150 años de historia
EL PRODUCTO
LOS ORÍGENES
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LOS ALBA
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ROYO-VILLANOVA Y ALTÉS
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GRUPO CORREO-VOCENTO
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LOS ALBA
 
  Un paseo por la década
Monocolor. Consignas de la ideología impuesta, seguimiento exhaustivo de todo lo que rodeaba al dictador, interminables discursos reproducidos íntegramente y páginas llenas de uniformes y sotanas. La prensa solo podía ofrecer esto.
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la españa más gris
Javier Aguiar
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Uniformes y sotanas, yugos y flechas, el país se debate entre la carencia de casi todo y el aislacionismo internacional llenando los días oscuros, y las páginas del diario, de símbolos del nacionalcatolicismo
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Celebración. Portada del extraordinario de los 100 años.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL PRODUCTO
Aniversario
El 18-10-1954 se publica un suplemento de 42 páginas para celebrar los orígenes del diario.
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Con la herida de la Guerra Civil aún sangrante y la Segunda Guerra Mundial recién concluida, España vive una época gris y monocolor. Es la España oficial en la que todo gira en torno al régimen y a Franco la que también refleja El Norte en estos años oscuros, cerrados al exterior, en la que los valores del nacionalcatolicismo –los más reaccionarios que gobiernan España en el último siglo– se defienden a golpe de orgullo y honor patrióticos por miedo a ser contagiados por las corrientes más frescas que corren por el mundo. La censura es un control todopoderoso y omnipresente. Decía lo que había que publicar, dónde y cómo.
En 1946 el diario cuesta 40 céntimos y los más de los días lleva cuatro páginas que a veces amplía a seis. Es un periódico más bien aburrido que ofrece la escasa información que se puede dar del mundo y la casi nula de España. El seguimiento del dictador es delirante. Día sí y día también, aparecen fotografías del general en todos los tamaños y poses, aunque con preferencia del perfil izquierdo, sin duda su favorito. Sus recepciones, sus visitas, sus viajes, sus declaraciones, sus desayunos, las actividades de su esposa y de su hija… Cada vez que Franco movía un dedo, el periódico lo contaba con detalle y abundancia de calificativos elogiosos. Y cuando éste no hacía nada, siempre había un ministro, un director general, un secretario del Movimiento, un gobernador civil o un jefe provincial de la Falange que abría la boca o era recibido en algún lugar. Eso y los grandes logros del Gobierno del Generalísimo era todo.
Con la guerra perdida para el Eje y el genocidio del Holocausto aireándose por el mundo, la política exterior franquista giró sobre sí misma y puso el punto de mira en Estados Unidos. Era la referencia imprescindible para perpetuarse y, así, El Norte empieza a publicar informaciones que van discretamente, primero, y descaradamente, después, mostrando las simpatías de los españoles. Si el juicio de Nuremberg protagoniza necesariamente la información internacional, las noticias que hacen referencia a EE. UU. empiezan a robarle espacio de forma cada vez más llamativa.
Mientras tanto, la piel de toro se aísla del mundo. El periódico se hace eco de la «campaña antiespañola que entraña una grave injerencia en sus asuntos internos». Nada más que algunas voces que desde el exterior demandan democracia, pero que sirve al régimen para hacer otro enroque y encerrarse aún más en sí mismo.
Las páginas de El Norte están cuajadas de uniformes militares y falangistas y de sotanas. Adhesiones al caudillo y a la Falange, homenajes a los caídos y demás se disputan el espacio con entronizaciones al Sagrado Corazón de Jesús, actos marianos, novenas y consagraciones episcopales. Era como si no existiera una España civil. El país vive en la miseria y esa pobreza material, lógicamente, también se plasma en el papel prensa. «Cuatro muertos al derrumbarse una cueva» en la que vivían varias familias, reza un titular local. La publicidad ha quedado reducida a la mínima expresión y la escasa existente se aprovecha de los anuncios económicos clasificados que, como su propio nombre indica, son más baratos. A través de esta sección, se aprecia el esfuerzo de supervivencia que los vallisoletanos, como el resto de los españoles, tienen que hacer. Venden de todo, desde «un carro de bueyes, como nuevo» hasta el mobiliario del hogar pieza por pieza, y alquilan lo que pueden, como las habitaciones sobrantes de la casa para hospedar a los que buscan ganarse la vida. La otra España, la de los ganadores, es la que en el mismo espacio demanda una sirvienta o doncella, «inútil sin referencias». Un titular de considerable tamaño se escandalizaba en la primera: «¡176 kilos de aceite abandonados en una carretera de Sevilla!». Era el hambre.
Pero los años pasan y llega la carne de Argentina, gracias al convenio con Perón, y el Plan Marshall se anuncia como una victoria épica. La España ancestral se quiere vender como moderna, aunque defensora de los valores eternos, y el mundo sigue avanzando de guerra en guerra. China, Israel, la India. El ‘panem et circenses’ triunfa y El Norte amplía la información deportiva, el fútbol, sobre todo, y la taurina. El cine y su imagen glamurosa hacen soñar con otros mundos. «Maquíllese como en Norteamérica», recomienda un anuncio. La publicidad se anima y se promocionan grandes aparatos de radio, como el modelo Capricho, de Telefunken, que cuesta 2.300 pesetas, o relojes de la marca Exactus, «para ser exacto», dice el original eslogan.
Aparece una sección de pasatiempos curiosamente titulada ‘¡Cuéntelo Vd luego!’ y otra que aún pervive, entonces llamada ‘Tres minutos con’, que se ilustra con una caricatura del personaje entrevistado. Ansúrez firma sus primeros ‘Ripios’ y Aledo y Publio, el ‘De ayer a hoy’. La primera viñeta humorística en muchos años, que al principio suscriben Punch o Laplace, lleva un nombre simbólico: ‘El mundo sonríe’. En 1955 El Norte cuesta ya una peseta, ha subido su paginación a ocho y diez planas y ha recuperado parte de su preocupación por los temas señeros de la cabecera: el campo y la región castellana. A finales del año anterior, y partiendo de la fecha de constitución de las dos cabeceras cuya fusión dio lugar a El Norte, celebra su centenario con una jornada de actividades y un extraordinario de 42 páginas que, por dos pesetas, pasa revista a los acontecimientos de los últimos cien años.

 

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