Valladolid.
Miércoles, 14
«En las primeras horas de
la mañana de ayer, por causas desconocidas,
aunque al parecer debidas a algún
motivo prácticamente imprevisible,
hubo que lamentar la explosión
de un polvorín militar situado
en el Pinar de Antequera.
Aunque los daños materiales producidos
en las instalaciones militares son de
consideración, las desgracias personales,
sin dejar de ser muy lamentables han sido
mínimas en relación con
lo ocurrido con motivo de accidentes similares
en otras poblaciones y en la misma ciudad
de Valladolid, donde todos recordamos
análogo accidente ocurrido el año
1940 en que se elevó el número
de muertos a más de un centenar,
mientras que ahora tan sólo se
cifra el número de víctimas
en cinco muertos (una señora y
cuatro soldados) y setenta y dos heridos,
de los cuales tan sólo dos de gravedad,
y los restantes leves, habiéndose
comunicado directamente a las familias
de los fallecidos y heridos graves la
noticia, por lo que todas aquellas personas
que no han recibido especial aviso pueden
estar completamente tranquilas.
Las medidas tomadas por las autoridades
militares desde los primeros momentos
han contribuido a disminuir sensiblemente
el número de desgracias, influyendo
también en ello la misma construcción
del polvorín que, por ser subterráneo,
ha aminorado grandemente los efectos de
la explosión, dirigiendo la onda
explosiva en sentido ascensional.
Desde los primeros momentos se personaron
en el lugar del suceso todas las autoridades,
tanto militares como civiles, así
como los distintos servicios de incendios,
equipos médicos de la Facultad
de Medicina ‘18 de julio’,
Jefatura de Sanidad, etc., si bien, dada
la relativamente reducida importancia
del siniestro no fue necesario su empleo.
Tanto por el señor gobernador civil,
como por el señor alcalde-presidente
del Ayuntamiento de Valladolid ha sido
girada visita al vecindario del Pinar,
donde sólo hubo que lamentar la
muerte de una señora, a quien alcanzó
una piedra en el momento en que salía
de su domicilio. [...]
También acudieron numerosos curiosos
en diversos medios de locomoción,
pero éstos no pudieron lograr su
objeto porque los servicios de vigilancia
del Ejército y de la Guardia Civil
impedían el paso algunos metros
más allá de los cuarteles
de Veterinaria.
Una hora después de ocurrida la
explosión se veían a ambos
lados de la carretera numerosos árboles
desgajados por las piedras, algunas de
gran tamaño, que cayeron con verdadera
violencia después de ser lanzadas
a considerable altura y distancia.
Algunas de estas ocasionaron desperfectos
en los hoteles particulares del Pinar,
siendo uno de los más perjudicados
el destinado a la escuela nacional, cuyo
interior aparecía en confuso desorden
y con evidentes señales en la techumbre
y en las paredes de los efectos de la
onda explosiva y de las piedras. De haber
ocurrido la explosión algo más
tarde es indudable que los pequeños
escolares hubieran resultado heridos de
consideración.
Una piedra, de peso aproximado de diez
y seis kilogramos alcanzó a Hilaria
Calvo, de 36 años, que, llevando
en sus brazos a una niña de once
meses salía de su casa. La infortunada
mujer resultó muerta y la niña
fue despedida y solamente se le apreciaban
erosiones.
En alguna casa la techumbre se derrumbó
y fue milagroso que no alcanzase a sus
habitantes.» [...] |