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LOS ALBA
 
  Un paseo por la década
 
CONTENIDO
  El 'TIMES' de Castilla
  Cambio de siglo
El ‘Times’ de Castilla
Javier Aguiar
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El Norte de Castilla crece, mejora y gana en prestigio para acabar el siglo que lo vio nacer como un diario de referencia, al que se compara con el decano de la prensa británica
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Mercados. La nueva sección de ‘Información mercantil’ ocupaba los faldones de las páginas 2 y 3. / R. G.

 

 

 

EL PRODUCTO

Características
Normalmente cuatro páginas, a veces seis y hasta ocho, de cinco y seis columnas. Costaba cinco céntimos.
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El Norte afronta su quinta década de vida con el viento a favor. El periódico se va enriqueciendo, mejorando su calidad, su aspecto y sus contenidos. Tiene un gran tamaño que divide en cinco anchas columnas separadas por llamativos corondeles. El diario se lee de arriba abajo y no, como ahora, de izquierda a derecha. Su cabeza gótica está flanqueada por un recuadro con su dirección y otro con las tarifas, que apenas varían. Solo se perciben dos cambios significativos. El primero, la aparición destacada del precio por ejemplar, que es de cinco céntimos. Ello se debe a que la forma de distribución del periódico ha dado en los últimos años un vuelco con la proliferación de los repartidores y puntos de venta. Ha pasado a ser un producto de consumo más inmediato, también más popular, y las ventas por ejemplares han cobrado una destacada importancia en el capítulo de ingresos de la contabilidad.
El segundo cambio es la inclusión de un elemento ya inseparable en toda la historia futura de la prensa. Las esquelas de defunción, que costaban 24 pesetas si se incluían en primera plana y doce y seis pesetas, en la tercera y cuarta, respectivamente. En realidad el periódico publicaba esquelas desde hacía más de treinta años, pero la costumbre social de buscar en los papeles el obituario local no se afianza hasta estos años. El negro recuadro de grueso marco con la típica leyenda se convierte en otra gran fuente de beneficios para la empresa periodística, y eso se nota mucho en la presentación de El Norte, que las incorpora en cualquier rincón de su mancha, relegando todas las demás opciones.
En el mismo recuadro que anuncia las tarifas de las esquelas aparece una anotación que perdería pronto su razón de ser: La suscripción semestral en el «extranjero y posesiones españolas», que costaba 24 pesetas.
Sus cuatro páginas ocasionalmente se convertían en seis e incluso en ocho si la ocasión lo merecía. Tal era el caso de las ferias de septiembre o de las navidades, fechas en las que el gran aumento de la publicidad posibilitaba tales excesos. En cuanto a los contenidos, se sucedían secciones clásicas, como el artículo de fondo, con otras que iban cobrando protagonismo, como la llamada ‘Páginas por Castilla’, ‘Por el globo’ (una revista de prensa) o ‘Los teatros’ (con críticas, noticias y cartelera de espectáculos).
Surge también en estos años otra sección que ya no desaparecía jamás. ‘Pasatiempos’, se llamaba, e incluía una charada (a caballo entre una adivinanza y un juego de palabras) y un logogrifo numérico, versión arcaica del hoy tan popular sudoku.
La ‘Información mercantil’ se amplía y mejora y ocupa ahora –y lo seguirá haciendo durante años– los faldones (entre una cuarta y una tercera parte de cada plana, según los días) de las páginas 2 y 3. El primer día del nuevo siglo en esta remozada sección se informa de la llegada de 60 fanegas de trigo a los almacenes del canal, que se vendieron a 47,75. El precio de la harina variaba desde los 18 reales de la extrafina, hasta los 10,50 de la tercerilla, todo ello en saco y, sin él, la comidilla a 13 reales. Además se facilitaban precios de cualquier mercadería: Arroz (18 reales la arroba), petróleo (90 reales la caja de dos latas ó 90 céntimos de peseta el litro), el vino tinto (entre 24 y 30 reales el cántaro) o la ternera de primera (76 reales la arroba). Finalmente, se incluía la información sobre mercados, cosechas y meteorológica de Zaragoza, Barcelona y siete puntos de la región, y los precios de los cereales en París, Nueva York y Chicago. El último recuadro daba las cotizaciones en la Bolsa de Madrid con valores como la ‘Deuda perpetua al 4% interior al contado’ o los ‘Billetes hipotecarios de Cuba’.
El mundo agota la recta final del siglo XIX y El Norte lo hace en una muy buena posición. Las mejoras técnicas lo han convertido en un diario más limpio y claro y con mayor diversidad de tipos y cuerpos (suele usar el 8 y el 9). Se ha hecho un periódico mejor presentado y más serio. Una publicación moderna que tiene poco que envidiar a los grandes rotativos nacionales, de Madrid o de Barcelona, y a la cabeza de la prensa provincial y regional española. Su prestigio es tal que en esta época se acuña un término que lo acompaña durante años. Se le conoce como ‘el Times de Castilla’.
Valladolid, Castilla y España se esfuerzan por no perder el tren del progreso. La capital pucelana cuenta con 69.000 habitantes y en la provincia viven, más bien con lo justo, 279.000 personas. Valladolid, Castilla, sus intereses y la necesidad de no perder esa oportunidad de sumarse a los nuevos tiempos son los principales objetivos de El Norte de Castilla.

Campaña de propaganda
A principios de siglo el diario inicia una campaña de propaganda para tratar de captar nuevos lectores. Como parte de ella pone en marcha un sistema de regalos a los suscriptores que copia la tradición implantada en los rotativos de la capital española. Sin embargo, años atrás El Norte había sido precursor de este tipo de iniciativas. Exactamente el primero de enero de 1894 anunciaba en su portada que los suscriptores del periódico iban a recibir como obsequio un «calendario de pared». El detalle, con no ser de una excesiva generosidad, venía además acompañado de una advertencia: Aquel que no esté al corriente de pago, que no se moleste en pasar por nuestras oficinas a recogerlo, venía a decir.
Otra promoción que se inicia pocos años después, en marzo de 1897, supone el precedente de los coleccionables que todavía hoy reparten los rotativos. Se trataba de una serie de cuadernillos, 20 en total, cada uno de los cuales incluía 16 fotografías de los lugares más singulares del planeta. Bajo el título ‘La vuelta al mundo’, podía adquirirse con un descuento si se acompañaba el cupón que el periódico publicaba en su última página, otra idea que hoy persiste.

La Imprenta Castellana
La empresa, que acaba de adquirir la Imprenta Castellana como complemento a su actividad, la promociona en las páginas de El Norte sin ninguna sutileza. «Todo original que reconociendo fin industrial se inserte deberá tributar» según las tarifas de publicidad, «excepto en el caso de que los carnets, billetes o impresos para dichos espectáculos hubieran sido encargados en la Imprenta Castellana». También insertaba casi diariamente anuncios publicitarios de la última firma llegada al incipiente y modesto grupo editorial.
En los últimos años del siglo se ha mejorado la presentación y, en lo que parece una tendencia en la moda de lo que ahora se conoce como maquetación, abundan los cortes y los corondeles como elementos para separara los textos entre sí, y estos de algunos anuncios, si bien la separación entre información y publicidad es todavía una entelequia, salvo en la última plana, destinada desde la creación de El Norte exclusivamente a los anuncios. En 1900 se reduce el tamaño y un año después se vuelve a las seis columnas, entre las que aparecen ya con cierta frecuencia grabados o dibujos, sobre todo de los personajes citados en las noticias. Es lo que en el argot se conoce como ‘caretos’.

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Cambio de siglo
Javier Aguiar
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Extraordinario. Ilustración alegórica que abría el especial dedicado al nuevo siglo. / R. G.

El Norte saluda al nuevo siglo con un número extraordinario del que tira 16.000 ejemplares, una cifra sorprendente para la época. Son ocho páginas de largas columnas, de las cuales dos y media se destinan a publicidad. Bajo el título, ‘El Norte, al nuevo siglo’, el suplemento luce en la primera de sus ocho páginas una enorme ilustración alegórica firmada por Huerta, en la que el viejo y deteriorado siglo XIX, con su larga barba y su bastón, se aleja del mundo dando paso a la nueva y elegante centuria.
La contraportada completa es un monumental anuncio de la Gran Sastrería Bilbaína, de la calle del Duque de la Victoria, número 21, frente al Banco Castellano, aclara. El almacén ofrecía a sus distinguidos clientes una sección de ropa hecha y otra «especial para señores sacerdotes». En esta última, los ‘respetables’ podían encontrar sotanas de cuatro formas diferentes, «dulletas rectas o cruzadas, balandranes, esclavinas o cuanto los señores sacerdotes necesiten para vestir a su gusto», y todo ello a partir de 40 pesetas, una verdadera ganga.
En el artículo que abre el especial el copropietario de El Norte, César Silió, plasma en el papel el ánimo que se vive, cuajado de esperanzas ante la nueva era que se abre y también de nostalgia por la que concluye. «Una centuria luminosa que deslumbró con sus inventos, que asombró con sus artes, que realizó grandes empresas y, en su fiebre de poseerlo todo, a todo se atrevió», escribe en ese estilo entre ingenuo y grandilocuente que empapaba casi todo lo que se publicaba en el periódico y, con mayor justificación, en ocasiones tan significadas.
Sin embargo, la decepción que supuso la pérdida de las últimas colonias también dejó su huella en la publicación. A. Torres Ruiz firma uno de los dos poemas que aparecen en el especial, cuya dureza da una idea del sentimiento que dominaba a los españoles o, al menos, a aquellos que manifestaban un patriotismo que ahora suena un poco cañí: «El final es terrible… denigrante / Mi España ¡Aquella España! es hoy la befa / del mundo entero, que la escupe / al rostro y que se burla de ella. / Nuestro poder se pierde y nuestra honra, / tiende la reacción sus alas negras, / y el llamarse español ante este cuadro / causa miedo y vergüenza».
Encantamientos
En el extraordinario se incluyen varios artículos que repasan lo más destacado de la centuria pasada y las previsiones de la recién nacida en todos los ámbitos. Entre ellos, uno de Eugenio Muñoz Ramos dedicado a los microbios, «el mundo de lo infinitamente pequeño, que no hace aún cincuenta años surgió del tubo del microscopio por arte de encantamiento de mágicos prodigiosos», asegura.
También resultan curiosos una minisección de extraños chistes sobre militares –cuyo lenguaje roza el analfabetismo– firmado por Melitón González, y no se entiende muy bien a qué cuento traído, y la aportación de Alberto Macías Picavea, un artículo titulado ‘La vida científica en el siglo XX’, que se prolonga por dos enormes e interminables columnas.

 

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