150 años de historia
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LOS ORÍGENES
 
  Un paseo por la década
¡Qué perillán!
Fernando Bravo
.
Impresores que devienen en editores, políticos en ciernes, poetas y hombres de letras que se la juegan con la censura nutren las primeras redacciones de El Norte de Castilla
.

Impresor fundador. Retrato de Francisco Miguel Perillán, primer impresor de El Norte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LAS PERSONAS
Fco. Miguel Perillán
Fundador impresor y editor
de El Norte de Castilla.
Sabino Herrero Olea
Fundador y primer director.
Luis Polanco
Director de El Norte entre los años 1860 y 1869.
José Francés Alaiza
Veterano redactor, procedente de ‘El Correo de Castilla’.
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Primer director. Sabino Herrero Olea fue cofundador del periódico y su primer director.

 

 

 

 

«Por haber fundado El Norte /
que es un pecado mortal /
le echó Dios la penitencia /
de llamarse Perillán»

 

La gravedad del pecado cometido por Perillán, delatada en la cuarteta de su amigo y periodista José Estrañi y Grau, no reside tanto en la edición de un periódico –el propio Estrañi hizo sus primeras armas en El Norte y participó en la fundación de varias publicaciones, como ‘El Trueno Gordo’, ‘La Murga’ o ‘El Hipócrita’– cuanto en la persistencia de la falta. Francisco Miguel Perillán García (Valladolid, 1823–Madrid, 1895) logró, de la mano de Sabino Herrero Olea, que aquel primer número que salió a la calle el 17 de octubre de 1856, bajo la cabecera de El Norte de Castilla, tuviera continuidad hasta nuestros días. Eso ni lo intuía Estrañi, que le hubiera añadido excomunión de haberlo aventurado, pero marcaba la diferencia con la pléyade de publicaciones de efímera vida que acompañaron los balbuceos de El Norte.
El propio Perillán imprimía en sus talleres un buen número de publicaciones, como ‘El Erizo’, ‘El Avisador’, ‘El Duende’, ‘El Eco Industrial’ o, ya en 1868, ‘El Trueno Gordo’ de su amigo Estrañi. Pero, además, el impresor vallisoletano «hombre de felices iniciativas, de talento y de cultura», según una semblanza póstuma de principios del siglo XX, sembró Castilla de iniciativas similares. Fundo periódicos en Burgos, Palencia y Ávila. Y por supuesto, en Madrid, donde en 1860 editó ‘La Prensa de Provincias’.
Esta actividad, desarrollada en un periodo de extraordinaria inestabilidad política como fue el reinado de Isabel II, hizo que Perillán, un progresista que pagó con la cárcel por sus ideas, sufriera, además, graves quebrantos económicos. Sus ideas políticas le obligaron a abandonar en más de una ocasión sus negocios en Valladolid hasta que, tras el triunfo de la Revolución de septiembre de 1868, se instaló de forma definitiva en Madrid, donde aún tuvo oportunidad de fundar un nuevo diario político independiente, ‘El Popular’, que también le sobrevivió.
La importancia de Perillán como editor tiene su contrapunto en unos inicios de grandes dificultades, en los que la censura, el ninguneo oficial y hasta la competencia le golpearon, en algún caso literalmente, sin que lograran que abandonara su empeño. Recoge el profesor José Altabella la noticia aparecida a finales de 1856 en la que hace referencia a uno de estos episodios.
«VERGONZOSO.– Con el disgusto propio que deben producir los acontecimientos de cierto género, hacemos saber a nuestros suscriptores que ayer, a las 4 de la tarde, acudieron a nuestra redacción, buscando la de ‘El Erizo’, ocho o diez sujetos, la mayor parte redactores de ‘El Pasatiempo’ y después de mediar muy pocas palabras entre ellos y el señor Perillán, fue este asaltado y golpeado en nuestra misma redacción, por haberse negado a manifestar los nombres de ‘El Erizo’».
El secreto profesional le costó al impresor Perillán una paliza, pero en su faceta de editor de El Norte tuvo también que hacer frente a las instituciones. El 27 de julio de 1858 la reina Isabel II visita Valladolid y el rotativo vallisoletano, consciente de la escasa información que ofrece sobre el evento, incluye en sus páginas un reproche a las instituciones civiles, religiosas y militares, por su «desestimación» hacia el periódico. El reproche, dice Altabella, surtió efecto y a partir de entonces aumenta la información procedente del Ayuntamiento, la Diputación, la Diócesis o la Audiencia.
No creó Perillán saga en El Norte, a pesar de ser uno de sus fundadores, propietario desde mediados de 1857, y de tener un sobrino, Eloy Perillán y Buxó, que siguió su misma vocación, aunque por senderos más radicales. De ideología anarquista, Perillán y Buxó fundó también varios periódicos de larga tirada en ocasiones, pero siempre de corta vida, como ‘El Pito’, ‘El Degüello’, o ‘Los Descamisados’, este último con el subtítulo ‘Órgano de las últimas capas sociales’. Su radicalismo convirtió sus iniciativas editoriales en experimentos de corto alcance, y probablemente le alejaron de la trayectoria de su tío y de El Norte de Castilla.

Sabino Herrero Olea, el primer director
Villarramiel de Campos (Palencia) tiene entre entre sus hijos ilustres a un político que en 1870 viajó a Italia para ofrecer al duque de Aosta la Corona de España. Amadeo de Saboya aceptó la propuesta y, ya como Amadeo I de España, apenas cubrió el expediente durante dos años para abdicar y dar paso a la Primera República. Sabino Herrero Olea (Villarramiel de Campos, Palencia, 1831–Vichy, Francia, 1879) miembro de aquella comisión que convenció al duque para convertirse en rey de España, fue protagonista de otras iniciativas con mucho más largo recorrido. Entre ellas, la creación de El Norte. El rey le duró dos años años; el periódico, de momento, 150. Su intensa vida pública ha permitido mantener una documentada biografía de este fundador de El Norte.
Sabino Herrero Olea unió a su condición de periodista la de jurisconsulto y político. Era hijo de una acaudalada familia, con numerosas propiedades y negocios y gran influencia en la provincia. Estudió Filosofía en Madrid y se licenció en Derecho en Valladolid, donde abrió un bufete que enseguida cambió por los negocios familiares. Se dedicó a la fabricación de harinas con su hermano, Juan Herrero Olea, que décadas más tarde se convertiría en el primer presidente del consejo de Administración de El Norte. En 1856 se casó con Candelaria Ruiz del Árbol, pariente, según el profesor Altabella, de Carolina Ruiz del Árbol, primera esposa de César Alba y García Oyuelos, que fue padre de Santiago Alba Bonifaz, otro de los personajes decisivos en la historia del rotativo.
Herrero Olea había fundado y dirigido ‘El Correo de Castilla’ y promovió la fusión con ‘el Avisador’ de Mariano Pérez Mínguez y Pascual Pastor, para dar a luz a El Norte, convirtiéndose en su primer director. Era el complemento perfecto de su socio Perillán, ya que aportaba su condición de «agudo periodista y de publicista de claro entendimiento político», según el estudio de Altabella.
El compromiso social de Herrero Olea, que se afilió al partido progresista en 1854, le dio un papel relevante en el éxito de la Exposición Castellana de Agricultura, Industria y Bellas Artes, celebrada en Valladolid en 1859, una especie de feria de muestras en la que participaron once provincias y que hizo que el Gobierno le premiase con la cruz de caballero de la Orden de Carlos III, condecoración que nunca uso por sus convicciones políticas. En 1863 fundo la revista quincenal de agricultura ‘El Eco de los Campos’ y a partir de 1869 su proyección política le lleva a Madrid, donde fue diputado por Valladolid en las Cortes Constituyentes de 1869. Los distritos de Rioseco y Villalón le eligieron diputado en los años 1871 y 1873 y fue senador por Cuenca en 1872. A la caída del partido radical se retiró de la vida pública y pasó a ocuparse de su bufete.

Luis Polanco y Díaz Labandero
Fue uno de los más feroces críticos de El Norte desde la tribuna de ‘La Unión Castellana’. Pero se encontró con Perillán, que reacciona con habilidad e incorpora a Polanco como director del decano de la prensa, al fusionarse con el diario rival en 1860, coincidiendo con el abandono de Sabino Herrero Olea de la dirección literario-política. La jugada de Perillán tiene, además, otras ventajas, por cuanto Polanco era empleado del Gobierno Civil y amigo de su titular, lo que le asegura una cierta protección.
Luis Polanco y Díaz Labandero (Aguilar de Campoo 1836–Madrid, 1903) tuvo una larga trayectoria como periodista y, posteriormente, como político, adscrito al Partido Demócrata. Fue diputado por Palencia, distrito de Cervera de Pisuerga, en las legislaturas de 1881 y 1886, y gobernador civil de varias provincias.
Bajo su dirección, se incrementa el uso del telégrafo en la redacción y continúa como periodista José Estrañi, que fue desterrado a Santander por algunas de sus publicaciones en otros periódicos que edita en la ciudad. En Santander, Estrañi dirigiría ‘La voz Montañesa’ y ‘El Cantábrico’.
En su etapa de director de El Norte, Polanco también tiene dificultades con la censura. Apoya desde el diario a periodistas condenados por sus opiniones, suprime sus corresponsalías en Madrid y admite que no publicará ninguna noticia política que no esté tomada de ‘La Gaceta de Madrid’ o de los boletines oficiales. «Cincuenta familias, cuya suerte no podemos mirar con indiferencia» son la justificación de esta autocensura, después de que ‘Las Novedades’, ‘La Política’, o ‘Diario Español’, periódicos de Madrid, anunciaran su cierre.
Con el triunfo de la Revolución de 1868, Perillán se lleva a Polanco a Madrid para dirigir ‘El Popular’ que le sirvió para dar el salto a la dirección de ‘El Imparcial’ y, posteriormente de ‘El Liberal’. Polanco abandona el periodismo cuando es elegido por primera vez diputado por Palencia.

José Francés Alaiza
La nómina de redactores de la primera época de El Norte se nutre en la cantera del Derecho y las Letras, personajes que casi nunca son ajenos a los vaivenes de la política. José Francés de Alazia responde al estereotipo de los periodistas de la época. Dirigió ‘El Correo de Valladolid’ en 1844 y fue redactor de ‘El Duero’ a principios de la década de los cincuenta. Sin embargo, sus primeras colaboraciones aparecieron en ‘el Burro’ una publicación satírica que sacó cinco números de agosto a septiembre de 1836, junto al sacerdote Valera, académico y canónigo de Lugo, que estaba desterrado en Valladolid; José Casas, Canuto Ortega y los poetas románticos Salas y Quiroga o José Zorrilla. El grupo de conspiradores al que pertenecía José Francés Alaiza, desafectos al gobierno liberal de Calatrava, mantenía una tertulia donde se criticaba la situación política de España y que era origen los artículos que se publicaban en ‘El Burro’. Dice Altabella que «tal era el tono de los artículos, que el impresor del periódico denunció a los redactores al juez, señor Torón, lo que supuso la clausura de la publicación».
Con estos antecedentes, Francés de Alazia reaparece años más tarde en ‘El Correo de Castilla’, precursor de El Norte, a cuya redacción se incorpora.
No son muchos más los nombres de los primeros redactores de los que se tiene noticia, pero algunos son sonoros, como Lucas Guerra, que aparece en la nómina de la Junta provisional del Estado de Castilla la Vieja del Pacto Federal Castellano de 1869; Víctor Gil Sánchez, o José Rojas, que fue redactor en ‘El Correo...’ y de El Norte con Sabido Herrero Olea como director, además de aquellos secretarios o editores responsables de los textos no firmados, como Pedro Pueyo, Alejo Sanz, Francisco Álvarez Olmos...

 

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