150 años de historia
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LOS ALBA
 
  Un paseo por la década
Recién casados. Esta fotografía familiar se tomó el 3 de marzo de 1936, día en el que Fernando Altés Villanueva, que aparece sentado a la izquierda, se casó con Carmen Bustelo, flanqueada por Jacinto Altés Alonso, entonces gerente de El Norte, y la mujer de este, Julia Blanco. / Fotografía cedida por Paz Altés Melgar
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el gran gerente
Nieves caballero
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Fernando Altés Villanueva modernizó El Norte de Castilla después
de la Guerra Civil y años más tarde, en 1993, negoció la venta del diario más antiguo de la prensa española al Grupo Correo, hoy Vocento
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LA EMPRESA

Nueva absorción
En 1946, El Norte absorbe los negocios tipográficos y comerciales de Afrodisio Aguado.

Filial
Con esta sociedad crea una empresa filial, llamada Miñón. Tenía un capital social inicial de dos millones de pesetas.

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Fernando ALTÉS VILLANUEVA ha sido el gran gerente de El Norte de Castilla». Estas palabras del presidente del Consejo de Administración del periódico, Alejandro Royo-Villanova, resumen el sentir general respecto a este personaje que ha marcado la historia del diario más antiguo de la prensa española. Para el actual presidente de la sociedad, el gestor y posterior consejero fue el «protagonista de modernizar la empresa y sus instalaciones después de la guerra hasta prácticamente los años ochenta», incluso más allá de esa década «siguió siendo responsable de forma directa o indirecta como pieza clave». Royo-Villanova ensalza «su inteligencia privilegiada» y «su conocimiento del sector como nadie». Durante más de medio siglo fue impulsor y consejero de numerosas sociedades vallisoletanas, entre ellas Editorial Santarén, Librería Lara, Imprenta Castellana, Sapisa, Macrolibros, Tesa, etc, pero también nacionales, como Colpisa y Efe. «Las notarías y registros mercantiles pueden dar fe de un quehacer empresarial que le han permitido protagonizar directamente la creación de más de mil puestos de trabajo», así se refería Godofredo Garabito en el Boletín Oficial de la Cámara de Comercio al gerente de El Norte.
Fernando Altés Villanueva estudió en el Colegio San José, y en 1931 se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras por la Universidad de Valladolid. El 3 de febrero de 1936, pocos meses antes de que estallara el alzamiento, se casó con Carmen Bustelo. Tal y como recuerda Paz Altés Melgar, hija de Fernando Altés Bustelo y nieta de Fernando Altés Villanueva, su abuelo había quedado huérfano y su tío Jacinto Altés Alonso, hermano del padre, se convierte en su mentor. Durante la conversación llegan los recuerdos. «Mi abuelo era profesor de Literatura y en 1936 viajó a Madrid para presentarse a las oposiciones de catedrático de Instituto, pero allí le sorprendió el levantamiento militar de Franco y no pudo abandonar la capital de España hasta 1938», relata. A pesar de haber aprobado la Cátedra, no llegó tomar posesión ni a ejercer como profesor de Literatura hasta los años ochenta a causa del régimen. «En realidad, mi abuelo era un hombre de letras, pero su tío Jacinto le aconsejó que aprendiera otro oficio y así fue como entró de contable en el periódico», rememora Paz Altés, quien considera que su gran virtud fue dirigir la empresa como un humanista. «Tenía una intuición nata para los negocios, pero a la vez era una persona dialogante y poseía una vasta y dilatada cultura», añade. De hecho, completó su formación con estudios administrativos, económicos y fiscales, además de periodísticos.
Mientras era gerente de El Norte de Castilla, Jacinto Altés Alonso saca adelante a los cuatro hijos de su hermano Fernando. Un aspecto que también inculcaría a su sobrino Fernando Altés Villanueva, quien siempre cuidará de su familia. De su tío heredó la minuciosidad con la que apuntaba los datos económicos de la empresa, como queda demostrado en gráficos y libros de cuentas que se conservan en el periódico. Además, durante su gerencia, todos los trabajadores tuvieron la posibilidad de comprar acciones del diario con evidentes ventajas. Para Paz Altés, la gran obra de su abuelo fue la venta del periódico al Grupo Correo –en la actualidad Vocento–, que él negoció personalmente en 1993, aunque no se hizo efectiva hasta un año más tarde. «Los expertos aseguran que fue una operación inmaculada porque los accionistas –en ese momento la sociedad anónima contaba con 282– vendieron sin deshacerse de todas las acciones y recibieron el mismo valor nominal en bienes inmuebles de la sociedad Norca», explica.

‘La mano experta’
Miguel Delibes comparte esta opinión en el artículo titulado «La mano experta», que fue publicado en el periódico al día siguiente del fallecimiento de Altés Villanueva, el 12 de diciembre del 2004, a los 95 años. El premio Cervantes recuerda en dicho escrito la «situación provisional» que afrontaba el periódico ante la muerte prematura por enfermedad de Fernando Altés Bustelo, ocurrida en noviembre de 1992, en un momento en el que la mayoría de los miembros del Consejo de Administración eran octogenarios. Unas circunstancias que desembocaron en la venta al grupo vasco de comunicación. «Todo esto fruto del tesón y del amor por el periódico de un hombre, de un ser irrepetible que ahora nos ha dejado y que supo armonizar la rama vallisoletana del viejo rotativo con la nueva empresa», destacaba entonces Delibes.
Desde el punto de vista de Paz Altés, la venta al grupo de comunicación del diario vallisoletano se produce porque «no existía una tercera generación que se hiciera cargo del periódico». Al mismo tiempo, estima que «hasta tal punto se identificaba al director con la empresa en la ciudad que todo el mundo consideró inevitable la venta en 1993», dado que un año antes había muerto su padre, Fernando Altés Bustelo. Los cambios de accionariado registrados en la sociedad anónima supusieron el final de la hegemonía familiar y el comienzo de una nueva época de modernización imparable en El Norte de Castilla, que previsiblemente no hubiera sido posible de otra manera, según el criterio de Alejandro Royo-Villanova.
En 1946, El Norte de Castilla había absorbido los negocios tipográficos y comerciales de Afrodisio Aguado SA, con los que creó una empresa filial, llamada Miñón SA. Los dos millones de pesetas de capital inicial de esta filial fueron objeto de sucesivas ampliaciones. Con ellas, se acometieron la reforma y modernización de sus talleres, la incorporación de la librería Lara con Ediciones Ibéricas, de Madrid, que se dotó de nuevos y amplios locales, y la inauguración de un comercio en la Plaza Mayor de Valladolid. Las actividades conjuntas de El Norte de Castilla y su filial Miñón sostienen a doscientos cincuenta empleados, entre técnicos, administrativos y redactores. Altabella habla de un desembolso por rentas de trabajo de seis millones de pesetas anuales en ese año.

«Labor callada y oculta»
Pero el gerente no solamente se ocupaba de que cuadrasen los libros de cuentas. Entre las funciones de Fernando Altés Villanueva como gerente de El Norte de Castilla –al igual que había realizado su tío anteriormente– estuvo la de sortear en lo posible las dificultades y la censura que establecía la Ley de Prensa del 22 de abril de 1938, también conocida como ‘ley de guerra’. El periodista José Francisco Sánchez desgrana esta época en su libro ‘Miguel Delibes, periodista’, publicado por Ediciones Destino y que es un resumen de su tesis doctoral. Recuerda ahora que para analizar la faceta periodística del escritor vallisoletano pasó muchas tardes en la hemeroteca del diario y llegó a conocer y a conversar largo y tendido con Fernando Altés Villanueva, un personaje que le sorprendió y atrajo enormemente. Sánchez destaca «su labor callada y oculta» en el seno del diario. «No era un mero gerente». Efectivamente, Altés Villanueva será el artífice de algunas de las ‘tretas’ utilizadas por El Norte para deshacerse legalmente del director ‘colocado a dedo’ por el régimen de Franco para controlar más de cerca el periódico. El 28 de enero de 1952, el Ministerio de Información y Turismo puso en bandeja al diario la posterior sustitución del sacerdote Gabriel Herrero Herrero al dictar una orden que obligaba a las empresas informativas a suscribir un contrato civil de prestación de servicios con los directores de los periódicos. Aunque los propietarios del decano no deseaban aquel contrato, no había otro camino.
El 1 de julio de ese año, Fernando Altés Villanueva envía al ministerio el texto de un contrato en el que deja claro que Herrero fue nombrado sin haber sido propuesto por la empresa, que esta última se reserva la capacidad de ejercer muchas de las funciones del director a través del gerente y, además, permite la rescisión del acuerdo por ambas partes, una cláusula que abre la puerta a la posibilidad de prescindir de sus servicios. Con el tiempo, el Consejo de Administración decide nombrar un subdirector para liberar al gerente de trabajo y propone a Miguel Delibes Setién, por entonces el redactor más joven del diario. No fue fácil, porque en un principio el secretario general, Juan Aparicio, se negó a aceptarle, aunque era un puesto de confianza de la empresa y la Ley de Prensa no permitía vetar la designación. Sin embargo, a través de uno de los consejeros del diario, Segismundo Royo-Villanova, subsecretario de Educación Nacional y padre del actual presidente de la empresa, el gerente hace llegar un escrito a Aparicio en el que se da por hecho y le comunica el nombramiento del nuevo subdirector por decisión de la sociedad.
«Deseo vivamente que el problema se resuelva y Miguel Delibes se incorpore […] y me libre o me ayude al menos, en la lucha diaria contra la despreocupación y la abulia», escribiría más adelante Fernando Altés Villanueva, quien se ocupaba también de la gestión de la editorial y las librerías, además de coordinar la redacción. Delibes asumió las funciones de director de las que Gabriel Herrero se había desentendido mucho antes. A partir de eser momento, «sobre los dos hombres –Altés Villanueva y Delibes Setién– recaía el peso del periódico y nada se hacía sin el consentimiento y previa aprobación de ambos», señala en su libro Sánchez. Uno de los principales objetivos del subdirector fue recuperar la línea liberal y regionalista que había mantenido el periódico en sus primeros cien años de su historia.

Edición de Palencia frustrada
El 18 de diciembre de 1954 el diario conmemora sus cien años de vida con un número extraordinario y varios actos públicos, que se ocuparon de organizar tanto Fernando Altés Villanueva como el hoy premio Cervantes. Aunque la cabecera de El Norte, como se ha visto anteriormente, no nace hasta el 17 de octubre de 1856, la empresa celebra el centenario en coincidencia con la fecha de surgimiento de los diarios ‘El Correo de Castilla’ y ‘El Avisador’, que se fundieron en el decano de la prensa diaria española. El número extraordinario lleva en su cabecera la cifra 40.490. Tenían 42 páginas. El editorial lo firma del ilustre Antonio Royo Villanova, en esos momentos todavía presidente del Consejo de Administración de la sociedad editora del diario vallisoletano. Durante doce meses, articulistas y escritores prestigiosos colaboraron con el periódico para celebrar su centenario, bajo el lema «Cien años de vida». La edición palentina de El Norte de Castilla se convertiría en realidad el 23 de diciembre, gracias al empeño de ambos hombres, aunque no llegaría a cumplir el año de vida. La sociedad tendrá que esperar hasta 1980 para contar con Delegación en Palencia y hasta 1988, para ver en la calle la edición palentina.

 

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