De
nuestro Servicio Especial. Madrid. jueves,
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«En el Gobierno civil se
facilitó ayer por la mañana
la siguiente nota oficiosa:
«El capitán general de Cataluña,
en la noche pasada, ha declarado por sí
el estado de guerra en aquella región,
se ha incautado de las comunicaciones
y se ha dirigido a los de otras regiones
invitándoles a secundar su actitud,
para explicar lo cual ha hecho un manifiesto
al país anunciando que el Ejército
pide al rey, para salvar a la Patria,
la separación de los actuales ministros
y de los políticos de la gobernación
del Estado.
»Las fuerzas militares de algunas
de aquellas regiones parece que se disponen
a seguir el mismo camino de rebeldía.
»El Gobierno, reunido en Consejo
permanente, cumple el deber de mantenerse
en su puesto, que solo abandonaría
ante la fuerza, si los promotores de la
escisión se decidiesen a arrastrar
todas las consecuencias de sus actos.
»Su majestad del rey llegará
hoy a Madrid.»
Se sabe ya que ayer el presidente del
Consejo telegrafió al rey afirmándole
que era imprescindible destituir en el
acto al capitán general de Cataluña.
El rey contestó que podía
destituirle en el acto. Parece que el
ministro de Guerra, ya de madrugada, se
puso al habla con el capitán general
de Cataluña y le invitó
a que dimitiese, a lo cual se negó
el general Primo de Rivera y entonces
el ministro de Guerra le dijo: «Queda
usted destituido en nombre del rey».
En aquel momento el general Primo de Rivera
debió de dar orden de que se pusiese
en las esquinas el bando declarando el
estado de guerra.
A partir de aquel momento el Gobierno
no tuvo comunicación con Barcelona.
Todas las noticias confirman que el movimiento
estaba preparado para el viernes de esta
semana. El Gobierno tuvo ayer noticias
de que se preparaba e inmediatamente adoptó
medidas de precaución. Esta actitud
fue lo que impulsó a los organizadores
del movimiento a anticiparlo. [...]
A las seis menos cuarto de la madrugada,
mientras se celebraba el Consejo de que
hablamos anteriormente salió del
despacho del ministro de la Gobernación
el subsecretario señor Gullón
y García Prieto. Rogó a
los periodistas que pasaran a un salón
contiguo y, mostrando unas cuartillas,
exclamó: «Hagan
ustedes el favor de pasar, señores».
Al mismo tiempo entró en el salón
el señor Armiñán,
quien,
dirigiéndose a don Alonso Gullón,
le rogó que leyese muy despacio.
El señor Gullón, con voz
emocionada leyó la carta oficiosa
que va a la cabeza de esta información.
Su lectura produjo gran sensación
en los periodistas porque supera en gravedad
a lo que se imaginaban hasta aquel momento.
El señor Portela, que había
marchado en el expreso a Barcelona, recibió
la noticia de los acontecimientos al llegar
a Zaragoza. Allí suspendió
el viaje y en el otro expreso regresó
a Madrid.
Desde las dos de la madrugada se suspendieron
las conferencias y toda comunicación
telefónica de Madrid con las provincias»
[...]. |