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  Un paseo por la década
 
CONTENIDO
  Sagas de redacción
  El error de Martín Fernández
sagas de redacción
Fernando Bravo
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Las dinastías familiares no solo afectan al Consejo de Administración. Félix Antonio González y Patricio Cacho abren en esta década una prolongada tradición de estos nombres en el periodismo de El Norte
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La saga de los Cacho. Patricio Cacho Gato, Agustín Cacho Azcárate y Agustín y Patricio Cacho Hernández. / F. C.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LAS PERSONAS

Francisco Antón
Casaseca
Alma de la redacción llegó a ser subdirector.

Félix Antonio González
Músico y crítico musical. Su hijo fue director.

Patricio Cacho
Su firma fue la referencia del periodismo gráfico durante ochenta años.

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«Dice el señor Royo Villanova que la impresión de conjunto que se deduce de la referida estadística...»

Había dejado la dirección del periódico, aquella responsabilidad que asumió circunstancialmente para solventar las diferencias entre Alba y Silió, e iba labrándose Antonio Royo Villanova su carrera política. Pero también presidía el Consejo de Administración de El Norte, y sus iniciativas tenían especial eco en el diario.
El miércoles, 4 de julio de 1917, la primera página recoge bajo el título ‘De la labor de Royo Villanova’ una información sobre la Estadística de Instrucción Primaria, realizada bajo su supervisión –era director general de Primera Enseñanza–, en la que se describía el número de colegios públicos, religiosos, privados etc. existentes en cada provincia, el número de niños escolarizados, las necesidades de centros o el número de analfabetos. Destacaba aquella estadística que no había en ese momento en España ninguna provincia que tuviera el número de escuelas determinado por el número de población; que Lugo era la provincia más deficitaria y Soria, la que mejor dotación tenía, como demostraba el que fuera también la que presentaba menor índice de analfabetismo.
Si bien el tratamiento de la actividad del presidente del consejo tenía su reflejo en las páginas de periódico, no siempre se le daba preferencia. Ese mismo 4 de julio, el periódico abría la portada con una crónica de José Rodao, popular poeta y periodista segoviano, que durante años cumplió como corresponsal de su ciudad natal, y que refería una humorada sobre un encuentro en Londres de los descendientes de los grandes poetas de aquel país.
Ricardo Allué, por su parte, no se limitaba a ejercer la dirección de la redacción desde Valladolid. Asuntos como el Congreso de Abogados celebrado en San Sebastián le convirtieron en corresponsal de su periódico en el mes de septiembre de 1917.
«Ayer se inauguró solemnemente y hoy ha comenzado a funcionar. El suntuoso Palacio de Justicia –no histórico como el nuestro, pero cómodo, amplio y lujoso– alberga en estos momentos a varios centenares de abogados españoles...»
Durante estos años se consolida la presencia en las páginas de El Norte de algunas firmas que años más tarde jugarían un papel decisivo en su redacción. Francisco de Cossío publicaba en la primera página sus ensayos costumbristas – ‘El hombre demasiado simpático’, ‘Don Perfecto Caballero’– y otros artículos en los que ya se cuidaba la propiedad intelectual: ‘Prohibida su reproducción’ era la coletilla que acompañaba a menudo su firma.
Federico Santander, que, como Cossío, desempeñaría más tarde el cargo de director del periódico, se prodigaba asimismo en la primera del diario abordando asuntos de gran calado, en su caso en defensa de la enseñanza religiosa frente a las propuestas de un laicismo escolar que también tenían cabida en el periódico.

Félix Antonio y Cacho
Las sagas familiares de El Norte no solo han tenido su residencia en el Consejo de Administración. La redacción, los talleres o la distribución tienen también una cierta tradición ‘dinástica’. En los felices veinte, a punto de finalizar la ‘belle époque’, aparece por primera vez el nombre de Félix Antonio González González, compositor de talento, dice Altabella, autor de varios poemas sinfónicos estrenados con éxito por las orquestas sinfónica y filarmónica, y unos cuartetos por el nacional de música de cámara. Sus críticas musicales salpicaron las páginas de El Norte durante un cuarto de siglo, «desbordando la esfera regional y logrando calificada estimación en el mundo musical de su tiempo». Este primer Félix Antonio González, que fue profesor de la Universidad de Valladolid, escribió, asimismo, sobre temas literarios.
Algo más de dos décadas después, el 1 de octubre de 1953, entra en nómina su hijo, Félix Antonio González González, –‘el Tripitido’, por los tres primeros apellidos– con la categoría de redactor de primera, que doce años después llegaría a dirigir el periódico y aún hoy es colaborador diario.
También a finales de los años veinte aparece Francisco Gallardo, quien durante su estancia de profesor en la Escuela Normal de Valladolid, de 1919 a 1930, destacó como redactor, y había colaborado antes desde Burgos y Ávila como corresponsal.
Uno de los primeros redactores gráficos es Feliciano Santos Peña, a quien sucedería en las tareas de periodismo gráfico, desde 1919, Patricio Cacho Gato, primero de una familia de fotógrafos vinculada al periódico durante casi ochenta años. En 1955, el hijo de Patricio, Agustín Cacho Azcárate, tomó el relevo al frente de la sección gráfica del periódico y a él le sucedieron sus hijos, Agustín y Patricio Cacho. Fueron estos los últimos de la saga. Concretamente Patricio, ‘Pati’, que llegó a atisbar la mayor revolución tecnológica de su profesión, las primeras cámaras digitales, poco antes de su muerte, en 1996.

Al abrigo de los suplementos
Los suplementos dominicales ‘Castilla’, suplemento literario; ‘Vida Rural’, revista agrícola, o ‘La Vida en la Escuela’, revista de enseñanza, albergaron también algunas de las firmas de más tradición de El Norte de aquellos años.
Mariano Belloguín, Fernando de Lapi, a veces De’Lapi, A. G. Olmedo y, por supuesto, Francisco de Cossío tuvieron especial protagonismo en el suplemento dominical ‘Castilla’, cuya puesta en marcha se había encargado a Fernando Santander, un joven periodista que acababa de aterrizar en El Norte desde el ‘Diario Regional’.
A. G. Olmedo alertó desde aquellas páginas sobre el «expolio» que el Gobierno planeaba llevar a cabo en el Archivo de Simancas, asunto que también llevó a las páginas de información local: ´Los documentos son intrasladables’, ‘Se llevan los documentos’ o ‘A vida o muerte’ tituló en su campaña.
‘Castilla’ dejaba también espacio a una sección, ‘El libro de la semana’, en el que Francisco de Cossío glosaba obras como el ‘Abel Sánchez’, de Unamuno, o ‘El paisaje de españa visto por los españoles’, de Azorín. En aquella hoja literaria también tenían cabida los versos de José Rodao y, según definición de Altabella, «de los mejores escritores provincianos de la época, como Miguel de San Román, Andrés Torre Ruiz, Zacarías Ylera Medina, Francisco Maldonado, Francisco Valdés, Gómez Molla, Muñoz Greco, Esteban Clemente Romero...
El suplemento literario alternó los domingos, entre 1915 y 1921, con ‘La vida en la escuela’ una hoja de divulgación pedagógica que dirigía el maestro de Primera Enseñanza Sidonio Pintado, quien enviaba sus originales desde la localidad palentina de Baltanás. La mayor parte de sus colaboradores eran, como él, maestros nacionales. Sidonio Pintado terminó haciendo información sobre enseñanza en el periódico madrileño ‘La Libertad’.

Borrás, Antón y Rodríguez Díaz
En este principio de siglo destacó una larga lista de periodistas cuyas biografías recoge con detalle José Altabella.
Define a José Borrás y Bayonés como un literato distinguido que llegó a ser delegado de Hacienda en Valladolid. Hizo periodismo en Toledo, de donde era originario, y dirigió ‘El Día de Toledo’ y ‘El Día’ y escribió algunas revistas de toros, en prosa y en verso, en ‘El Nuevo Diario de Badajoz’. Desde 1906 desempeño en El Norte el puesto de consejero literario con el cargo de delegado del Consejo Directivo para cuanto se refería a la parte literaria del periódico, del que llegó a desempeñar en ocasiones la dirección, de forma interina.
De Francisco Antón Casaseca, que unos años antes, con ocasión de la adquisición de la primera rotativa, ya había tenido su protagonismo en la efeméride, dice Altabella que se trataba de un gran escritor. Nacido en Corrales (Zamora), se licencio en Derecho y Filosofía y Letras, fue correspondiente de la Real Academia de San Fernando y profesor de la Facultad de Historia de la Universidad de Valladolid. Antón Casaseca inició su vida periodística como redactor en ‘El Correo de Zamora’ y, gran conocedor del arte castellano, elaboró excelentes monografías como ‘El Arte Románico en Zamora’ o el ‘Catálogo monumental de Valladolid’, este último inédito. Ingresó en diciembre de 1911 en El Norte, donde llegó a ser subdirector, y contribuyó a la expansión regional del diario por sus crónicas de los viajes realizados a los principales pueblos de la región, que coronó, ya en los años sesenta, con una campaña en defensa del patrimonio artístico e histórico de la provincia. Mantuvo también la tradición de la información agraria firmando con el seudónimo de Juan de Tejada. Compañero de Francisco Antón fue Carlos Rodríguez Díaz, madrileño, delineante de Obras Públicas, quien después de trabajar en la prensa de la capital se incorporó a El Norte en 1911, donde llegó a ser redactor jefe.
Entre los colaboradores del periódico figura también un grupo de cronistas militares –guerra de Marruecos, la Guerra Europea– como Ramón Franch, José Yaque Laurel o José Gardoqui.

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El error de Martín Fernández
Fernando Bravo
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El martes 21 de julio de 1925 no sale a la calle El Norte de Castilla. Una suspensión gubernativa impide que el decano de la prensa se edite por espacio de cinco días hasta que el domingo, día 26, la edición de El Norte vuelve a la calle abriendo con una sucinta nota que explica el levantamiento de aquella suspensión, aunque no los motivos:
«La suspensión de EL NORTE DE CASTILLA, decretada por nuestra autoridad gubernativa, ha sido levantada.
»Una cordial entrevista de consejeros de este diario con el señor gobernador y unas explicaciones caballerosamente ofrecidas, y caballerosamente aceptadas, han bastado para aclarar equívocos y desvanecer prejuicios que á todos molestaban y á unos y otros interesaba deshacer, restableciendo entre El Norte y la autoridad una armonía de relaciones que nos complace y sinceramente deseamos conservar.
»Terminado el asunto con la satisfacción de todos, reanudamos desde hoy nuestro contacto con el público».
Dos días después, el 28 de julio, el periódico abre a dos columnas con lo que pretende ser una explicación a los lectores y una disculpa pública a la autoridad por el supuesto error que costó la sanción. La firma el veterano corresponsal en Madrid Mariano Martín Fernández, que cubre a diario la información nacional. Con un «Voy a tener unos momentos de intimidad con los lectores de El Norte», inicia su confesión.
«Llevamos treinta años, toda una vida, en comunicación diaria por telégrafo y teléfono. Nunca ha sido para mí el trabajo más penoso y menos lucido que en estos últimos veintidós meses. Nunca tampoco le he dedicado más vigilante atención. Ha sido mi preocupación constante el peligro que amenaza la normalidad de la vida del periódico, que es algo como el hogar espiritual...
»Y lo inevitable surgió. Saben los lectores hasta qué punto me he atenido siempre en esta dura labor a las normas impuestas por el poder constituido... Jamás he intentado transmitir a El Norte noticia alguna previamente prohibida... He impuesto siempre a mis ayudante que acaten las resoluciones de los censores, sin discutirlas, ni menos burlarlas en comunicación telefónica...»
A continuación, Martín Fernández habla de una nota oficiosa facilitada por la Presidencia del Directorio, que a su vez recogió, como era habitual cuando el corresponsal tenía que telegrafiar después de la salida de los periódicos, de un diario madrileño vespertino que no cita. Esa nota, publicada el día 17 y relativa a la conferencia francoespañola sobre la guerra de Marruecos estaba incompleta y, sugiere, es el origen de la sanción a El Norte.

 

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