Periodistas
del nuevo siglo. De pie, el ordenanza
Gabriel Aragón, De la Loma, Rafael
Gutiérrez, Francisco Sánchez
Granjel, Francisco Carmona, Segundo Cernuda,
Francisco López Ordóñez,
Venero, Nicolás Pedrosa y Tomás
Gutiérrez Perrín. Sentados,
el padre Valbuena, Darío Velao, aún
director; José Borrás y Ricardo
Allué Morer, redactor jefe.
Nuevos redactores
Fernando Bravo
.
La redacción se
puebla de nuevas plumas entre las que descuellan
grandes literatos, que hacen votos por sacudirse
el peso de los políticos
.
LAS
PERSONAS
Ricardo
Allué Morer
Llevaba una década
en el periódico cuando
sustituyó a Velao
en la dirección.
Narciso Alonso
Cortés
Colaborador. Publicó
versos inéditos de
Zorrilla
Pedro Carreño
Empezó como gerente
y terminó como crítico
taurino.
...................................
Nunca hemos tenido la pretensión
de dirigir al público y ejercer
sobre sus gustos y sobre sus opiniones
ningún género de tutela:
pero hemos procurado, con toda lealtad,
reflejar sus apiraciones, viviendo en
constante comunicación con el alma
castellana para recoger sus anhelos y
sus esperanzas, sus inquietudes y sus
quejas».
La puesta en marcha de la primera rotativa,
en enero de 1912, fue una oportunidad
que la redacción no desperdició
para renovar en público su compromiso
con la información, la cultura
y el desarrollo de «la misión
educadora de la prensa, por lo mismo que
mucha gente no tiene medios de leer libros
y revistas, y es el periódico el
único medio de poner en contacto
sus espíritus con el mundo exterior».
Aquel 1 de enero de 1912, con Royo Villanova
compartiendo la dirección con Darío
Velao, y Ricardo Allué Morer a
punto de relevarles, el periódico
publicaba en primera página un
editorial –‘Por Castilla’–
en el que resumía el compromiso
de la empresa con sus lectores, intentando
sacudirse, acaso, el peso político
de su editor, Santiago Alba.
«No puede ser la prensa un medio,
sino un fin. No puede ser el periódico
arma política ni hoja sectaria.
Más amplios horizontes debe tener
la prensa, cuando aspira a que todos la
lean y a que todos encuentren en ella
el eco de sus aspiraciones, y no el rígido
dogmatizador político que quiere
imponerle su criterio».
Los responsables de velar por este compromiso
integraban una nómina de nuevo
plagada de ilustres escritores y profesionales
del Derecho vinculados en muchos casos
a la Universidad pero, también,
a la política.
Al frente, Ricardo
Allué En 1912 Royo Villanova estaba
entregado a la política y Darío
Velao, a punto de dejar aquella codirección
por su inminente traslado a Madrid. Ricardo
Allué tomó el relevo al
frente de la redacción de un periódico
en el que ya firmaba en la primera página
Francisco de Cossío. Sus ensayos
‘Los falsificadores de gloria’
o ‘Escuela de arribistas’
alternaban en la portada con colaboradores
como Elena Fortún, que se descolgaba
con artículos como ‘Sobre
el club feminismo español’.
Una primera página animada también
por las viñetas de Geache.
Ricardo Allué Morer (Valladolid,
1874), un abogado que había ingresado
en el periódico en 1901 como redactor,
alternó el periodismo con cargos
en la Administración provincial
y después en Madrid. Antes de desembarcar
en El Norte, había sido redactor
en ‘La Crónica Mercantil’
y dirigió ‘El Ideal’,
de Jaén, y ‘el Español’,
de Córdoba.
Poco después de asumir la dirección
de El Norte, Allué se desplazó
a México para casarse con Josefina
Chico. El asunto le tomó su tiempo
–tardó un año en volver–
y durante este periodo le sustituyó
como director interino el redactor jefe
Justo González Garrido, otro abogado,
este de Medina de Rioseco, que había
debutado como periodista en el semanario
‘La Crónica de Campos’.
González Garrido publicó
numerosos libros sobre viajes pero, especialmente,
sobre asuntos relacionados con Castilla.
Allué tuvo una gran relevancia
social: fue secretario de la Junta de
Gobierno de Abogados, académico
de la Real de Bellas Artes y presidente
honorario del Ateneo y de la Asociación
de la Prensa. En periodismo destacó
por su información agraria y fue
miembro del comité ejecutivo del
Congreso Cerealista celebrado en 1927
en Valladolid. En política, albista
sin fisuras. Cuando Federico Santander
le sustituyó en la dirección
en 1926, Allué siguió siendo
redactor de la sección agrícola
y trabajos como los ‘Números
de las cosechas’ recibieron un gran
reconocimiento. Allué murió
en 25 de octubre de 1927.
Alonso Cortés,
Cernuda, Pedro Carreño... Hasta principios de siglo XX,
la personalidad de los editores, comprometidos
como estaban con la propia información,
eclipsaron casi siempre a los redactores
de base, a los corresponsales y colaboradores.
Pero el panorama cambió con el
crecimiento del diario –tanto en
difusión como en el número
de páginas– y la ampliación
de la nómina de la redacción.
Una ampliación que lo fue en mayor
medida en la calidad de sus firmas que
en la cantidad.
Narciso Alonso Cortés (Valladolid,
1875), poeta, periodista, doctor en Derecho
y Filosofía y Letras, catedrático
y miembro de la Real Academia Española,
publicó sus primeros versos a los
diez años en un semanario local.
El profesor Altabella fecha en 1901 su
ingreso en El Norte como redactor, aunque
probablemente su vinculación al
rotativo se limitaba a sus colaboraciones.
Según los expertos, su biografía
de Zorrilla no solo es la mejor etopeya
crítico-literaria dedicada la poeta
vallisoletano, «sino el paradigma
ejemplar del modo en que debe cultivarse
este género».
Uno de los redactores destacados de esta
época fue Segundo Cernuda, periodista
y escritor vallisoletano que se inició
en la profesión en periódicos
como ‘¡Velay!’ y ‘La
Bruja’ y llegó a dirigir
‘La Linterna’ y ‘El
Coco’. Fue redactor de ‘La
Libertad’ y al ser absorbido por
‘El Norte’, pasó a
ser redactor del diario decano, entre
1905 y 1911. Cernuda dirigió también
durante cinco años el semanario
ilustrado ‘Castilla’ y fue
miembro fundador de la Asociación
de la Prensa de Valladolid. Colaborador
de numerosos periódicos de provincias
y de un popular ‘revistero’
de toros, con el seudónimo de El
Tío Paco, dirigió durante
algunos años ‘Valladolid
taurino’. También hizo revista
de toros en El Norte y, cuando fue trasladado
a Madrid como funcionario de Instrucción
Pública, para pasar a ser secretario
político de Royo Villanova siendo
este director de Primera Enseñanza.
Fue redactor jefe del semanario madrileño
‘Palmas y Pitos’.
Unos años después de su
marcha, la crónica taurina quedó
en manos de Pedro Carreño Guerra,
‘El de tanda’, redactor que
empezó en el periódico como
administrador gerente y más tarde
fue administrador general de la Electra
Popular Vallisoletana. Carreño
Guerra, que se distinguió por su
buena pluma y gracejo, se hizo cargo de
la sección taurina hasta su muerte,
en 1939.
.
Las ostras de Zorrilla
Narciso Alonso Cortés |
Artículo publicado el 23 de enero de 1912,
al cumplirse 19 años de la muerte de José
Zorrilla
.
Narciso
Alonso Cortés, en una
fotografía de 1970.
El director de El Norte habrá
de perdonarme si no respondo a su requerimiento
escribiendo alguna cosa sobre nuestro
Zorrilla, «degli altri poeti onore
e lume». Buen deseo y materiales,
me sobran; pero me falta tiempo. Me conformaré
con entresacar de mis papeles unos versos
autógrafos e inéditos del
poeta, y eso saldrán ganando los
lectores.
Claro está que a Zorrilla se le
debe más, mucho más, y yo
me preparo a hacerlo en la medida de mis
fuerzas. Precisamente en carta que recibí
días atrás, un literato
de los viejos, de reconocido mérito,
se lamentaba del olvido en que van cayendo
aquellos hombres de la pasada centuria.
No ocurre lo mismo fuera de España,
por mucho que evolucionen las ideas literarias.
Díganlo los mismos redactores del
‘Mercure de France’, editando
y comentando desapasionadamente a los
autores del siglo XIX.
Nosotros olvidamos a Zorrilla; en cambio
Ricardo Dehmel, el autor de Erlosungen,
y a quien la crítica moderna considera
como el Verlaine alemán, imita
al poeta vallisoletano. Nosotros no analizamos
la obra de nuestros escritores; en cambio
el sueco Eduardo Lidforss, catedrático
de la Universidad de Lund, publicaba no
hace mucho en la revista Nordisk Tidskrift
un estudio sobre Núñez de
Arce.
Quédese, pues, lo que he de decir
sobre Zorrilla, para un libro extenso
y minucioso que preparo. Y a propósito.
Mi agradecimiento será grande a
todo el que me proporcione noticias, datos,
copia de cartas y documentos, etc. que
sirvan para esclarecer la biografía
del poeta.
He aquí ahora los versos. Están
escritos con motivo de la muerte de un
niño:
«Angel que quise visitar la tierra,/
tomé un cuerpo mortal; mas su morada/
no hallando grata, devolví a la
nada/ mi polvo corporal, que aquí
se encierra./ Mi parte espiritual, mi
ser divino,/ al cielo se volvió
de donde vino./ Tú que en la tierra
quedas, no me llores;/ en mi tumba, al
hallarla en tu camino,/ lágrimas
no derrames, sino flores.»
Al lado de este autógrafo encuentro
otro papel. Es una prescripción
médica, escrita en letra para mí
muy familiar, y al pie de la cual puso
el poeta: «Los días de lectura,
a las cuatro, y comer a las cinco –Ostras
y carne, sin postres de queso, fruta,
etcétera–.
Eso sí; las ostras, que no faltaran.
No en vano dice el doctor Thebussem que
Zorrilla «hacía zafarrancho»
en las ostras.