastres. Ahora que han concluido las
grandes dificultades de la guerra, van
a comenzar las dificultades de la política.
La empresa de la unión exigirá
quizá más talante y más
genio.» [...] |