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LAS
PERSONAS |
Uno
de los ‘monos de fútbol’
con los que empezó Miguel
Delibes en El Norte. |
Una verdadera escuela
De Pablos, Félix Antonio,
Manu Leguineche, Jiménez
Lozano, Martín Descalzo,
Miguel Ángel Pastor,
César Alonso de los Ríos... |
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El temor de que la pobre cosecha actual
se malogre por cualquier circunstancia,
hemos de añadir la total ausencia
de estímulos que haga siquiera
llevadera la vida en nuestros medios rurales.
O sea, el miedo que gravita sobre ellos
durante seis días de la semana
no puede eludirse el séptimo sino
mediante el sexo y el vino. La higiene,
la urbanización, la menor confortabilidad,
el salón recreativo, el deporte,
la cultura constituyen para el labriego
castellano una quimera. En esta situación
nunca puede extrañarnos que la
juventud, que confusamente barrunta mundos
más halagüeños, escape
del campo aunque sea para sumergirse en
la incierta aventura del paro, del suburbio
o de la chabola».
‘La ruina de Castilla’, artículo
al que pertenece este párrafo,
fue publicado el 24 de marzo de 1963,
superado el ecuador de la etapa como director
de El Norte de Miguel Delibes, y fue considerado
poco menos que subversivo por un Gobierno
cuyo ministro de Información era
ya Manuel Fraga. Precisamente Fraga había
intentado un par de meses antes aplacar
la campaña de El Norte en torno
al Plan Tierra de Campos y a favor de
la subida del trigo, concertando entrevistas
–a la postre estériles–
entre Delibes y los ministros de Obras
Públicas y Agricultura.
Estos episodios definen la trayectoria
de Miguel Delibes Setién como director
de El Norte. Junto con la cultura, la
defensa del mundo agrario y rural fue
uno de los referentes de la línea
editorial del periódico entre los
años 1958 y 1966, en los que desempeñó
–como director interino; titular,
después, y delegado del Consejo
en la redacción, por último–
un comprometido cargo, siempre salpicado
de enfrentamientos con el Ministerio,
con algunos compañeros de redacción
y, también, con sus propios primos
del Consejo de Administración del
periódico.
Queda, por tanto, claro que por su estilo
y su compromiso social «Delibes
no es un novelista que escribe también
en los periódicos. Aprendió
a escribir redactando críticas
y notas locales para El Norte. Fue un
auténtico profesional –un
periodista en el sentido más estricto–
durante casi treinta años».
La definición la recoge el profesor
José Francisco Sánchez en
su obra ‘Miguel Delibes, periodista’,
probablemente el trabajo mejor documentado
sobre esta etapa profesional del autor
de ‘Los santos inocentes’.
Y es que, para acotar la trayectoria periodística
de Delibes, Sánchez contó
con los testimonios y los documentos facilitados
por el mentor y confidente de su protagonista
en El Norte: Fernando Altés Villanueva,
un hombre de letras reconvertido en inteligente
administrador del centenario rotativo,
una de las mentes más lúcidas
de El Norte durante la segunda mitad del
siglo pasado, a lo largo de la cual desempeñó
la gerencia efectiva durante más
de cuarenta años.
Miguel Delibes Setién (Valladolid,
1920), hijo de María y Adolfo,
abogado y catedrático de Derecho
Mercantil, es el tercero de ocho hermanos.
Estudio en las Carmelitas y en el colegio
de Lourdes de Valladolid y a menudo recuerda
en sus entrevistas que «perteneciendo
a una familia en la que entre primos y
tíos podíamos sumar cincuenta
miembros, nunca se vio en casa una camisa
azul».
Aun así, en 1938 ingresa voluntario
en la Armada y embarca en el buque escuela
‘Galatea’ y luego en el ‘Canarias’,
algo que no le paso inadvertido, años
después, a uno de los periodistas
a los que Delibes apoyó en sus
comienzos, Francisco Umbral, quien, siempre
provocador, le reprocharía su condición
de «hijo de alta familia burguesa,
que hizo la guerra por la fe. En los años
treinta hay en toda España una
leva de Caras de Plata, a la que pertenece
Miguel Delibes».
Dibujante por cien
pesetas
Miguel Delibes se incorpora a
El Norte en octubre de 1941 como dibujante
colaborador por cien pesetas al mes y
entradas gratuitas a los espectáculos.
El 14 de ese mes aparece su primera publicación,
unos ‘monos del fútbol’
que ilustran el partido Delicias-Ciudad
Real y que aparecen firmados por MAX,
uno de los seudónimos que utilizó
inicialmente y que responden a las iniciales
de su nombre, el de su mujer, Ángeles,
y una X que hace referencia a su futuro
o descendencia.
Su carrera como dibujante de desarrolla
durante los años siguientes con
la publicación de caricaturas de
actores para la sección de espectáculos;
gráficos de los equipos de fútbol
comentados por él; retratos de
personalidades como Pío XII o Mussolini
y el diseño de rótulos para
distintas secciones del periódico.
Entre enero y agosto de 1944 publica un
total de 17 viñetas de humor e
ilustra críticas cinematográficas
de Cerrillo, Ceese o ‘J’.
A partir de esa fecha empieza a publicar
sus propias críticas de cine. Antes,
en septiembre de 1942, publica su primer
artículo periodístico, ‘El
deporte de la caza mayor’.
Alumnos
aventajados. Miguel
Delibes pasea por un parque
junto a Francisco Umbral y
Manu Leguineche, dos de los
periodistas que él
incluyó en la nómina
del ‘Suplemento Semanal’.
Arriba, Delibes llena unas
cuartillas. A la derecha,
con Martín Descalzo,
otro de los periodistas que
él apadrinó. |
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La llegada de Delibes a El Norte coincidió
con la ofensiva de la Delegación
Nacional de Prensa contra el periódico.
Apenas un mes después de su incorporación
como colaborador, el delegado nacional,
Juan Aparicio, con el que protagonizó
ásperos enfrentamientos más
tarde, descabezó a El Norte, separando
del cargo de director a Francisco de Cossío
y sustituyéndole por el sacerdote
Gabriel Herrero, colaborador de ‘Libertad’
y hombre de confianza del régimen.
Poco después sobrevino la destitución
del subdirector, Martín Hernández
González y la de los redactores
López Pérez y José
García Rodríguez. Esta circunstancia,
sin embargo, facilitó la entrada
en plantilla de Delibes, que para cubrir
las bajas y gracias a los oficios de Fernando
Altés ingresó en febrero
de 1944 como redactor de segunda.
En 1945 Delibes gana por oposición
la Cátedra de Legislación
Mercantil y es destinado a la Escuela
de Comercio de Valladolid. Un año
más tarde se casa y, en 1948 gana
el Premio Nadal, el primero de los reconocimientos
como novelista que tendría a lo
largo de su carrera.
El premio provocó un verdadero
revuelo en el periódico. Atentos
a los teletipos, aquella noche del 6 de
enero se desarrolló una actividad
frenética en la redacción.
Fue Gabriel Herrero quien le confirmó
la concesión del premio, pero apenas
hubo tiempo para celebraciones. Había
que buscar un hueco en la primera página,
en la que, por primera vez, Delibes era
noticia, con foto incluida: «Sin
tiempo para reseñar en sus debidas
proporciones el acontecimiento, que El
Norte de Castilla hace suyo y que ha de
ser recibido con gran alegría en
los círculos literarios de nuestra
ciudad y en todo Valladolid, donde el
nombre de Delibes es tan conocido y estimado,
reciba el entrañable compañero
nuestra felicitación más
expresiva con la certeza de ser este de
hoy el primer paso hacia un porvenir de
triunfos».
Delibes estaba ya totalmente entregado
al periódico –entre 1946
y 1947 había publicado ‘Meditaciones
de un solitario’, una serie de artículos
literarios– y a sus novelas. Su
producción literaria aumenta aunque,
todavía, en menor grado que su
descendencia –en 1950 aparece su
tercera novela, ‘El Camino’,
y nace su cuarto hijo–. Pero, además,
ese mismo año inicia en El Norte
la sección literaria ‘Los
libros’, que más tarde formará
parte de un suplemento en el que tendrá
cabida ‘El caballo de Troya’.
Al frente de la
redacción
Miguel Delibes ejerció
tanta influencia en la redacción
de El Norte antes de ser nombrado oficialmente
director como cuando le fue reconocido
el cargo. Gabriel Herrero no ejercía,
dejaba hacer, a pesar de que en ocasiones
vio comprometido su puesto como director
por la difícil situación
que le provocaban las presiones de la
Dirección General de Prensa y el
aislamiento en la redacción.
En 1952, ya nombrado subdirector Delibes,
se inicia una de las etapas más
fecundas de la época. Él
publica entrevistas, que firma Setién,
Seco o Delibes, y ‘Vistas al exterior’
una sección, los domingos, en tercera
página, que firma D. S. Reorganiza
el periódico y pone en marcha secciones
como ‘De la región’,
‘Campos y Mercados’, que encarga
a Antonio Allué Morer, con la participación
de C.Kellex, Lera de Isla y José
María Luelmo; ‘Desde la cabina’
o ‘Moda y hogar’, esta escrita
por Elena Villegas y Leonor Mengotti,
mientras que Carmelo Sabater inicia sus
comentarios diarios en las páginas
deportivas; Antonio Hernández Higuera
hace un seguimiento local en ‘Las
obras de la ciudad’ y García
Rodríguez comparte con el propio
Delibes el ‘En tres minutos’.
Las crónicas internacionales de
Gironella, desde Roma, o de José
Luis Fernández del Campo, desde
Londres, enriquecen las páginas
del periódico.
Por esa época incorpora también
a Benito Sanz de la Rica ‘Madrazo’,
a la sección de Deportes, y a Agustín
Cacho, hijo del veterano Patricio, como
fotógrafo, así como a José
Luis Martín Descalzo, un sacerdote
joven que había obtenido la Cátedra
de Literatura en el Seminario y que inicialmente
compartió la sección ‘Libros’.
Frente al régimen
En 1954 la línea de El
Norte molestaba sobremanera al delegado
provincial de Información y Turismo.
El Norte recibió cuatro severas
amonestaciones. La primera lo fue por
destacar insuficientemente la conmemoración
del 1� de abril; la segunda, por un editorial
atribuido a Gabriel Herrero en el que
denunciaba la imposibilidad de que los
agricultores cumplieran una ley absurda
sobre barbechos; la tercera, por entrevistar
al nuevo gobernador antes de que tomara
posesión, y la última, por
una crónica de Lera de Isla, desde
Madrid, en la que el corresponsal denunciaba
que en la Gran Vía de la capital
no se hacían cumplir «las
normas de moralidad y decoro por cuanto
se permitía tomar el sol de maneras
impúdicas».
Curiosamente, años más tarde,
Delibes salió en defensa de Félix
Antonio González cuando un comentario
del entonces redactor provocó la
protesta del delegado de Información
porque su nota escapaba «al normal
decoro y delicadeza que debe presidir
todo periódico». La nota
decía:
«No nos sorprendería –Dios
nos perdone– que algunos hinchas
del Madrid fueran felices concediendo
a Alfredo Di Stéfano el derecho
de pernada».
Pero los problemas más graves,
llegaron de Madrid. El 20 de agosto de
1955, Segismundo Royo-Villanova, miembro
del Consejo de Administración de
El Norte y subsecretario de Educación
Nacional, recibía una carta de
Juan Aparicio, director nacional de Prensa,
en la que criticaba duramente a Delibes:
«En este periódico suceden
hechos que no se debían producir[…]
Desde que entró en el periódico
Miguel Delibes y el consejo le designo
subdirector, la redacción está
dividida y hay redactores que están
a las órdenes exclusivas de Delibes,
con el consiguiente quebranto de la autoridad
del director […] Muy reciente está
el caso del número conmemorativo
del 18 de julio. Pues bien, ya algunos
miembros del Consejo estimaron que ya
había pasado mucho tiempo y que
qué se iba a decir al cabo de tantos
años. […] El número
salió muy flojo, y nada en consonancia
con la fecha que se conmemoraba».
Y añade: «La campaña
que el periódico realiza a favor
de la Universidad de Valladolid me parece
que se hace un poco a espaldas del director.
Esta situación me preocupa, pues
tú comprenderás que de ella
se pueden derivar males que no se podrán
evitar y que, de seguir así pueden
ocasionar daños difícilmente
reparables».
Esta explícita amenaza se reproduciría,
con distintos protagonistas de la Administración,
a lo largo de la permanencia de Delibes
al frente de la redacción.
Dibujo
del escritor y ex director
del periódico realizado
por Pedro Sainz Guerra, dibujante
de El Norte. |
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Nombramiento conflictivo
El nombramiento de Miguel Delibes
como director de El Norte, a la postre
el reconocimiento oficial de una función
que ya estaba desempeñando a despecho
de las autoridades, fue todavía
muy complicado. En 1956, la Dirección
Nacional de Prensa consiente en su reconocimiento
como redactor sustituto (del director)
y aprovecha para oficializar el cargo
de director de Gabriel Herrero, que llevaba
13 años como director interino.
En 1957 la empresa rescinde el contrato
a Herrero, pero este no acepta la decisión
por considerar que la competencia es del
ministerio y hasta el 17 de marzo de 1958
no se formaliza su despido y se acepta
el nombramiento como director, inicialmente
también interino, de Delibes.
Las dificultades con el ministerio se
deben en buena parte a la independencia
de un Delibes que, mientras en 1955 había
recibido el Premio Nacional de Literatura
por su ‘Diario de un Cazador’,
en septiembre de 1956 permite la publicación
durante dos semanas seguidas, en el suplemento
‘Las artes y las letras’,
de sendos artículos sobre los pintores
mexicanos Diego Rivera y José Clemente
Orozco, de marcada tendencia comunista.
Estos artículos volvieron a encender
al delegado provincial de Información,
aunque probablemente la peor parte se
la llevó el director titular, entonces
Gabriel Herrero.
Pero los contenciosos de Delibes con el
ministerio eran infinitos. La campaña,
en 1955 contra el traslado de la Universidad
de Valladolid también provocó
protestas. Desde las páginas de
‘ABC’ se propugnaba la creación
de una Universidad del norte, con sede
en Bilbao, que supondría la desaparición
de la de Valladolid. Y El Norte reaccionó
en contra, lo que suponía enfrentarse
al Gobierno y originó protestas
a Fernando Altés.
Con ‘ABC’ Delibes mantuvo
otro largo contencioso, que motivó
las gestiones no solo de Altés,
sino de algunos miembros del Consejo de
Administración de El Norte para
evitar males mayores. Delibes había
sido convocado en 1960 como jurado del
Premio Mariano de Cavia que concede el
rotativo madrileño. El premio se
falló sin el concurso de Delibes,
acaso por un malentendido, y recayó
en González Fernández de
la Mora. Como quiera que en el jurado
figuraba su nombre, el director de El
Norte provocó un verdadero terremoto
en el ámbito de la prensa nacional
para exigir una rectificación sobre
su participación en la concesión
del galardón.
El desgaste de Delibes empieza a pasarle
factura. Fernando Altés es uno
de sus escasos apoyos incondicionales,
pero algunos miembros del Consejo opinan
que hay que buscar soluciones. Una de
ellas es dejar el día a día
de la redacción en manos de De
Pablos y nombrar a Delibes, en 1963, redactor
del Consejo en la Redacción, aunque
orgánicamente sigue siendo director.
Delibes no ha tirado la toalla, pero está
a punto. Sufre una depresión y
se retira a Sedano, desde donde se desahoga
con Altés Villanueva por carta.
Le da tiempo, no obstante, a darle una
vuelta al periódico y crea nuevas
secciones, como ‘Viaje por la provincia’,
que escribe Enrique Gavilán, o
‘Las cosas de mi pueblo’.
En la última página aparece
‘La ciudad de Dios’, de José
Jiménez Lozano, o el ‘Block
de notas’, de Martín Descalzo.
‘Ancha es Castilla’ navegaba
ya por las páginas del periódico
desde 1958, y en 1959 había empezado
a escribir César Alonso de los
Ríos.
El 5 de marzo de 1961, Delibes logra por
fin ver en El Norte uno de sus proyectos
más deseados. Nace el ‘Suplemento
Semanal’, que da cabida a los contenidos
de ‘Artes y Letras’ y de ‘El
Caballo de Troya’, junto a pasatiempos,
reportajes y cuentos. Bajo la coordinación
de Carlos Campoy y con el concurso de
Jiménez Lozano, Manu Leguineche,
Bernardo Arrizabálaga, Jesús
Tomé, Miguel Ángel Pastor,
César Alonso de los Ríos
y Francisco Umbral saca adelante un proyecto
largamente deseado. Pero siguen los problemas.
De Pablos es sustituido como censor de
El Norte y se deja esta responsabilidad
en manos de Luis Alonso, un redactor de
‘Libertad’, su competencia
en Valladolid.
Félix Antonio
González
Si el nombramiento de Delibes
como director fue conflictivo, su salida
no lo fue menos. Desde 1960 De Pablos
es redactor sustituto y el 23 de abril
de 1963 el nuevo director general de Prensa
accede a nombrar subdirector a Félix
Antonio González, con una consigna:
«Si se desmanda el director, usted
se va a la calle».
Delibes ya no aguanta. En 1962 habían
detenido a César Alonso de los
Ríos, acusado de pertenecer al
Frente de Liberación Popular, y
permanece un año en prisión.
A pesar de que en 1964 Julián Marías
inaugura la Sala de Cultura de El Norte,
otro de sus proyectos, donde se celebran
‘Los martes de El Norte’,
ciclos de conferencias y el ‘Cineclub’,
que se inauguró con ‘Ciudadano
Kane’, Miguel Delibes claudica y
el 10 de abril de 1966 cesa como director
y es sustituido por Félix Antonio
González.
Delibes, que rechazaría más
tarde la propuesta de dirigir un nuevo
diario nacional, ‘El País’,
no abandona El Norte y aún sigue
vinculado como miembro de su Consejo de
Administración.
Delibes logró transformar El Norte
y vive su evolución más
vertiginosa. Pero más de cuarenta
años después de que escribiera
aquel incendiario artículo sobre
‘La ruina de Castilla’, algunas
de sus denuncias mantienen su vigencia.
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