150 años de historia
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LOS ALBA
 
  Un paseo por la década
Tres directores. Francisco Regueiro, Carlos Campoy, Carmelo Sabater, José García Rodríguez, Eduardo López Pérez, Emilio Cerrillo de la Fuente, Antonio Hernández Higuera, Agustín Cacho, Martín Hernández, los directores Miguel Delibes, Gabriel Herrero y Ángel María de Pablos y el gerente Fernando Altés Villanueva.
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Miguel delibes
Fernando Bravo
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Junto a la cultura, la defensa del mundo agrario y rural es uno de los referentes de la trayectoria periodística del autor de ‘El camino’. Sus enfrentamientos con el régimen jalonaron su paso por El Norte
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LAS PERSONAS
Uno de los ‘monos de fútbol’ con los que empezó Miguel Delibes en El Norte.

Una verdadera escuela
De Pablos, Félix Antonio, Manu Leguineche, Jiménez Lozano, Martín Descalzo, Miguel Ángel Pastor, César Alonso de los Ríos...
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El temor de que la pobre cosecha actual se malogre por cualquier circunstancia, hemos de añadir la total ausencia de estímulos que haga siquiera llevadera la vida en nuestros medios rurales. O sea, el miedo que gravita sobre ellos durante seis días de la semana no puede eludirse el séptimo sino mediante el sexo y el vino. La higiene, la urbanización, la menor confortabilidad, el salón recreativo, el deporte, la cultura constituyen para el labriego castellano una quimera. En esta situación nunca puede extrañarnos que la juventud, que confusamente barrunta mundos más halagüeños, escape del campo aunque sea para sumergirse en la incierta aventura del paro, del suburbio o de la chabola».
‘La ruina de Castilla’, artículo al que pertenece este párrafo, fue publicado el 24 de marzo de 1963, superado el ecuador de la etapa como director de El Norte de Miguel Delibes, y fue considerado poco menos que subversivo por un Gobierno cuyo ministro de Información era ya Manuel Fraga. Precisamente Fraga había intentado un par de meses antes aplacar la campaña de El Norte en torno al Plan Tierra de Campos y a favor de la subida del trigo, concertando entrevistas –a la postre estériles– entre Delibes y los ministros de Obras Públicas y Agricultura.
Estos episodios definen la trayectoria de Miguel Delibes Setién como director de El Norte. Junto con la cultura, la defensa del mundo agrario y rural fue uno de los referentes de la línea editorial del periódico entre los años 1958 y 1966, en los que desempeñó –como director interino; titular, después, y delegado del Consejo en la redacción, por último– un comprometido cargo, siempre salpicado de enfrentamientos con el Ministerio, con algunos compañeros de redacción y, también, con sus propios primos del Consejo de Administración del periódico.
Queda, por tanto, claro que por su estilo y su compromiso social «Delibes no es un novelista que escribe también en los periódicos. Aprendió a escribir redactando críticas y notas locales para El Norte. Fue un auténtico profesional –un periodista en el sentido más estricto– durante casi treinta años». La definición la recoge el profesor José Francisco Sánchez en su obra ‘Miguel Delibes, periodista’, probablemente el trabajo mejor documentado sobre esta etapa profesional del autor de ‘Los santos inocentes’. Y es que, para acotar la trayectoria periodística de Delibes, Sánchez contó con los testimonios y los documentos facilitados por el mentor y confidente de su protagonista en El Norte: Fernando Altés Villanueva, un hombre de letras reconvertido en inteligente administrador del centenario rotativo, una de las mentes más lúcidas de El Norte durante la segunda mitad del siglo pasado, a lo largo de la cual desempeñó la gerencia efectiva durante más de cuarenta años.
Miguel Delibes Setién (Valladolid, 1920), hijo de María y Adolfo, abogado y catedrático de Derecho Mercantil, es el tercero de ocho hermanos. Estudio en las Carmelitas y en el colegio de Lourdes de Valladolid y a menudo recuerda en sus entrevistas que «perteneciendo a una familia en la que entre primos y tíos podíamos sumar cincuenta miembros, nunca se vio en casa una camisa azul».
Aun así, en 1938 ingresa voluntario en la Armada y embarca en el buque escuela ‘Galatea’ y luego en el ‘Canarias’, algo que no le paso inadvertido, años después, a uno de los periodistas a los que Delibes apoyó en sus comienzos, Francisco Umbral, quien, siempre provocador, le reprocharía su condición de «hijo de alta familia burguesa, que hizo la guerra por la fe. En los años treinta hay en toda España una leva de Caras de Plata, a la que pertenece Miguel Delibes».

Dibujante por cien pesetas
Miguel Delibes se incorpora a El Norte en octubre de 1941 como dibujante colaborador por cien pesetas al mes y entradas gratuitas a los espectáculos. El 14 de ese mes aparece su primera publicación, unos ‘monos del fútbol’ que ilustran el partido Delicias-Ciudad Real y que aparecen firmados por MAX, uno de los seudónimos que utilizó inicialmente y que responden a las iniciales de su nombre, el de su mujer, Ángeles, y una X que hace referencia a su futuro o descendencia.
Su carrera como dibujante de desarrolla durante los años siguientes con la publicación de caricaturas de actores para la sección de espectáculos; gráficos de los equipos de fútbol comentados por él; retratos de personalidades como Pío XII o Mussolini y el diseño de rótulos para distintas secciones del periódico. Entre enero y agosto de 1944 publica un total de 17 viñetas de humor e ilustra críticas cinematográficas de Cerrillo, Ceese o ‘J’. A partir de esa fecha empieza a publicar sus propias críticas de cine. Antes, en septiembre de 1942, publica su primer artículo periodístico, ‘El deporte de la caza mayor’.

Alumnos aventajados. Miguel Delibes pasea por un parque junto a Francisco Umbral y Manu Leguineche, dos de los periodistas que él incluyó en la nómina del ‘Suplemento Semanal’. Arriba, Delibes llena unas cuartillas. A la derecha, con Martín Descalzo, otro de los periodistas que él apadrinó.

 

La llegada de Delibes a El Norte coincidió con la ofensiva de la Delegación Nacional de Prensa contra el periódico. Apenas un mes después de su incorporación como colaborador, el delegado nacional, Juan Aparicio, con el que protagonizó ásperos enfrentamientos más tarde, descabezó a El Norte, separando del cargo de director a Francisco de Cossío y sustituyéndole por el sacerdote Gabriel Herrero, colaborador de ‘Libertad’ y hombre de confianza del régimen. Poco después sobrevino la destitución del subdirector, Martín Hernández González y la de los redactores López Pérez y José García Rodríguez. Esta circunstancia, sin embargo, facilitó la entrada en plantilla de Delibes, que para cubrir las bajas y gracias a los oficios de Fernando Altés ingresó en febrero de 1944 como redactor de segunda.
En 1945 Delibes gana por oposición la Cátedra de Legislación Mercantil y es destinado a la Escuela de Comercio de Valladolid. Un año más tarde se casa y, en 1948 gana el Premio Nadal, el primero de los reconocimientos como novelista que tendría a lo largo de su carrera.
El premio provocó un verdadero revuelo en el periódico. Atentos a los teletipos, aquella noche del 6 de enero se desarrolló una actividad frenética en la redacción. Fue Gabriel Herrero quien le confirmó la concesión del premio, pero apenas hubo tiempo para celebraciones. Había que buscar un hueco en la primera página, en la que, por primera vez, Delibes era noticia, con foto incluida: «Sin tiempo para reseñar en sus debidas proporciones el acontecimiento, que El Norte de Castilla hace suyo y que ha de ser recibido con gran alegría en los círculos literarios de nuestra ciudad y en todo Valladolid, donde el nombre de Delibes es tan conocido y estimado, reciba el entrañable compañero nuestra felicitación más expresiva con la certeza de ser este de hoy el primer paso hacia un porvenir de triunfos».
Delibes estaba ya totalmente entregado al periódico –entre 1946 y 1947 había publicado ‘Meditaciones de un solitario’, una serie de artículos literarios– y a sus novelas. Su producción literaria aumenta aunque, todavía, en menor grado que su descendencia –en 1950 aparece su tercera novela, ‘El Camino’, y nace su cuarto hijo–. Pero, además, ese mismo año inicia en El Norte la sección literaria ‘Los libros’, que más tarde formará parte de un suplemento en el que tendrá cabida ‘El caballo de Troya’.

Al frente de la redacción
Miguel Delibes ejerció tanta influencia en la redacción de El Norte antes de ser nombrado oficialmente director como cuando le fue reconocido el cargo. Gabriel Herrero no ejercía, dejaba hacer, a pesar de que en ocasiones vio comprometido su puesto como director por la difícil situación que le provocaban las presiones de la Dirección General de Prensa y el aislamiento en la redacción.
En 1952, ya nombrado subdirector Delibes, se inicia una de las etapas más fecundas de la época. Él publica entrevistas, que firma Setién, Seco o Delibes, y ‘Vistas al exterior’ una sección, los domingos, en tercera página, que firma D. S. Reorganiza el periódico y pone en marcha secciones como ‘De la región’, ‘Campos y Mercados’, que encarga a Antonio Allué Morer, con la participación de C.Kellex, Lera de Isla y José María Luelmo; ‘Desde la cabina’ o ‘Moda y hogar’, esta escrita por Elena Villegas y Leonor Mengotti, mientras que Carmelo Sabater inicia sus comentarios diarios en las páginas deportivas; Antonio Hernández Higuera hace un seguimiento local en ‘Las obras de la ciudad’ y García Rodríguez comparte con el propio Delibes el ‘En tres minutos’. Las crónicas internacionales de Gironella, desde Roma, o de José Luis Fernández del Campo, desde Londres, enriquecen las páginas del periódico.
Por esa época incorpora también a Benito Sanz de la Rica ‘Madrazo’, a la sección de Deportes, y a Agustín Cacho, hijo del veterano Patricio, como fotógrafo, así como a José Luis Martín Descalzo, un sacerdote joven que había obtenido la Cátedra de Literatura en el Seminario y que inicialmente compartió la sección ‘Libros’.

Frente al régimen
En 1954 la línea de El Norte molestaba sobremanera al delegado provincial de Información y Turismo. El Norte recibió cuatro severas amonestaciones. La primera lo fue por destacar insuficientemente la conmemoración del 1� de abril; la segunda, por un editorial atribuido a Gabriel Herrero en el que denunciaba la imposibilidad de que los agricultores cumplieran una ley absurda sobre barbechos; la tercera, por entrevistar al nuevo gobernador antes de que tomara posesión, y la última, por una crónica de Lera de Isla, desde Madrid, en la que el corresponsal denunciaba que en la Gran Vía de la capital no se hacían cumplir «las normas de moralidad y decoro por cuanto se permitía tomar el sol de maneras impúdicas».
Curiosamente, años más tarde, Delibes salió en defensa de Félix Antonio González cuando un comentario del entonces redactor provocó la protesta del delegado de Información porque su nota escapaba «al normal decoro y delicadeza que debe presidir todo periódico». La nota decía:
«No nos sorprendería –Dios nos perdone– que algunos hinchas del Madrid fueran felices concediendo a Alfredo Di Stéfano el derecho de pernada».
Pero los problemas más graves, llegaron de Madrid. El 20 de agosto de 1955, Segismundo Royo-Villanova, miembro del Consejo de Administración de El Norte y subsecretario de Educación Nacional, recibía una carta de Juan Aparicio, director nacional de Prensa, en la que criticaba duramente a Delibes: «En este periódico suceden hechos que no se debían producir[…] Desde que entró en el periódico Miguel Delibes y el consejo le designo subdirector, la redacción está dividida y hay redactores que están a las órdenes exclusivas de Delibes, con el consiguiente quebranto de la autoridad del director […] Muy reciente está el caso del número conmemorativo del 18 de julio. Pues bien, ya algunos miembros del Consejo estimaron que ya había pasado mucho tiempo y que qué se iba a decir al cabo de tantos años. […] El número salió muy flojo, y nada en consonancia con la fecha que se conmemoraba». Y añade: «La campaña que el periódico realiza a favor de la Universidad de Valladolid me parece que se hace un poco a espaldas del director. Esta situación me preocupa, pues tú comprenderás que de ella se pueden derivar males que no se podrán evitar y que, de seguir así pueden ocasionar daños difícilmente reparables».
Esta explícita amenaza se reproduciría, con distintos protagonistas de la Administración, a lo largo de la permanencia de Delibes al frente de la redacción.

 

 

Dibujo del escritor y ex director del periódico realizado por Pedro Sainz Guerra, dibujante de El Norte.

 

Nombramiento conflictivo
El nombramiento de Miguel Delibes como director de El Norte, a la postre el reconocimiento oficial de una función que ya estaba desempeñando a despecho de las autoridades, fue todavía muy complicado. En 1956, la Dirección Nacional de Prensa consiente en su reconocimiento como redactor sustituto (del director) y aprovecha para oficializar el cargo de director de Gabriel Herrero, que llevaba 13 años como director interino. En 1957 la empresa rescinde el contrato a Herrero, pero este no acepta la decisión por considerar que la competencia es del ministerio y hasta el 17 de marzo de 1958 no se formaliza su despido y se acepta el nombramiento como director, inicialmente también interino, de Delibes.
Las dificultades con el ministerio se deben en buena parte a la independencia de un Delibes que, mientras en 1955 había recibido el Premio Nacional de Literatura por su ‘Diario de un Cazador’, en septiembre de 1956 permite la publicación durante dos semanas seguidas, en el suplemento ‘Las artes y las letras’, de sendos artículos sobre los pintores mexicanos Diego Rivera y José Clemente Orozco, de marcada tendencia comunista. Estos artículos volvieron a encender al delegado provincial de Información, aunque probablemente la peor parte se la llevó el director titular, entonces Gabriel Herrero.
Pero los contenciosos de Delibes con el ministerio eran infinitos. La campaña, en 1955 contra el traslado de la Universidad de Valladolid también provocó protestas. Desde las páginas de ‘ABC’ se propugnaba la creación de una Universidad del norte, con sede en Bilbao, que supondría la desaparición de la de Valladolid. Y El Norte reaccionó en contra, lo que suponía enfrentarse al Gobierno y originó protestas a Fernando Altés.
Con ‘ABC’ Delibes mantuvo otro largo contencioso, que motivó las gestiones no solo de Altés, sino de algunos miembros del Consejo de Administración de El Norte para evitar males mayores. Delibes había sido convocado en 1960 como jurado del Premio Mariano de Cavia que concede el rotativo madrileño. El premio se falló sin el concurso de Delibes, acaso por un malentendido, y recayó en González Fernández de la Mora. Como quiera que en el jurado figuraba su nombre, el director de El Norte provocó un verdadero terremoto en el ámbito de la prensa nacional para exigir una rectificación sobre su participación en la concesión del galardón.
El desgaste de Delibes empieza a pasarle factura. Fernando Altés es uno de sus escasos apoyos incondicionales, pero algunos miembros del Consejo opinan que hay que buscar soluciones. Una de ellas es dejar el día a día de la redacción en manos de De Pablos y nombrar a Delibes, en 1963, redactor del Consejo en la Redacción, aunque orgánicamente sigue siendo director. Delibes no ha tirado la toalla, pero está a punto. Sufre una depresión y se retira a Sedano, desde donde se desahoga con Altés Villanueva por carta. Le da tiempo, no obstante, a darle una vuelta al periódico y crea nuevas secciones, como ‘Viaje por la provincia’, que escribe Enrique Gavilán, o ‘Las cosas de mi pueblo’. En la última página aparece ‘La ciudad de Dios’, de José Jiménez Lozano, o el ‘Block de notas’, de Martín Descalzo. ‘Ancha es Castilla’ navegaba ya por las páginas del periódico desde 1958, y en 1959 había empezado a escribir César Alonso de los Ríos.
El 5 de marzo de 1961, Delibes logra por fin ver en El Norte uno de sus proyectos más deseados. Nace el ‘Suplemento Semanal’, que da cabida a los contenidos de ‘Artes y Letras’ y de ‘El Caballo de Troya’, junto a pasatiempos, reportajes y cuentos. Bajo la coordinación de Carlos Campoy y con el concurso de Jiménez Lozano, Manu Leguineche, Bernardo Arrizabálaga, Jesús Tomé, Miguel Ángel Pastor, César Alonso de los Ríos y Francisco Umbral saca adelante un proyecto largamente deseado. Pero siguen los problemas. De Pablos es sustituido como censor de El Norte y se deja esta responsabilidad en manos de Luis Alonso, un redactor de ‘Libertad’, su competencia en Valladolid.

Félix Antonio González
Si el nombramiento de Delibes como director fue conflictivo, su salida no lo fue menos. Desde 1960 De Pablos es redactor sustituto y el 23 de abril de 1963 el nuevo director general de Prensa accede a nombrar subdirector a Félix Antonio González, con una consigna: «Si se desmanda el director, usted se va a la calle».
Delibes ya no aguanta. En 1962 habían detenido a César Alonso de los Ríos, acusado de pertenecer al Frente de Liberación Popular, y permanece un año en prisión.
A pesar de que en 1964 Julián Marías inaugura la Sala de Cultura de El Norte, otro de sus proyectos, donde se celebran ‘Los martes de El Norte’, ciclos de conferencias y el ‘Cineclub’, que se inauguró con ‘Ciudadano Kane’, Miguel Delibes claudica y el 10 de abril de 1966 cesa como director y es sustituido por Félix Antonio González.
Delibes, que rechazaría más tarde la propuesta de dirigir un nuevo diario nacional, ‘El País’, no abandona El Norte y aún sigue vinculado como miembro de su Consejo de Administración.
Delibes logró transformar El Norte y vive su evolución más vertiginosa. Pero más de cuarenta años después de que escribiera aquel incendiario artículo sobre ‘La ruina de Castilla’, algunas de sus denuncias mantienen su vigencia.

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Parte de la historia. Miguel Delibes posa frente a uno de los primeros números.
 

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