El Norte de Castilla crece,
mejora y gana en prestigio para acabar el siglo
que lo vio nacer como un diario de referencia,
al que se compara con el decano de la prensa británica
.
Mercados.
La nueva sección de
‘Información
mercantil’ ocupaba los
faldones de las páginas
2 y 3. / R. G.
EL
PRODUCTO
Características
Normalmente cuatro páginas,
a veces seis y hasta ocho,
de cinco y seis columnas.
Costaba cinco céntimos.
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El Norte afronta su quinta década
de vida con el viento a favor. El periódico
se va enriqueciendo, mejorando su calidad,
su aspecto y sus contenidos. Tiene un
gran tamaño que divide en cinco
anchas columnas separadas por llamativos
corondeles. El diario se lee de arriba
abajo y no, como ahora, de izquierda a
derecha. Su cabeza gótica está
flanqueada por un recuadro con su dirección
y otro con las tarifas, que apenas varían.
Solo se perciben dos cambios significativos.
El primero, la aparición destacada
del precio por ejemplar, que es de cinco
céntimos. Ello se debe a que la
forma de distribución del periódico
ha dado en los últimos años
un vuelco con la proliferación
de los repartidores y puntos de venta.
Ha pasado a ser un producto de consumo
más inmediato, también más
popular, y las ventas por ejemplares han
cobrado una destacada importancia en el
capítulo de ingresos de la contabilidad.
El segundo cambio es la inclusión
de un elemento ya inseparable en toda
la historia futura de la prensa. Las esquelas
de defunción, que costaban 24 pesetas
si se incluían en primera plana
y doce y seis pesetas, en la tercera y
cuarta, respectivamente. En realidad el
periódico publicaba esquelas desde
hacía más de treinta años,
pero la costumbre social de buscar en
los papeles el obituario local no se afianza
hasta estos años. El negro recuadro
de grueso marco con la típica leyenda
se convierte en otra gran fuente de beneficios
para la empresa periodística, y
eso se nota mucho en la presentación
de El Norte, que las incorpora en cualquier
rincón de su mancha, relegando
todas las demás opciones.
En el mismo recuadro que anuncia las tarifas
de las esquelas aparece una anotación
que perdería pronto su razón
de ser: La suscripción semestral
en el «extranjero y posesiones españolas»,
que costaba 24 pesetas.
Sus cuatro páginas ocasionalmente
se convertían en seis e incluso
en ocho si la ocasión lo merecía.
Tal era el caso de las ferias de septiembre
o de las navidades, fechas en las que
el gran aumento de la publicidad posibilitaba
tales excesos. En cuanto a los contenidos,
se sucedían secciones clásicas,
como el artículo de fondo, con
otras que iban cobrando protagonismo,
como la llamada ‘Páginas
por Castilla’, ‘Por el globo’
(una revista de prensa) o ‘Los teatros’
(con críticas, noticias y cartelera
de espectáculos).
Surge también en estos años
otra sección que ya no desaparecía
jamás. ‘Pasatiempos’,
se llamaba, e incluía una charada
(a caballo entre una adivinanza y un juego
de palabras) y un logogrifo numérico,
versión arcaica del hoy tan popular
sudoku.
La ‘Información mercantil’
se amplía y mejora y ocupa ahora
–y lo seguirá haciendo durante
años– los faldones (entre
una cuarta y una tercera parte de cada
plana, según los días) de
las páginas 2 y 3. El primer día
del nuevo siglo en esta remozada sección
se informa de la llegada de 60 fanegas
de trigo a los almacenes del canal, que
se vendieron a 47,75. El precio de la
harina variaba desde los 18 reales de
la extrafina, hasta los 10,50 de la tercerilla,
todo ello en saco y, sin él, la
comidilla a 13 reales. Además se
facilitaban precios de cualquier mercadería:
Arroz (18 reales la arroba), petróleo
(90 reales la caja de dos latas ó
90 céntimos de peseta el litro),
el vino tinto (entre 24 y 30 reales el
cántaro) o la ternera de primera
(76 reales la arroba). Finalmente, se
incluía la información sobre
mercados, cosechas y meteorológica
de Zaragoza, Barcelona y siete puntos
de la región, y los precios de
los cereales en París, Nueva York
y Chicago. El último recuadro daba
las cotizaciones en la Bolsa de Madrid
con valores como la ‘Deuda perpetua
al 4% interior al contado’ o los
‘Billetes hipotecarios de Cuba’.
El mundo agota la recta final del siglo
XIX y El Norte lo hace en una muy buena
posición. Las mejoras técnicas
lo han convertido en un diario más
limpio y claro y con mayor diversidad
de tipos y cuerpos (suele usar el 8 y
el 9). Se ha hecho un periódico
mejor presentado y más serio. Una
publicación moderna que tiene poco
que envidiar a los grandes rotativos nacionales,
de Madrid o de Barcelona, y a la cabeza
de la prensa provincial y regional española.
Su prestigio es tal que en esta época
se acuña un término que
lo acompaña durante años.
Se le conoce como ‘el Times de Castilla’.
Valladolid, Castilla y España se
esfuerzan por no perder el tren del progreso.
La capital pucelana cuenta con 69.000
habitantes y en la provincia viven, más
bien con lo justo, 279.000 personas. Valladolid,
Castilla, sus intereses y la necesidad
de no perder esa oportunidad de sumarse
a los nuevos tiempos son los principales
objetivos de El Norte de Castilla.
Campaña
de propaganda A principios de siglo el diario
inicia una campaña de propaganda
para tratar de captar nuevos lectores.
Como parte de ella pone en marcha un sistema
de regalos a los suscriptores que copia
la tradición implantada en los
rotativos de la capital española.
Sin embargo, años atrás
El Norte había sido precursor de
este tipo de iniciativas. Exactamente
el primero de enero de 1894 anunciaba
en su portada que los suscriptores del
periódico iban a recibir como obsequio
un «calendario de pared».
El detalle, con no ser de una excesiva
generosidad, venía además
acompañado de una advertencia:
Aquel que no esté al corriente
de pago, que no se moleste en pasar por
nuestras oficinas a recogerlo, venía
a decir.
Otra promoción que se inicia pocos
años después, en marzo de
1897, supone el precedente de los coleccionables
que todavía hoy reparten los rotativos.
Se trataba de una serie de cuadernillos,
20 en total, cada uno de los cuales incluía
16 fotografías de los lugares más
singulares del planeta. Bajo el título
‘La vuelta al mundo’, podía
adquirirse con un descuento si se acompañaba
el cupón que el periódico
publicaba en su última página,
otra idea que hoy persiste.
La Imprenta Castellana La empresa, que acaba de adquirir
la Imprenta Castellana como complemento
a su actividad, la promociona en las páginas
de El Norte sin ninguna sutileza. «Todo
original que reconociendo fin industrial
se inserte deberá tributar»
según las tarifas de publicidad,
«excepto en el caso de que los carnets,
billetes o impresos para dichos espectáculos
hubieran sido encargados en la Imprenta
Castellana». También insertaba
casi diariamente anuncios publicitarios
de la última firma llegada al incipiente
y modesto grupo editorial.
En los últimos años del
siglo se ha mejorado la presentación
y, en lo que parece una tendencia en la
moda de lo que ahora se conoce como maquetación,
abundan los cortes y los corondeles como
elementos para separara los textos entre
sí, y estos de algunos anuncios,
si bien la separación entre información
y publicidad es todavía una entelequia,
salvo en la última plana, destinada
desde la creación de El Norte exclusivamente
a los anuncios. En 1900 se reduce el tamaño
y un año después se vuelve
a las seis columnas, entre las que aparecen
ya con cierta frecuencia grabados o dibujos,
sobre todo de los personajes citados en
las noticias. Es lo que en el argot se
conoce como ‘caretos’.
.
Cambio de siglo
Javier Aguiar
.
Extraordinario.
Ilustración alegórica
que abría el especial dedicado
al nuevo siglo. / R. G.
El Norte
saluda al nuevo siglo con un número
extraordinario del que tira 16.000 ejemplares,
una cifra sorprendente para la época.
Son ocho páginas de largas columnas,
de las cuales dos y media se destinan
a publicidad. Bajo el título, ‘El
Norte, al nuevo siglo’, el suplemento
luce en la primera de sus ocho páginas
una enorme ilustración alegórica
firmada por Huerta, en la que el viejo
y deteriorado siglo XIX, con su larga
barba y su bastón, se aleja del
mundo dando paso a la nueva y elegante
centuria.
La contraportada completa es un monumental
anuncio de la Gran Sastrería Bilbaína,
de la calle del Duque de la Victoria,
número 21, frente al Banco Castellano,
aclara. El almacén ofrecía
a sus distinguidos clientes una sección
de ropa hecha y otra «especial para
señores sacerdotes». En esta
última, los ‘respetables’
podían encontrar sotanas de cuatro
formas diferentes, «dulletas rectas
o cruzadas, balandranes, esclavinas o
cuanto los señores sacerdotes necesiten
para vestir a su gusto», y todo
ello a partir de 40 pesetas, una verdadera
ganga.
En el artículo que abre el especial
el copropietario de El Norte, César
Silió, plasma en el papel el ánimo
que se vive, cuajado de esperanzas ante
la nueva era que se abre y también
de nostalgia por la que concluye. «Una
centuria luminosa que deslumbró
con sus inventos, que asombró con
sus artes, que realizó grandes
empresas y, en su fiebre de poseerlo todo,
a todo se atrevió», escribe
en ese estilo entre ingenuo y grandilocuente
que empapaba casi todo lo que se publicaba
en el periódico y, con mayor justificación,
en ocasiones tan significadas.
Sin embargo, la decepción que supuso
la pérdida de las últimas
colonias también dejó su
huella en la publicación. A. Torres
Ruiz firma uno de los dos poemas que aparecen
en el especial, cuya dureza da una idea
del sentimiento que dominaba a los españoles
o, al menos, a aquellos que manifestaban
un patriotismo que ahora suena un poco
cañí: «El final es
terrible… denigrante / Mi España
¡Aquella España! es hoy la
befa / del mundo entero, que la escupe
/ al rostro y que se burla de ella. /
Nuestro poder se pierde y nuestra honra,
/ tiende la reacción sus alas negras,
/ y el llamarse español ante este
cuadro / causa miedo y vergüenza».
Encantamientos
En el extraordinario se incluyen varios
artículos que repasan lo más
destacado de la centuria pasada y las
previsiones de la recién nacida
en todos los ámbitos. Entre ellos,
uno de Eugenio Muñoz Ramos dedicado
a los microbios, «el mundo de lo
infinitamente pequeño, que no hace
aún cincuenta años surgió
del tubo del microscopio por arte de encantamiento
de mágicos prodigiosos»,
asegura.
También resultan curiosos una minisección
de extraños chistes sobre militares
–cuyo lenguaje roza el analfabetismo–
firmado por Melitón González,
y no se entiende muy bien a qué
cuento traído, y la aportación
de Alberto Macías Picavea, un artículo
titulado ‘La vida científica
en el siglo XX’, que se prolonga
por dos enormes e interminables columnas.