Refundador.
Santiago Alba y Bonifaz. |
Refundador.
César Silió Cortés.
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LAS PERSONAS |
Santiago Alba
Propietario, gerente, articulista
y político, marcó
una nueva era en el periodismo.
César Silió
Propietario y director. Fundó
‘La Libertad’, absorbida
por El Norte
Mariano Martín
Fernández
Corresponsal en Madrid. |
................................... |
La redacción
de 1893. De izquierda a derecha,
Isidoro Coloma, Manuel Gómez
Alcega, Juan Cortés, Santiago
Alba, y sentados, Raimundo Castro
y César Silió. |
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Estableceremos
desde luego, dos ediciones diarias, confeccionándose
durante la noche la de la capital, a fin
de que los hechos pasen de la vida real
a las cuartillas, de las cuartillas a
las prensas, y de las prensas al público,
frescos y palpitantes, con todas las seducciones
de lo nuevo y con la rapidez propia de
un siglo que se dispone a renegar del
vapor, echándole en cara sus perezosos
movimientos, y borrar las distancias poniendo
a su servicio la electricidad».
El párrafo es un extracto de la
carta de presentación que, a modo
de editorial, en primera página,
publicaron Alba y Silió el 3 de
noviembre de 1893, cuatro días
después de que Luis Nazario Gaviria
les transfiriese la propiedad –en
el documento notarial figuran como nuevos
propietarios César Silió
y «la señora viuda de Bonifaz»,
ya que Santiago Alba, con 20 años,
no tenía edad legal para figurar
como propietario–. Esta declaración
de intenciones se publicó durante
ocho días consecutivos. El tránsito
de la propiedad dejó en suspenso
la edición de El Norte del jueves
2 de noviembre, quizás por ajustes
en la redacción o los talleres,
acaso para digerir la despedida de sus
anteriores propietarios.
«Al arrojar hoy nuestra pluma y
al despedirnos de nuestra propiedad de
un periódico al que nos hemos consagrado
durante más de treinta años,
nuestras últimas palabras deben
ser de agradecimiento y de cariño
para nuestros suscritores...» había
escrito Sebastián Díez de
Salcedo en la edición del 1 de
noviembre de 1893. Y continúa,
refiriéndose a los nuevos propietarios:
«Si algún día llegan
a empujar una contra otra nuestras plumas,
jamás han de romper lazos muy firmes
que se hayan anudados en nuestros corazones».
Esta conciliadora despedida de Díez
de Salcedo contrasta con la acritud del
texto con el que ilustró, también
en primera página, su despido como
director veintidós años
antes, durante la etapa de Miguel Díez
y Díez.
Acaba de iniciarse al era Alba-Silió,
y si sus antecesores habían logrado
convertir a El Norte en un periódico
de referencia por su información
mercantil, los nuevos propietarios iban
a añadirle modernidad y el valor
añadido de una nueva forma de entender
la información.
El catedrático de Historia Contemporánea
de la Universidad de Valladolid, Celso
Almuiña, resume la transformación
impulsada por los nuevos propietarios:
«El Norte de Castilla ya no es el
portavoz de la vieja burguesía
harinera castellana. Se va a convertir
muy pronto en cualificado periódico
político de un liberalismo exigente
y renovador».
Añade Almuiña que el nuevo
Norte «conjugó la condición
de periódico político con
mayor habilidad que otros medios y un
diario que fuera aceptable para los lectores
reacios a la lectura de un mero portavoz
partidista por su agilidad informativa
y su calidad general. La creación
de una sociedad anónima como propietaria
posibilitó que los inversores participaran
sin prejuicios ideológicos, atentos
solo a la obtención de beneficios
y, con ello, que la empresa fuera rentable
económicamente».
Almuiña resume la clave del éxito
de El Norte. De hecho, Silió y
Alba sostuvieron tendencias políticas
que terminaron en manifiesto desacuerdo,
pero el periódico, aun utilizado
por ambos como portavoz de sus intereses,
supo estar por encima de ellos.
Una verdadera redacción
César Silió, director;
Juan Cortés, redactor jefe, y Raimundo
Castro, Manuel Gómez Alcega e Isidoro
Coloma, como redactores. Y quizá
como más destacado, Mariano Martín
Fernández, corresponsal en Madrid
y que posteriormente sería secretario
político y brazo derecho de Santiago
Alba.
Mariano Martín había compartido
con Alba, durante su etapa de estudiante,
la redacción del trisemanario vallisoletano
‘La Opinión’, que abandonaron
en 1981 debido al trato que este periódico
había dado a José Muro durante
las elecciones. Alba también colaboró
un año en el periódico gamacista
‘El Eco de Castilla’. Una
vez adquirido El Norte, su ex compañero
de estudios inició una larga carrera
periodística y política
a su lado.
Si durante la década anterior los
corresponsales agrarios lograron dar prestigio
a El Norte por su ‘Sección
Comercial’, Mariano Martín
Fernández logró, en esta
nueva etapa, añadir al periódico
una información nacional que complementaba
con eficiencia los asuntos de la política
cotidiana local y regional, que hasta
entonces se había limitado a informaciones
mínimas en época electoral.
El destacado en Madrid, en esta nueva
etapa, dejó de esconder su identidad
bajo bajo la firma ‘El corresponsal’,
como había hecho su antecesor,
y su nombre aparece a diario en el periódico.
Altabella recuerda que fue Mariano Martín
Fernández el personaje de más
relieve periodístico de aquella
redacción, a cuyo servicio estuvo
durante casi cincuenta años.
Firmas ilustres
Los nuevos propietarios se comprometen
en su presentación a poblar las
páginas de El Norte con «las
firmas más ilustres de la literatura,
las ciencias y las artes, que honrarán
con frecuencia nuestras columnas».
Y no tardan en cumplir esta promesa. El
12 de diciembre de 1993 Gaspar Núñez
de Arce firma ‘El amanecer’.
‘Temprano y con sol’, de Emilia
Pardo Bazán, abre esos días
la sección ‘Cuentos de El
Norte de Castilla’. Y así
una larga lista de ilustres firmas encuentran
cabida en las páginas del periódico.
En las ferias de septiembre de 1894, El
Norte de Castilla publicó su primer
extraordinario. El número constituía
un alarde de buen gusto y estaba concebido
al modo de las revistas ilustradas de
la época. Pues bien, entre las
firmas de ese número extraordinario
destaca la de José Ortega Zapata,
que colaboró con el diario durante
un año, a lo largo del que ofreció
a los lectores una serie de evocaciones
retrospectivas sobre el Valladolid de
los años 1830 a 1847. José
Ortega y Zapata nació en Valladolid
el 7 de agosto de 1825 y murió
en Málaga en 1903. Padre de José
Ortega y Munilla y abuelo de José
Ortega y Gasset, su personalidad quedó
oscurecida por la fama de sus descendientes.
Destacan por esos años las colaboraciones
de otros escritores locales, entre ellos,
José Martí y Monso, Ricardo
Macías Picabea, Agapito Revilla,
Narciso Alonso Cortés, Justo González
Garrido, Francisco Antón, Andrés
Torres Ruiz y Zacarías Ylera Medina.
El propio César Silió, oficialmente
director del periódico, aunque
esta responsabilidad y la de la gerencia
la compartía con Santiago Alba,
dejó su firma en algunos artículos.
‘Dura lex sed lex’ es probablemente
uno de los primeros artículos que
publicó en su periódico,
bajo el epígrafe ‘Crónicas
de actualidad’, en diciembre de
1993. Era un comentario sobre el fusilamiento
de un soldado español por torturar
y matar al moro Amadí en la campaña
del Rif. La nueva maquinaria, el cambio
de sede, las ediciones... Los nuevos propietarios
fueron cumpliendo de forma sistemática
los compromisos adquiridos con aquellos
‘suscritores’ y anunciantes
de los que dependía la supervivencia
del periódico.
Pero si bien mantuvieron una información
de servicio a sus lectores que seguía
siendo la base de su éxito, sus
aspiraciones políticas, fundamentalmente
las de Santiago Alba, cristalizaron en
gran medida debido a la utilización
de El Norte como portavoz de las mismas.
«Merece en justicia figurar el nombre
de D. Santiago Alba entre los prestigiosos
nombres que irán a las Cortes próximas,
representando con carácter liberal
los intereses de la provincia […]
Hombre en ideas muy liberales, no solo
las defiende con la palabra y con la pluma
sino que las practica en la vida diaria
con la sinceridad y la lealtad de un verdadero
demócrata....» (El candidato
por Toro. El Norte 7-2-1898).
Dice Juan Antonio Cano García en
su tesis ‘Poder, política
y partidos en Valladolid durante la Restauración’
que «el poder político fue
conquistado por una persona: Santiago
Alba, que siempre busco convertirse en
un referente para la sociedad vallisoletana
a través de una intensa actividad
pública que abarcó aspectos
como la prensa, el asociacionismo patronal
e, incluso, el ocio. Su mensaje –dice–
pretendía socializar a la ciudadanía,
empezando por las élites locales,
para movilizarlos en defensa de sus intereses».
Dos personalidades
César Silió Cortés
nació en Rioseco el 18 de abril
de 1865 y murió en Madrid en octubre
de 1944. Ejerció la abogacía
y, tras su etapa en El Norte de Castilla,
dirigió el diario ‘La Libertad’.
Fue presidente de la primera Asociación
de la Prensa de Valladolid a finales de
siglo. También fue concejal y teniente
de alcalde de la capital vallisoletana,
diputado provincial, senador por la Universidad
de Valladolid (1914) que del partido conservador
pasó al maurista. Ministro de Instrucción
Pública con Maura (1919) y después
con Sánchez Guerra. Colaboró
con importantes revistas culturales y
fue autor de notables obras de jurisprudencia,
historia y literatura.
Santiago Alba y Bonifaz, nació
en Zamora el 23 de diciembre de 1872.
Lo fue todo durante casi medio siglo en
El Norte de Castilla. Alma y cerebro del
diario, era conocido cariñosamente
por sus amigos y sus colaboradores más
íntimos como El Prior.
Según Altabella, Alba hace –primero
en ‘La Lealtad’ y en ‘La
Opinión’, y después
en El Norte– un periodismo de batalla,
polémico, vibrante, vivo, que hará
de él un redactor casi universal.
Redactará gacetillas, crónicas,
revistas de toros... Fue secretario de
la Unión Nacional, ministro de
la Corona en varias ocasiones, llegó
a formar parte del Gobierno de concentración
nacional presidido por Maura, aunque dimitió
al poco tiempo. Tuvo que exiliarse porque
le sorprendió el advenimiento de
la Dictadura de Primo de Rivera cuando
formaba parte del Gobierno de concentración
liberal. La causa abierta contra Alba
fue sobreseída al ocupar la Jefatura
del Gobierno el general Berenguer, y en
enero de 1930 regresó a España.
Alfonso XII le ofreció la Presidencia
del Gobierno cuando dimitió Berenguer,
pero rehusó. Al proclamarse la
II República, se afilió
al Partido Radical de Lerroux, y en 1933
fue nombrado presidente de las Cortes.
En 1936 abandonó España
de nuevo por la Guerra Civil. Volvió
a su patria para morir, en San Sebastián,
el 7 de abril de 1949.
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