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LOS ALBA
 
  Un paseo por la década
 
CONTENIDO
  Noble Santander
  Cossío, el Maestro
La redacción del 26. De pie, Francisco de Cossío, Federico Santander, Jacinto Altés, Eduardo López Pérez, José Chicote, Ángel Martínez Carrasco, Francisco Carmona y Carlos Rodríguez Díaz. En la tercera fila, Emilio Cerrillo, Gregorio Hortelano y José Antonio Santelices. Sentados, José Vela, Juan A. Bellogín, Pedro Carreño, Nicolás Pedrosa y Francisco Galiardo.
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Noble SANTANDER
Fernando Bravo
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Los años de la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República tienen un doble referente: Federico Santander y Francisco de Cossío, dos promotores de la cultura apartados del periódico por razones políticas
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LAS PERSONAS
Federico Santander
Dirigió el suplemento cultural ‘Castilla’, que inauguró Unamuno. Formó sociedad con Cossío para convertirse en empresario del Teatro Calderón. Dejó la dirección del periódico con la República y murió fusilado en Paracuellos.
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Monárquico. Sus ideas monárquicas le alejaron del periódico y le llevaron a la muerte en Paracuellos.

 

A las cuatro menos cuarto de la tarde del 15 de abril de 1931 hizo su entrada en la estación de Valladolid el tren real que llevaba a la frontera con Francia a la reina Victoria Eugenia y a sus hijos, los infantes Jaime, Gonzalo, Beatriz y Cristina. El ambiente en la estación era tenso porque el convoy real podía coincidir con un ‘rápido’, que hacía el recorrido inverso y trasladaba a Madrid a los nuevos ministros del Gobierno Provisional, y había una multitud dispuesta a saludarles y a mostrar su entusiasmo por la nueva república. Aunque el recibimiento a la familia real fue respetuoso, se oyeron algunos insultos. Entonces, un hombre vestido elegantemente y con un ramo de flores en la mano se abrió paso entre la gente y subió al vagón a cumplimentar a la reina. Era Federico Santander, personaje muy conocido porque había sido alcalde de Valladolid en dos ocasiones, la última hasta hacía dos días, y era director del periódico desde 1926».
Este episodio, relatado por la periodista María Aurora Viloria en ‘Personajes Vallisoletanos’, retrata cabalmente la personalidad de Federico Santander Ruiz-Giménez (Madrid, 14 de abril de 1883; Paracuellos del Jarama, 2 de diciembre de 1936).
Santander, que residía en Valladolid desde los tres años y se había doctorado en Derecho en su universidad con una tesis titulada ‘Organización política de España’, en la que dejaba claramente fijada su ideología monárquica, había tomado el relevo a Ricardo Allué al frente de la redacción de El Norte de Castilla en junio de 1926. Aquel 15 de abril de 1931, el desafío a la multitud para saludar a la reina no fue su único gesto de adhesión a la monarquía. La República, él lo sabía, hacía inviable su permanencia al frente de un periódico al que solo podría causar problemas, por lo que decidió dejar la dirección del diario.

«Nobilísima exageración»
Su decisión de dejar El Norte fue inmediata y personal, tanto que la sorpresa en la redacción queda reflejada en una nota publicada en la primera página de El Norte de la edición del 25 de abril. Bajo el escueto título de ‘Federico Santander’, la redacción, ya bajo la responsabilidad de Francisco de Cossío, pone de manifiesto su estupor por la decisión de Santander de abandonar el periódico y la esperanza de volver a contar con él:
«Aunque alejado durante unos días de nosotros nuestro entrañable amigo Federico Santander, no creíamos que su temporal apartamiento de nuestras tareas tuviera la trascendencia que le dan algunos periódicos. Tenemos esperanza de que cuando transcurra algún tiempo, muy poco, y se serenen todos los espíritus, justificadamente conturbados con los últimos sucesos políticos, nosotros volveremos a disfrutar de la grata compañía de nuestro ilustre compañero y nuestros lectores saborearán de nuevo la prosa brillante de su envidiable pluma».
La nota tiene tintes editorialistas y en ella El Norte admite que «quienes combatieron a los candidatos republicanos y socialistas considerando su triunfo como el pórtico de la revolución anárquica y sangrienta, se van rindiendo a la realidad y reconocen sinceramente que el actual gobierno es la única garantía posible del orden y de la tranquilidad pública y que es un deber patriótico y ciudadano apoyarle resuelta, leal y desinteresadamente.
»Entre los que escriben en El Norte no es Federico Santander el único monárquico, pero ninguno ha reaccionado con tan nobilísima exageración ante la soberana voluntad del pueblo, acatada discretamente por el mismo don Alfonso.
»Monárquicos singuen siendo algunos de nuestros compañeros pero creen que cumplen con su deber de españoles y de castellanos posponiendo sus convicciones políticas a los altos intereses de Castilla y España».

Víctima de la censura
La confianza de la redacción en su ya ex director no fue correspondida. Federico Santander, que 16 años antes se había adscrito al partido de Santiago Alba y había fundado poco después la Juventud de Izquierda Liberal Monárquica, no volvió a El Norte de Castilla. Pero su decisión estaba justificada porque era consecuente con sus ideas y había experimentado los efectos de la censura desde poco antes de asumir la máxima responsabilidad en la redacción del periódico.
Santander se había incorporado como redactor en junio de 1915, procedente del ‘Diario Regional’, para ponerse al frente del suplemento literario ‘Castilla’, que se publicó los domingos durante seis años, hasta 1921. Tras una brillante trayectoria como coordinador de aquel suplemento y redactor literario, en las semanas previas a su nombramiento como director, el 29 de abril de 1926, El Norte dejó de salir a la calle durante casi un mes. El 21 de mayo volvía el periódico a encontrarse con sus lectores, pero en su primera página no aparecía ya nota explicativa alguna, como había ocurrido en ocasiones anteriores en las que el Gobierno había clausurado el diario.
Un escueto suelto anunciaba únicamente una compensación para los suscriptores:
«Al reanudar la publicación de El Norte de Castilla, ponemos en su conocimiento que en compensación a los días que han dejado de recibir el periódico, les serán prorrogadas por un mes sus suscripciones».
Era la etapa del Directorio Civil de la Dictadura de Primo de Rivera y estas situaciones eran relativamente frecuentes. De hecho, la edición del 28 de abril, la última antes de esta clausura, en la primera página recogía la siguiente nota:
»De Santander (la ciudad)
»‘La Atalaya, suspendida’
»Nuestro colega de Santander ha dirigido a sus abonados la siguiente circular, con fecha 24 del actual:
»Nuevamente, el Gobierno Civil de nuestra provincia se ha fijado en nuestra modesta labor y ha suspendido por ocho días la publicación de ‘La Atalaya’.
»Solamente la lesión material que a nuestros abonados les causa nos contrista en el momento actual.
Nuevamente apelamos a su amistad, para que acepten esta forzada suspensión... El director, José del Río; el administrador, Federico Andrés».
El Norte apenas añadió:
«Lamentamos de todo corazón lo que ocurre al colega santanderino».
Al día siguiente, se produjo la clausura durante casi un mes de El Norte de Castilla.

Político, empresario, periodista
Federico Santander había sido concejal de Valladolid ya en 1915 y posteriormente simultaneó su condición de alcalde con las labores de redactor entre 1919 y 1922. Pero además, Santander era un verdadero agitador cultural y, junto con los colaboradores del suplemento ‘Castilla’, mantenía una estrecha relación con los autores dramáticos que estrenaban sus obras en Valladolid, con pintores y músicos, y las tertulias que se celebraban en la sede del periódico así lo acreditaban.
Sin embargo, Santander estaba especialmente interesado por el teatro y, cuando fue elegido alcalde en noviembre de 1919, formó una sociedad con su compañero de redacción y sucesor en la dirección del periódico, Francisco de Cossío, para convertirse en empresario del Teatro Calderón. Las amistades que Cossío había hecho como crítico con actores y directores, como María Guerrero, Fernando Díaz de Mendoza, Benavente, Arniches o Muñoz Seca, permitieron a los nuevos empresarios programar en el Calderón teatro clásico, moderno, ópera y conciertos.
Antes de llegar a la Alcaldía, Federico Santander, siendo concejal, tuvo una actuación decisiva en la compra por parte del Ayuntamiento de la casa en la que nació José Zorrilla. Mariano Cañas, funcionario municipal, publica en El Norte, 88 años después, los detalles de aquel acuerdo municipal del 2 de febrero de 1918, por el que se decide pagar 13.000 pesetas en cinco plazos anuales al entonces propietario de la Casa de Zorrilla, Norberto Adulce. Algunos concejales se habían opuesto a la compra, por considerar que no estaba suficientemente probado que en la vivienda hubiera nacido José Zorrilla. Federico Santander acredita documentalmente este extremo y convence a la mayoría para efectuar la compra.
Santander logró fundir la actividad periodística y cultural en un escenario, El Norte, que dio cobijo a los personajes y acontecimientos culturales más relevantes de principios de siglo.
El 9 de abril de 1926 publica el periódico en primera la reseña de la lectura de poesías por Federico García Lorca en el Ateneo:
«Mejor que un comentario propio y un análisis personal, preferimos recoger el fondo del admirable trabajo de representación que leyó otro gran maestro de hoy, Jorge Guillén [...] notabilísima página de nuestro distinguido colaborador.
Pero la actividad cultural promovida o apoyada desde El Norte, atendía también a los protagonistas de la cultura doméstica. Cierto que algunas convocatorias como la siguiente describían perfectamente la sociedad vallisoletana de aquellos días:
»Ateneo de Valladolid
»Lectura de poesías
»Esta tarde, a las ocho, organizada por la ‘Sección escolar’ del Ateneo y en la biblioteca de la «docta casa», dará una lectura de versos de su libro inédito ‘Brisas’ el joven poeta Nicomedes Sanz Ruiz de la Peña. A este acto pueden concurrir los socios del Ateneo, las señoras y señoritas que lo deseen y las personas especialmente invitadas».

Los otros redactores
La decena larga de redactores con que contaba el periódico atendía también aquella otra información más pegada a la actualidad local, las ‘Notas municipales’ o la ‘Crónica local’, que eran un fresco de la actividad diaria de una ciudad provinciana, con secciones que contenían una información insólita y probablemente inadmisible en nuestros días. La altura intelectual y literaria de los Cossío, Santander, Vela o Bellogín no estaba reñida con la información de servicio o los sucesos.
Bajo el epígrafe de ‘Crónica local’, el 9 de febrero de 1926, se publica, como era habitual, en primera página y tras el tiempo, la sección ‘Viajes’:
«Han salido: Para Palencia, doña Cristeta Ramos, viuda de Fernández.
»Para Madrid, el gerente de la Sociedad de Empresarios de Espectáculos, señor Argilés.
»Para San Sebastián, la señorita Fermina Alarcón y doña Josefa Niño y Moyano, viuda de Izquierdo.
»Para Gijón, don Sotero Rico.
»Para San Sebastián, los industriales don Demetrio y don Juan Ramírez y don Abudemio Renedo.
»Para Lourdes, el comerciante Valentín Caderot, con su hija Lolita.
»Han llegado
»De Madrid, después de haber obtenido plaza de inspector de Sanidad e Higiene, el doctor en medicina, nuestro paisano don Luis Suárez de Puga.
»De Salamanca, doña Pilar Gutiérrez de Prada Lagarejos, con sus hijas Carmen y Rosario.
»De Irún, el empleado don Manuel Pareja.
»De Madrid, el abogado don José Burgos de Orellana.»
Los asuntos del campo, la política y la corresponsalía de Madrid dejaban también espacio preferente para otro tipo de información local, los sucesos, donde la denuncia o detención era una patente de corso para que los redactores identificaran con pelos y señales a quienes (presuntamente) habían infringido la ley.
Las ‘Notas municipales’ del 10 de febrero de aquel mismo año describen las fechorías documentadas por los guardias municipales y la multa impuesta:
«Relación oficiosa de las denuncias hechas por los guardias municipales por infracción a las ordenanzas durante las últimas 24 horas:
»A don José de la Riva, por pasar con el autocamión M-7.764 por la Avenida Alfonso XIII, 5,35
»Al señor vizconde de Torresecas, por circular sin matrícula en la parte posterior del automóvil M-50.604, 25,35
»A don Severiano Gómez, por circular con tres caballerías enganchadas al carro número 108, por Fuente Dorada, 5,35
»A don Ricardo Fernández, por vender leche aguada, 25,35
»A doña Guadalupe Parro, por recogerla cinco panes con la falta de 120 gramos, 10,35.»

Fusilado en Paracuellos
Los meses previos a la proclamación de la República y su abandono de la dirección de El Norte no fueron fáciles para Santander. El 13 de marzo de 1930 se constituye de nuevo el Ayuntamiento, tras la conclusión de la dictadura militar, y es designado de nuevo alcalde Federico Santander. En su toma de posesión asegura: «Falta el sector socialista. Hemos hecho todo lo posible para que estuviera aquí representado, procurando salvar sus escrúpulos. La concesión de libertad al Ayuntamiento para la elección de los tenientes de alcalde demuestra los buenos deseos del Gobierno. [...] Si después de esto no vienen a la Corporación, no será por nuestra culpa»
En abril de ese mismo año, una nota publicada en el periódico hace referencia a una agresión al todavía alcalde Federico Santander por parte de un empleado de la Diputación.
Cuando, tras la proclamación de la República Santander abandona Valladolid, se instala en Madrid, donde colabora con el ‘ABC’ y posteriormente inicia un viaje «alrededor del mundo», a cuyo regreso, después de haber hecho más de 30.000 kilómetros, es recibido en Valladolid. De nuevo en Madrid, sus conferencias y artículos en favor de la monarquía le llevaron a la Cárcel Modelo, de la que no saldría hasta el 2 de diciembre de 1936, víctima de una ‘saca’ que los exaltados hicieron en la prisión, para morir fusilado en Paracuellos del Jarama.

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Cossío, el maestro
Fernando Bravo
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Su definición de la profesión periodística le valió el premio Mariano
de Cavia. Sus ensayos le costaron el confinamiento en Chafarinas. Unamuno le reprocha que ceda «ante el terror blanco» de la Dictadura
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Francisco de Cossío. «No hay que dejar que se mueran las palabras» era su máxima para la profesión.

 

 

 

LAS PERSONAS
Francisco de Cossío
El ensayo ‘Andrenio o el periodismo’ le valió el premio Mariano de Cavia. Dirigió el periódico durante la Segunda República y la Guerra Civil y en 1943 fue sustituido por un hombre más afecto al Régimen.
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Todos los que escribimos en los periódicos tenemos confianza en el periódico. De que aquello tan complejo y complicado no falle nunca... Gracias a esta fe puede subsistir un periódico, que ha de salir todos los días a su hora. En los Altos Hornos creo que hay una continuidad semejante. Allí es el fuego; no hay que dejar que se apague el fuego; aquí son otras cosas aún más sutiles que el fuego, las palabras; no hay que dejar que se apaguen las palabras.
»De esta máquina complicadísima ha surgido un hombre que se parece mucho a la máquina: el periodista. El periodista es el hombre de los esfuerzos efímeros pero continuos. Hay algunos escritores para quienes el periodismo no es sino un medio de difusión. Escriben un libro, publican en un periódico sus capítulos como si fuesen artículos y creen que con eso cumplen una función periodística. Para ser periodista es necesario un desinterés mayor. El periodista ha de entregarse a lo efímero con una convicción absoluta y ni por un momento ha de pensar que escribe para la posteridad...
»Esa emoción de abrir un papel a la mañana, en medio de la calle, en el tranvía, en el café, y encontrarnos de pronto con unas ideas ofrecidas así, de momento, como punto de apoyo para nuestros comentarios del día, a sabiendas de que aquello tiene un instante de actualidad, que pasa y que una vez pasado no hay medio de recuperarlo. Oficio que muere y renace cada día».
Francisco de Cossío y Martínez Fortún (Sepúlveda, Segovia, 1887; Segovia, 1975) esboza en este ensayo ‘Andrenio o el periodismo’, publicado el 25 de diciembre de 1929, un autorretrato que revela su idea del periodismo, apenas un par de años antes de asumir la dirección de El Norte de Castilla. Este ensayo le valió, además, el premio Mariano de Cavia.

Desencuentros
Cossío no era un periodista más. Llevaba ocho años como redactor y otros siete, antes, como colaborador. Había formado parte del equipo de Federico Santander tanto en la redacción, con especial protagonismo en el suplemento cultural ‘Castilla’, como en otras iniciativas de promoción cultural, entre las que no era la menor la gestión del Teatro Calderón. Y formaba parte del Consejo de Administración, aun antes de ocupar el cargo de director.
Pero su éxito como periodista estuvo trufado de desencuentros con el poder, cualquiera que fuera el régimen o el gobierno establecido a lo largo de su larga trayectoria profesional. Antonio Corral Castanedo describe en ‘Personajes vallisoletanos’ sus vaivenes con la censura:
«Le gustaba cultivar el periodismo en calidad de francotirador, sin someterse a nada ni a nadie. Y aquella sinceridad, aquella libertad de pensamiento –que a veces era necesario disimular sirviéndose de la fábula, de la descripción humanizadora de un paisaje, de un mundo de metáforas, para burlar la censura– le rodeó de un prestigio grande dentro y fuera de su profesión.
»Y esa censura descubría críticas e ironías donde no las había; tachaba, sin llegar a saber por qué, pero por si acaso, unos artículos en los que hablaba de los cauces de los ríos, de la diferencia entre cribar y cerner. O permitía la publicación completa de un artículo sobre los ‘Cazadores de gorras’ en el que valiéndose de Tartarín de Tarascón, satirizaba sobre el Cuerpo de Somatenes, creado por el dictador Primo de Rivera. Lo que, al ser desvelado, le obligaría a exiliarse en París, burlando el destierro que ya estaba decretado. Por un largo ensayo en elogio de Santiago Alba, publicado en la prensa extranjera, fue confinado en las islas Chafarinas. La censura del franquismo, que examinaba con lupa sus escritos, permitía, sin embargo, la publicación íntegra de un ensayo titulado ‘Contradecirse y marcharse’ al final de los años cincuenta, que era un análisis muy sutil sobre el régimen y sobre la conveniencia de su cambio de trayectoria...»
Sobre su exilio en Chafarinas, Luis Játiva García, comandante médico retirado, escribe en la ‘Revista del Colegio Médico de Asturias:
«Como hecho curioso, en el año de 1926 estuvieron confinados, pero no presos, cuatro disidentes políticos y periodistas: Francisco de Cossío, Luis Giménez de Asúa, que fue diputado socialista y en 1936 vicepresidente de las Cortes españolas; Arturo Casanova, escritor, y Salvador María Vila, que estuvo 15 días deportado. Vivieron en completa libertad dentro de las islas, e incluso hicieron amistades con los isleños».
El Norte recogió también en sus páginas, el 25 de abril de 1926, la orden de confinamiento:
«Don Francisco de Cossío, confinado en Chafarinas. Nuestro compañero, el consejero delegado del Consejo de Administración de El Norte de Castilla, don Francisco de Cossío, recibió ayer a mediodía la orden del gobernador civil de esta provincia para que en el término de veinte horas saliese en dirección a Chafarinas, donde ha de permanecer desterrado.
»El señor Cossío ha marchado esta madrugada, acompañado por dos agentes de vigilancia».

«Le leo en El Norte, casi siempre con pena»
Pero Cossío sí se sometió al régimen y a la censura. Miguel de Unamuno, con quien tuvo una íntima relación desde sus discrepancias a través de diversos artículos y, posteriormente de forma personal, le envía una carta a Cossío en noviembre de 1936 en la que, según Castanedo, «deja clara la manera de actuar de Cossío en aquel conflicto».
«Hace tiempo, mi querido, que deseaba escribirle a usted para desahogarme –comienza la carta–. Le vengo leyendo a usted casi siempre con pena en El Norte de Castilla y viendo que no puede usted decir la verdad, su verdad toda. Lo que es un modo de mentir. Lo impone el terror blanco, tan feroz como el rojo».
Unamuno, que le notifica el fusilamiento en Granada de «nuestro Salvador Vila», compañero de destierro de Cossío en Chafarinas, concluye su carta compadeciéndole. «Y siga diciendo lo que le dejen decir», añade.
Francisco de Cossío, que había estudiado en el colegio San José de Valladolid, donde se aficionó al periodismo y al teatro, estudió después Derecho. Su discurso inaugural del curso del Ateneo, cuando era secretario de la sección de Ciencias Sociales, versó sobre ‘El sentimiento Castellanista’ y su intervención llamó la atención de Santiago Alba, que le abrió las puertas de El Norte, uniéndoles desde entonces una gran amistad. La defensa de Alba le costaría años más tarde el destierro.
Cossío colaboró en el ‘ABC’ y llegó a ser subdirector del rotativo madrileño. En noviembre de 1941, la Delegación Nacional de Prensa incoa expediente a Francisco de Cossío «por vivir en Madrid, siendo director de un periódico vallisoletano». Un largo trámite que concluyó en marzo de 1943, cuando Juan Aparicio, delegado nacional de Prensa, firma su desvinculación de El Norte, y nombra como sustituto a Gabriel Herrero Herrero, sacerdote y colaborador hasta entonces del periódico del Movimiento ‘Libertad’. El cese se formaliza el 6 de abril de aquel 1943. En 1946 Fernando Altés intenta recuperar a Cossío, sin éxito, pero en 1952 ingresa de nuevo como redactor de primera hasta su jubilación.

Santelices, Cerrillo, Martín Hernández, Carmona
Cossío heredó una redacción que había compartido con Federico Santander, en la que a los Antón Casaseca, Borrás y Bayonés o Rodríguez Díaz, hay que añadir nombres de periodistas relevantes víctimas de la Guerra Civil. Altabella recoge el caso del abogado José antonio G. Santelices, redactor durante varios años y más tarde redactor jefe, que también ocupó el cargo de secretario de la Confederación Hidrográfica del Duero. «Murió trágicamente en 1936», asegura Altabella.
Francisco Carmona Álvarez, jefe de negociado del Cuerpo de Telecomunicaciones, redactor jefe de El Norte de Castilla y miembro de la directiva de la Asociación de la Prensa, desarrolló durante más de treinta años su labor periodística en El Norte. El 23 de julio de 1936 una nota con su fotografía informa de su fallecimiento, «víctima de una rapidísima dolencia», y tres esquelas atestiguan que era un hombre popular.
En aquella redacción trabajaron durante muchos años periodistas como Emilio Cerrillo de la Fuente, que fue crítico teatral y taurino y que firmaba sus revistas de toros con el seudónimo de ‘Pepe Alegrías’. Su ficha de El Norte dice de Emilio Cerrillo de la Fuente (Madrid, 1899) que comenzó a trabajar el 8 de diciembre de 1927 como redactor y que se jubiló en mayo de 1969, pero «continuó voluntario hasta 1980». Entre los periodistas de la época que superaron varias décadas en El Norte figura también el sacerdote Martín Hernández, que se inició en los periódicos locales ‘El Porvenir’ y ‘Diario Regional’ y que desembarcó en El Norte en 1930, donde años más tarde fue nombrado redactor jefe y llegó a desempeñar el cargo de subdirector.

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La redacción de 1931. Sentados, Nicolás Pedrosa, Jacinto Altés, Eduardo López Pérez, Francisco Antón Casaseca y Pedro Carreño. De pie, Emilio Cerrillo, Juan Manuel Bellogín, José R. Chicote, Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, Carlos Rodríguez Díaz, Gregorio Hortelano, José Castro y Francisco Carmona.
 

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