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EL
PRODUCTO |
Precio
y paginación
En 1936 costaba
15 céntimos y en
1945, 40. Sin embargo,
en ese periodo pasó
de ocho o diez páginas
a solo cuatro. |
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El NORTE comienza la década
más oscura de la historia
reciente de España como el
periódico local y regional
atento a la actualidad nacional
e internacional que ya era. Por
15 céntimos ofrecía
a sus lectores ocho páginas
diarias –todavía a
siete columnas– que ampliaba
a 10 y 12 cuando los acontecimientos
lo requerían y la mayoría
de los fines de semana. La segunda
plana estaba dedicada a la ‘Crónica
de la vida local’ y las siguientes
mantenía secciones antiguas
como ‘Vida escolar’,
‘Notas militares’, ‘El
día religioso’ o ‘Notas
políticas’, alternando
información oficial, muy
abundante, noticias de sucesos y
crónicas de todo pelaje.
El conflicto italo-etíope
era el acontecimiento internacional
más relevante, mientras las
páginas 6 y 7 estaban dedicadas
a la publicidad y los ‘Anuncios
económicos clasificados’
y la última, a la ‘Información
agrícola, mercantil y financiera’
por encima del folletón.
Como novedades, los sábados
daba un reportaje de interés
local titulado ‘Valladolid
por dentro. Una información
cada sábado’ y muchos
martes incluía una página
gráfica en la que abundaban
imágenes de celebraciones
sociales y hasta familiares y actos
oficiales y oficiosos. Con cierta
irregularidad, se mantenía
la ‘Página femenina’
y la información deportiva
cobraba espacio poco a poco. En
los primeros meses se da cuenta
de acontecimientos deportivos, como
el portentoso boxeo de Joe Louis,
a quien se analiza con ‘Lente
antropológica’ para
deducir que su físico espectacular
se debe, a partes iguales, a cuestiones
raciales y a las 20 bananas y manzanas
que engullía a diario. También
se debate sobre las bases que debe
incluir el futuro Estatuto de Castilla
y León y se estrena una página
fotográfica que, por si alguna
duda cupiera, se titula ‘Notas
gráficas del día de
nuestro redactor señor Cacho’.
Pero España y el mundo se
dirigen a un abismo y el diario
refleja los temores de la sociedad.
La sorprendente victoria del Frente
Popular en las elecciones de febrero
es un mal augurio, aunque indefinido,
en sus páginas. Solo dos
semanas antes del golpe de estado
de Franco, un artículo firmado
por Joaquín Aznar asegura
que en el país no se respira
un ambiente de guerra civil. Las
noticias que llegan del extranjero
tampoco mueven al optimismo. «Más
del 98% de los alemanes votan por
el Führer», reza un titular
de finales de marzo.
La República agoniza. Los
incidentes en la calle y los enfrentamientos
entre monárquicos y republicanos
se multiplican. Algunas sesiones
de las Cortes reflejan la tensión
que se vive. El Norte da cuenta
de ello. En primera, en vez de por
los grandes titulares, opta por
un cuerpo intermedio agolpando los
encabezamientos en sumarios de hasta
ocho líneas. Los textos taquigráficos
del ‘Diario de sesiones’
del Parlamento se reproducen íntegramente,
en interminables columnas que a
veces llenan hasta cinco planas.
Y por fin, el domingo 19 de julio,
un periódico de seis páginas
que incluye sus secciones habituales
–también la ‘Página
femenina’ con un reportaje
sobre «Lo que comen las artistas
de cine para conservar la línea»–
titula a solo cinco de sus siete
columnas: «Una subversión
militar se extiende desde nuestro
protectorado de África a
diversas ciudades de la península.
El movimiento tiene el alcance de
una reintegración nacional.
En Valladolid todas las fuerzas
se suman unánimemente».
En la misma primera se da amplia
cuenta del Congreso de Citología
Experimental que se celebra en la
ciudad o del hallazgo arqueológico
del estadio de la ciudad de Pompeya.
A dos columnas, como si tal cosa,
el bando dictado por el jefe de
la 7� División, el general
Saliquet, por el que se declara
el estado de guerra.
Toma de postura
El día 20 el diario
no sale, pues desde hace años
los periodistas descansan los domingos
y de la información se encarga
el ‘Diario del lunes’.
Una jornada después las cosas
están más claras.
El Norte abre a toda página
proclamando el «triunfo general»
de la asonada. La expresión
se repite por todas las páginas.
Francisco de Cossío asegura
en su artículo que se trata
del «triunfo de la civilización
sobre la barbarie». La página
gráfica ‘de nuestro
redactor señor Cacho’
es un collage de gentes enardecidas,
uniformes militares y brazos en
alto. Su titular lo explica: «El
entusiasmo del pueblo de Valladolid
ante el triunfo magnífico
de las fuerzas nacionales».
En los días sucesivos las
noticias decaen, aunque más
en número que en intensidad.
Hablan de muchas detenciones, de
muertes, de adhesiones al levantamiento.
Su tono se convierte en monocolor
y se radicaliza. El lenguaje militar
y épico del bando elegido
lo empaña todo. Cossío
habla de «La gran mentira
del judío Marx», los
titulares, de las gloriosas victorias
del «ejército salvador».
La propaganda sustituye a la información,
que desaparece como una víctima
más de la contienda.
La censura, que también había
aparecido en los últimos
meses de la República, ya
casi no es necesaria. Las escasas
noticias que llegan de lo que sucede
en España son tamizadas por
el filtro oficial. Radio Jaca, el
Radioclub Portugués o hasta
Radio Berlín son las fuentes
que se utilizan. La sed de información
se sacia por esa vía. El
auge de la radiofonía es
tal que el diario rellena sus huecos
baldíos con la programación
de las emisoras al alcance, desde
Radio Rabat hasta Radio Estocolmo,
sin olvidar Londres, París,
Varsovia o Budapest.
El deseo, y también la propaganda,
anuncian una victoria rápida
basada en las innumerables «adhesiones
fervorosas» y en las «ocupaciones
victoriosas» de nuevas ciudades
por el «glorioso y patriótico
ejército». Pero la
realidad es tozuda y el hábito
de la guerra se vuelve poco a poco
cotidiano. Vuelven la ‘Vida
escolar’ y la ‘Página
femenina’, mientras las esquelas
se pueblan de muertos «gloriosamente
al servicio de España»,
de «caídos por la patria»,
de víctimas de los combates
en el Alto del León, a cuyo
frente mandó Valladolid una
columna. Cossío insiste:
«Tenemos derecho a imponer
nuestra ley porque a España
la hicimos nosotros».
Con todo, El Norte lucha por defender
su naturaleza informativa y la noticia
está, cómo no, en
la guerra. Los primeros textos que
intentan parecer una crónica
bélica los firma el propio
Antonio Royo Villanova, que escribe
desde su ‘hotelito’
de San Rafael mientras las bombas
caen, asegura, sobre sus muros.
La primera imagen del frente –«Una
avanzadilla en Somosierra»,
dice el pie– se publica el
4 de agosto. Con el tiempo se hacen
frecuentes y vienen firmadas por
Photoclub, Filadelfo, Garay o Blanco.
La información se completa
con mapas que ilustran los avances
del ejército, con los ‘Partes
de guerra’ y la sección
denominada ‘Principales hechos
de armas del ejército español’.
En esta última queda reflejado
el campo de batalla de otra lucha,
la de la propaganda y la desinformación,
en la que también se zambullen
ambos bandos. Diariamente concluía,
bajo la enumeración de batallas
ganadas y frentes conquistados,
con un lema: «No argumentamos
con falsedades y esto es fácilmente
comprobable. El que esto lea en
zona marxista comprenderá
que sus autoridades le engañan».
Lo cierto es que, fuera con la intención
de mantener la moral alta o cualquier
otra, las ciudades se tomaban en
el periódico meses antes
que sobre el terreno, el frente
avanzaba a velocidades imposibles
y las «innumerables bajas
causadas al ejército marxista»
se repetían con tal frecuencia
que la contabilidad no resistía
el menor análisis.
Solo
guerra. El Norte
siguió a diario
el horror de la guerra.
Desde las esquelas de
los caídos, los
héroes infantiles
o los partes, la contienda
lo invadía todo. |
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Todo es guerra
Entre sumas y restas, de
muertos y de victorias, se consumió
un año de guerra. A mediados
de 1937 El Norte, como el país,
se ha empobrecido. Ha reducido a
seis sus páginas –pronto
quedarán en sólo cuatro–
y ha menguado el número de
fotografías y la calidad
de sus textos, exclusivamente dirigidos
a la gloriosa causa fascista. Hasta
la sección más representativa
e histórica del diario, la
‘Información de mercados’,
desaparece. Todo es guerra.
El 25 de julio, la primera abre
con un titular a siete columnas
netamente informativo: «La
vida es milicia y ha de vivirse
con espíritu acendrado de
servicio y sacrificio», decía.
Semanas después comenta el
triunfal recibimiento que la Alemania
de Hitler hace a Mussolini, con
abundancia de elogios hacia ambos
líderes. Al Führer se
refiere como «la figura excelsa».
El recuadro de la cabecera en el
que figuraban fecha y precio pasa
a reproducir el nuevo calendario:
«Segundo año triunfal».
Por debajo se inserta a diario una
frase del «Jefe del Estado,
Generalísimo Franco»
al modo de un ideario de vida. «Hemos
de llevar una marcha progresiva
y constante hacia el logro de lograr
una España orgánica»,
rezaba una, al azar. En las informaciones
de la guerra el libro de estilo
señalaba fórmulas
distintas para los ataques. «Gloriosa
conquista», si se trataba
del bando franquista, y «atentado
criminal», si del republicano.
Aun manteniendo el tono triunfalista
y épico, el periódico
empieza a ofrecer crónicas
de guerra de calidad, como algunas
de las firmadas por Spectator o
El Tebib Arrumi, y completa la información
con fotografías, mapas y
grabados (esporádicamente
aparece una tira de cómic
al estilo ‘Hazañas
bélicas’).
La publicidad, que ha ido menguando
con la riqueza del país,
tampoco puede sustraerse a la situación.
Así, por ejemplo, el Anís
Castellana se anuncia como «el
anís de los nacionales».
También habla de una realidad
que no reflejan las páginas
del diario, la del exilio y la huida
de miles de españoles. Con
frecuencia aparecen anuncios de
compañías navieras
que ofrecen travesías en
modernas motonaves a Cuba o a México.
El Norte da cuenta de las batallas
más cruentas, como Teruel,
Belchite o el Ebro, de los acontecimientos
épicos como el asalto al
Alcázar de Toledo, de los
reconocimientos internacionales
y, lentamente, el discurrir de la
guerra apunta ya a un final verdadero.
La gente, y el periódico,
empieza a pensar en la vida después
de la tragedia. Pero el panorama
es esperanzador solo para los ganadores.
Mientras el diario se hace eco de
una demanda de la ciudad de Valladolid,
que quiere convertirse en «capital
del alzamiento» alegando su
puntual e incondicional apoyo al
mismo, las escasas voces que llegan
del extranjero y hablan de reconciliación
son apagadas de inmediato. «Es
imposible la mediación con
fieras salvajes», afirma un
titular.
Según va perdiendo peso la
información de guerra lo
van cobrando la política
y la social, ambas impregnadas hasta
lo indecible de exaltación
patriótica, de los principios
del Movimiento y de la moral católica,
los valores eternos que se hacen,
además, omnipresentes.
Suerte en
la desgracia
Valladolid inicia con suerte
el año 1939. El Gordo de
El Niño cae en la ciudad
y deja 100.000 pesetas al número
871. El Norte, como los españoles,
ha adelgazado. Ya solo tiene cuatro
páginas que, además,
han reducido su tamaño un
centímetro de ancho y casi
dos de largo. Sin embargo su precio
sube cinco céntimos, hasta
los veinte.
El 29 de marzo una gran portada
celebra la última conquista
bélica. «Madrid reconquistado
por la espada de Franco, nuestro
salvador». Por debajo y entre
admiraciones, tres vivas al Caudillo.
«¡Franco! ¡Franco!
¡Franco!». Era el nacimiento
de una era que se venía gestando
desde hacía tres años.
Si las grandes fotografías
del dictador, posando como el héroe
de la patria, se repetían
mientras duró la contienda,
a partir de ahora van a ser una
presencia diaria en casi todas las
páginas. Cuatro días
después se publica a toda
plana el archifamoso último
parte de guerra: «Cautivo
y desarmado…»
Pero la historia de la humanidad
sigue adelante y lo hace, como siempre,
a golpes. Una guerra termina y empieza
otra, aun peor. Hitler da los primeros
pasos para desencadenar el más
sanguinario episodio de la historia.
Mussolini le da la mano. La España
franquista, y con ella El Norte,
celebra la autoridad, el liderazgo,
la raza, la mano firme de ambos.
Los avances de los ejércitos
alemán e italiano en Europa
y África se vitorean como
propios. Al principio todo son triunfos
pero, con el paso del tiempo, el
rumbo de la guerra va cambiando
y la prudencia empuja a variar el
tono. El diario se vuelve más
imparcial, aunque aún en
octubre de 1942 un artículo
de Óscar Pérez Solís,
bajo el título ‘Los
reyes naturales’, se refiere
a «estos hombres excepcionales
–un Hitler, un Mussolini,
un Franco– quienes guían
y acaudillan a sus pueblos …».
La información sobre la gran
guerra ocupa parte importante del
periódico pero, como éste
no dispone de demasiado espacio
y, además, hay que dejar
sitio al inagotable programa de
actos de homenaje al régimen,
al caudillo, a los caídos,
a la Falange, a la Sección
Femenina, a los alféreces
provisionales y demás, resulta
insuficiente comparado con la trascendencia
de los acontecimientos. La agencia
United Press suele ser la fuente
más usada y fiable pero,
llegado el momento de la ecuanimidad,
se ofrecen las versiones de ambos
contendientes –que, como es
de rigor, difieren profundamente–
para una mayor objetividad.
Cuartel,
sotanas y fútbol
En España, y en El
Norte, todo son uniformes y sotanas,
fútbol y toros. La filosofía
imperante, pese a defenderse que
en el país la libertad campa
a sus anchas, es sencilla. La describe
Cossío en uno de sus artículos:
«La norma para templar los
espíritus de la juventud:
cuartel y monasterio, o heroísmo
o virtud».
Llega el año 1945 y Franco
concede una entrevista a United
Press que publican diarios de todo
el mundo. El Norte da cuenta de
ambas cuestiones. En ella, el dictador
manifiesta su «apoyo máximo»
a Gran Bretaña y EE. UU.
y deja entrever que en España
se preparan unas elecciones, pero
no cuándo. A falta de otras
alegrías, los españoles
conocían la mejor noticia
que cabía esperar. El 15
de agosto el periódico sale
a la calle con un gran titular a
siete columnas: «La Guerra
Mundial ha terminado». Los
subtítulos, del tamaño
apropiado para la ocasión,
incluyen hasta la fecha y la data
de la crónica: «Londres,
14-(Urgente) La Radio Suiza anuncia
que el Japón ha aceptado
la capitulación, según
comunica la agencia UP-Efe».
Es el fin de una era para el mundo
y para todos los países abiertos
a los nuevos aires. Pero ese no
era el caso de España.
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