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LOS ALBA
 
  Un paseo por la década
 
CONTENIDO
  La rotativa
  La noche de la rotativa
La inauguración. Esta foto se tomó el primer día que empezó a funcionar la rotativa en El Norte de Castilla, el 31 de diciembre de 1911.
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la rotativa
Antonio g. Encinas
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Una Koenig&Bauer representó la ruptura con el pasado y la entrada
en la era moderna de la producción industrial de prensa escrita
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LA TÉCNICA

Cambio de sede
Los talleres se instalan en Montero Calvo

Rotativa
Marca Koenig&Bauer. Tiene un motor de 17 caballos, es capaz de imprimir a la hora hasta 20.000 ejemplares, de entre 4 y 8 páginas de 61x42 centímetros.

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  Gráfico en Pdf

 

La primera rotativa de El Norte supone la mayor ruptura hasta el momento en cuestiones tecnológicas. El proceso cambia por completo gracias a la llegada de una máquina portentosa, una Koenig&Bauer, casa alemana que continúa fabricando rotativas hoy en día, cuya puesta en marcha, el 31 de diciembre de 1911, supone todo un acontecimiento. El periódico lo anunciaba ese mismo día con orgullo indisimulado. «Mañana, primero de enero, comenzará a imprimirse en rotativa El Norte de Castilla, y publicaremos, con tal motivo, un número extraordinario con artículos y poesías y numerosos fotograbados de los nuevos talleres y maquinaria que tenemos ya instalados en el edificio de la calle de Montero Calvo, que acabamos de construir. Este número extraordinario constará de ocho páginas y costará, como de ordinario, 5 céntimos».
Al día siguiente de la inauguración de la rotativa, el 2 de enero, el periódico se congratula de la buena acogida de los lectores. «Hasta la indulgencia con que nuestros lectores se hicieron cargo de algunos ligeros defectos en los grabados, que ya hemos subsanado, era una prueba del cariño con que el público nos alienta en este patriótico empeño de traer a la prensa castellana todas las mejoras y reformas que el progreso moderno ha introducido en las artes gráficas». Asegura que el público se pasó por los talleres para observar la tirada de la edición de la tarde.
La expectación era enorme, y no era para menos. Valladolid entra, con la primera rotativa de la ciudad, en la era moderna del periodismo, y por fin tiene en sus manos un periódico capaz de hacer grandes tiradas. Las limitaciones, en los años siguientes, vendrán dadas por la composición de los textos, que se sigue haciendo a mano hasta que en la década de los veinte llegan las primeras linotipias a El Norte.
El acontecimiento sirve para que el número especial sirva como presentación de la nueva maquinaria y, además, como autofelicitación por lo que supone un gran avance. Además, metido ya en el siglo XX, el periódico se acerca a sus setenta años de historia más consolidado que nunca. Cuatro páginas glosan la llegada de la Koenig&Bauer. Incluye incluso poesías. Así, Torres Ruiz observa de esta forma la mole de acero. «Suenan las vigorosas pulsaciones / del motor, que parece en su latido / el corazón de un cíclope, vencido / en su lucha con monstruos y dragones. / La complicada red de correones / rasga el aire con áspero zumbido / y es un sistema vascular henchido / que conduce energía á borbotones. / Como un cerebro que ásu influjo piensa, / la rotativa en su labor intensa / vibra con acordado movimiento, / y de aquella cabeza de gigante / el periódico surge palpitante / lo mismo que si fuera un pensamiento».
La llegada de la Koenig&Bauer origina una expectación totalmente justificada. Valladolid se sitúa de esa manera a la altura de las provincias más avanzadas en cuanto a la tecnología de sus diarios. En Santander, por ejemplo, no se instala la primera rotativa hasta el año 1919. El ‘Diario de Navarra’, otro de los históricos, lo hace en 1912, y tan solo algunos como ‘Heraldo de Aragón’ se adelantan a El Norte por unos años. Los zaragozanos inauguran su primera gran máquina en 1908. La primera rotativa que se instaló en España fue la de ‘El Imparcial’, de Madrid, diario fundado en 1867. Contó con rotativa desde 1876.

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La noche de la rotativa
Francisco Antón | Publicado en 1954
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Una noche toledana para los de El Norte la que fue puente entre los años 1911 y 1912. Se estrenaba la rotativa, y con el 1� de enero había de salir el periódico tirado en aquel monstruo habilísimo, que imprimía, pegaba, plegaba, doblaba, contaba y apilaba debidamente los ejemplares. Se estrenaba también la estereotipia, aunque los moldes eran todavía de tipo móvil, con lo cual su impronta en los cartones resultaba bastante más nítida y clara que sobre los bloques de linotipia. Y, claro está, las tejas traducían esta precisión y la transmitían al papel húmedo y... excelente.
Total, lectura fácil, aun para los présbitas. En lo alto de la máquina, preparándola y gobernando a los engrasadores y ayudantes, un gran personaje: un formidable alemán, de blusa y sombrero hongo; hombre gigantesco, rubio y colorado. No sabe palabra de español y ordena en tudesco, sin preocuparse de que le entiendan. De regente de noche, Bedera. Se ha retirado a la nave de máquinas, que está en penumbra, y hace su cena, como siempre, peripatética. Jamás se le vio sentarse para cenar, ni siquiera estar a pie firme. Esa noche, menos. De ajustador, Valentín, que también echa una mano al componedor. Asusta verle levantar de los galerines columnas enteras de letra, sin cordeles ni ataduras, y llevarlas en el aire hasta el tablero del molde y meterlas entre los corondeles, previo acuerdo tácito, por gestos, con el confeccionador, quien obedece a Valentín, lejos de mandarle, todos nerviosos, y ojo a los cabeceros, porque de allí salen las erratas gordas y en ese día...
El único impasible es el maquinista alemán. Allá se las den todas. ‘Allá’ es su estribo, desde donde toca con la cabeza en el techo. La tirada empieza, pronto porque el número lleva muchas páginas y porque ha de contar el timbre más ejemplares que nunca. La redacción. Ajetreo y temor y humo y nicotina. La calefacción, al rojo. Alguna que otra botella de cerveza entre los periódicos y los ceniceros. Todo pasa en la planta baja del edificio actual: allí se acomodan redacción, administración y talleres. Y todavía queda espacio para dos saloncitos de espera y de visitas, abiertos a la calle de la Victoria. Desde ellos se ve pasar, raudo, a Altolaguirre patinando con ruedas sobre el asfalto; a otras horas, imposible tal deporte.
La redacción... Don Antonio Royo, Ricardo Allué, Carmona, Pedrosa, Agapito, que firma sus crónicas taurinas ‘Agapito I’, Frías, Garrote, Ordóñez, Velao, Mezquita, Yaque… ¿Alguno más? Mala cosa es fiar en la memoria de los viejos. Allí también Carreño. Allí también Juanito Bellogín, administrador del periódico, bien sereno y bien consciente de su responsabilidad aquella noche. Y con ella Jacinto Altés, que había de sustituir a Bellogín en la administración de El Norte. Y amigos; bastantes amigas habían llegado desde sus residencias, algunos desde Madrid, desde Palencia, desde Zamora y desde pueblos de le provincia. Podrían citarse nombres. Y, naturalmente, los consejeros, con el gerente a la cabeza… Pero todos aquejados de sueño. Todos los que no tenían por oficio trasnochar, porque estos, redactores, tipógrafos y serenos, andaban con los ojos más encandilados que nunca. ¿Los serenos?, diréis… Pues sí, los serenos: el de la Victoria, el del Campillo, el de Montero Calvo, el de Santa María… allí estaban también, a las puertas, o en los talleres o mirando a la máquina por la cristalera. Una palmada lejana, y dispersión general de serenos, para volver.
Para consejeros y amigos no queda ya diván, sillón ni banqueta desocupados, donde dormir y dar cabezadas. Divanes enteros no bastan para algunos, porque los han convertido en cama, con almohadas de cojines y mantas de gabanes. Y, al fin, un timbrazo de aviso. Va a comenzar la tirada. Como es 1� de enero, aun tardará bastantes horas en venir el día del sol: el del reloj va bien avanzado, en cambio. Ha terminado la noche, que fue memorable para la historia de este periódico. La tirada del 1� de enero de 1912 corrió suavemente, ante la admiración de interesados y de curiosos. Para estos fue un espectáculo, que, por cierto, siguió siéndolo muchas madrugadas y que, tal vez, lo sea aún.
Terminó aquella noche y, después, han rodado tantas noches de periódico, nuevas de minutos, nuevas de ‘dramatis personae’… Sería tremenda una lista completa de los que aquella noche tuvieron ‘papel’ en el reparto, como actores, y de los que asistieron como espectadores del ‘drama’. Espanta el recuerdo, y más aún porque así tiene que ser, sin remedio.

 

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