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LOS ALBA
 
  Un paseo por la década
 
CONTENIDO
  Persecución
  Carta al rey desde el exilio
Persecución
Nieves caballero
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La posición de Santiago Alba y El Norte de Castilla frente a la Dictadura de Primo de Rivera, que inaugura tiempos de censura, atrajo hacia el diario multas e interrupciones entre los años 1923 y 1930
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Simbiosis. Santiago Alba y Bonifaz era el principal accionista del periódico vallisoletano. / el norte

 

 

 

 

LA EMPRESA

Sede social
Administradores y redactores se afanan en sus labores en el número 31 de la calle Duque de la Victoria, mientras los operarios trabajan en los talleres instalados en los aledaños números
19 y 21 de Montero Calvo.

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Desde 1900 y hasta 1923, en vísperas del levantamiento del capitán general Miguel Primo de Rivera, se registra una compenetración y apoyo mutuo entre El Norte de Castilla y Santiago Alba, su principal accionista. De mano del político, el periódico se coloca en una posición atractiva para un amplio segmento social castellano. Celso Almuiña, catedrático de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Valladolid, considera que durante esta época «El Norte habla por boca de Santiago Alba», un hecho que le acarrea adhesiones inquebrantables, pero también enemistades absolutas. Durante la Dictadura de Primo de Rivera, Alba defenderá a capa y espada «su diario», pero esta cooperación generará muchos sinsabores y persecuciones al rotativo, que la sociedad mercantil intentará sortear de la mejor manera posible, tanto para eludir la censura como para salir a la calle todos los días a pesar de sucesivas órdenes de interrupción.
A partir del desastre de Annual (verano de 1921) se produce un choque abierto entre Santiago Alba y los militares. Dada la incapacidad de estos para liberar a los prisioneros españoles en poder de los rifeños y reconquistar las posiciones perdidas, Alba, a la sazón ministro de Asuntos Exteriores, decide recurrir a la vía diplomática y logra el rescate de estos hombres a cambio de compensaciones económicas. Los militares, además de sentirse afrentados, se oponen porque consideran que la iniciativa del ministro fortalece al enemigo al permitirle adquirir armamento gracias al cobro del rescate económico. La redactora del diario vallisoletano Liliana Martínez Colodrón, que analiza esta época en su tesina sobre ‘El desarrollo de la Dictadura de Primo de Rivera a través de las páginas de El Norte de Castilla: 1923-1930’, destaca que «la ruptura de turnos provoca una crisis definitiva en la prensa» después del golpe de Estado, del 13 de septiembre de 1923, en cuyo Manifiesto la única figura del ámbito político español acusada con nombres y apellidos será Santiago Alba, utilizado como cabeza de turco o chivo expiatorio.
Después de medio siglo de normalidad constitucional, el enrarecimiento del panorama político nacional llega a su punto álgido con el golpe de estado liderado por Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña. Al tener conocimiento de los hechos, de los que dará cumplidas noticias El Norte de Castilla, Santiago Alba y Bonifaz cruza la frontera hacia Francia –la segunda patria de todas las generaciones de políticos españoles en el exilio– y no regresará hasta que no finalice la dictadura, en 1930, y se celebren las elecciones que permitirán dar la bienvenida a la II República. Alba considera que Alfonso XIII ha alentado el golpe militar y no ha hecho nada en su contra, por lo que rechazará formar parte del nuevo Gobierno a pesar de la invitación directa que le hace el monarca durante una visita en su destierro parisino.

La censura
«La censura irrumpe en el periódico desde el primer momento del golpe de Estado», subraya Martínez Colodrón. Las frases tachadas por los censores aparecían con líneas de puntos. En diferentes partes del diario, con distinta letra y enmarcado, se reproducía la siguiente aclaración: «Este periódico ha sido visado por la censura». Desde el jueves 28 de mayo de 1925 se amplía la advertencia: «El presente número de El Norte de Castilla, como todos los demás periódicos, a consecuencia de las suspensión de las garantías constitucionales, HA SIDO VISADO POR LA CENSURA». Incluso en ocasiones, para sortear el férreo control, el diario decano de la prensa española publica artículos de otros periódicos en los que la crítica no había sufrido el hacha de la censura, como ‘El Sol’ y ‘ABC’. La posición del periódico frente a la Dictadura del general Primo de Rivera le atrajo multas y suspensiones. En el año 1926, una de aquellas obligadas interrupciones dura 23 días, pero la sociedad sorteó la imposición editando una nueva cabecera. Del número de la reaparición de El Norte, con Federico Santander como director, se vendieron cuatro mil ejemplares, un hecho que da idea del apoyo que los lectores daban al diario. La censura dirige continuamente su mirada hacia el periódico vallisoletano y los políticos y militares albistas son vigilados estrechamente. Entre ellos se encuentra el catedrático, amigo, accionista, ex director y en esos momentos presidente del Consejo de Administración, Royo Villanova, quien desde la Universidad de Valladolid le genera numerosos quebraderos de cabeza al dictador.

Los censores
Celso Almuiña afirma que El Norte de Castilla juega un papel importante junto a otros rotativos de izquierdas como ‘La Libertad’ de Madrid y, paradójicamente, se desenvuelve con relativa facilidad durante el septenio dictatorial, por una parte gracias a la contradictoria y despistada censura establecida por el general Primo de Rivera –exenta de normas comunes y claras– y, de otro lado, por la persona responsable de aplicar la vigilancia en Valladolid. Efectivamente, los censores eran en la mayoría de las ocasiones los secretarios de los gobiernos civiles, funcionarios con escasos conocimientos sobre la materia impuesta por el dictador, incluso muchos de ellos no se sentían identificados con el régimen y añoraban la normalidad cívico-política perdida.
Otro aspecto que contribuyó a mitigar los efectos de la censura fue la afición periodística de Miguel Primo de Rivera, quien no dudaba en rebatir en los diarios las opiniones de redactores y directores, incluso daba órdenes a los censores para que permitiesen publicar las respuestas de los anteriores. De esta manera, apunta Celso Almuiña, «los lectores se lo pasaban en grande». Sin embargo, el catedrático de historia Moderna y Contemporánea de la UVA advierte de que los siete años de totalitarismo fueron suficientes para acabar con el modelo liberal.

Proceso sobreseído
Entre los fondos del Tribunal Supremo se conserva un grueso legajo sobre el proceso judicial abierto por aquellos años contra Santiago Alba, al que se acusaba de manipulación de la sociedad y de falsificación de documentos mercantiles, y que finalmente fue sobreseído. Celedonio de la Fuente, a la sazón jefe de la Censura durante gran parte de aquel septenio, publicó más tarde un libro sobre sus experiencias, en el que destaca que «decíamos que las medidas contra Unamuno y el Ateneo fueron impolíticas; las tomadas contra Alba fueron, además, la culminación de toda arbitrariedad, injusticia y crueldad. El episodio contra Alba en la Dictadura fue el único que he encontrado incomprensible y contradictorio con la caballerosidad de Primo de Rivera», argumentaba De la Fuente en su obra ‘La censura por dentro’.
El 23 de febrero de 1930, una vez finalizada la Dictadura, el diario publica un artículo –que ocupa la página 4 completa del número 32.848–, titulado ‘Cómo defendieron a don Santiago Alba sus amigos de Valladolid’, en el que se relata la persecución sufrida por El Norte y las prohibiciones de defensa pública para el político exiliado, además de mencionar una carta firmada por destacados personajes del periódico –Antonio Royo Villanova, Luis Antonio Conde, Enrique Gavilán, Augusto Fernández de la Reguera, Emilio Gómez Díez, Leopoldo Stampa, Herculano Pinilla, Isidoro de la Villa y Federico Santander–, en la que reclamaban benevolencia al Rey para Alba.

Carta al Rey desde el exilio
Santiago Alba y Bonifaz | Principal accionista de El Norte y político
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Señor: Ante todo, rindo a V. M. ferviente homenaje de gratitud por su telegrama. Leo en él todo lo que su deber y las circunstancias permiten decir al Rey. Es la primera ocasión que comunico por carta con V. M., desde la tarde histórica en que me despedí del Rey para Nija, donde pensaba descansar al lado de mi madre, bien ajeno todavía al carácter del movimiento de Barcelona. Momentos después, caballerosas advertencias de elementos más enterados que yo de aquél, hiciéronme cambiar de plan y allanarme (a la idea de) buscar en país extranjero, sobre todo, el medio de aportar tranquila y eficazmente a mi defensa elementos que me hubieran sido de seguro negados, en la violenta turbulencia, creadora de la Dictadura. No huía de la Ley, me colocaba fuera del alcance de la fuerza, creyendo en el definitivo imperio de la Constitución y del Derecho. Una vez más llego hasta V. M. pidiendo justicia. […]
En estos días, la Prensa de Madrid y de provincias, no entregada a los escandalosos ni a los calumniadores, ha pretendido reproducir una carta mía en ‘L’ Echo de París’ refutando completa y categóricamente los absurdos cargos que se habían dirigido en relación con los fondos reservados de Marruecos y la negociación de los tratados comerciales. La Censura, que ha permitido la publicación de las cartas de los señores Marqués de Alhucemas y Silvela, ha impedido la de la mía. España podrá creer que yo me he allanado, sin refutación por mi parte, a acusaciones tales. No cabe alegar que mi defensa hubiera de hacerse en su día ante el Tribunal competente, porque el General-Presidente, para acusarme y para insultarme –según ha reconocido con justicia persona de mí tan alejada políticamente como el señor Ossorio y Gallardo– no ha aguardado tampoco a tan solemne trámite. […] He sabido que se ha practicado por la Policía un registro en mi domicilio de Madrid. Es el único realizado. ¡Dichosa España!, que sólo en la persecución de un hombre político, yo, funda su nueva vida!! Convendrá, sin embargo, que los frutos de aquella no se extravíen ni se malogren, con igual pasión. […]
Deseo que todos los hombres, altos y bajos, que tengan alguna relación con la vida pública española puedan, como yo, soportar tranquilos la saña de una política de persecución personal y la sorpresa de un registro inquisitivo, sin caer en la indignidad o en el ridículo; las cifras y los datos acerca de mis ingresos y de mi fortuna, que ofrezco a V. M., son notoriamente las que, sin fantasía alguna, se atribuyen a bastantes ilustres y honorables letrados de mi misma categoría profesional. […] Lo que me importa ya, Señor, es que cuanto antes se me deje poner en comunicación con la opinión de mi país, no al objeto de propaganda alguna política –asqueado y dolorido renuncio de antemano a ella– sino, sencillamente, de mi defensa personal. Me importa también saber a qué atenerme en esa investigación sobre mis bienes, pues habiendo padecido la irreflexión lamentable, pero bien humana, de consagrar la mayor parte de mi fortuna personal a la casa, como queda visto, si yo hubiera de seguir alejado de la vida española, de carecer de mis ingresos profesionales, necesitaré venderla para vivir decorosamente en el extranjero. Pido justicia, Señor, y se la pido al Rey y al Directorio. […]
Pido justicia. Por su propio honor y para evitar que la ejemplaridad negativa dé sus frutos en lo porvenir, constituyendo un precedente que cada cual utilizará en servicio de sus ideales, de sus ambiciones o de sus odios, yo espero todavía que bajo la Monarquía de V. M. no habrá de continuar labrándose este tejido de puerilidades odiosas y de persecuciones inicuas. […] Señor: a los P. P. de V. M. Santiago Alba. Bruselas, 1 de octubre de 1923 (Es copia)
RESPUESTA
Embajada de España en Bélgica. Presidencia del Gobierno. 8 de octubre a las 19,30. Ruego diga don Santiago Alba: que S. M. me ha entregado su carta, y que encuentro legítima su aspiración de defenderse; lo que seguramente podrá hacer a su tiempo ante autoridad competente, pero no sería posible autorizar ahora polémica periodística ni distraerse por ella Directorio sus apremiantes deberes, debiendo considerar estado excepcional que éste ha juzgado preciso establecer para garantizar su labor y aún sin el cual estaban pendientes de justificación en España a partir año 21 hombres que ocuparon elevadísimos cargos. La Justicia, como a todo hay que darla tiempo para su serena actuación. Saludo a V. E. Primo de Rivera. Jefe de Gobierno. (Es copia) Conforme. Villalobar.

Extracto de una carta, cuya copia se conserva en el periódico, que Alba envió a Alfonso XIII desde el exilio para reclamar justicia y el derecho a defenderse públicamente de las acusaciones lanzadas por los adeptos a la Dictadura, así como la respuesta de Primo de Rivera.

 

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