
Reformas.
De la fachada de la sede del diario
desaparecieron las clásicas
galerías de madera en 1960.
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LA EMPRESA |
Consejo directivo
Presidente, César Alba Delibes;
consejeros, Segismundo Royo-Villanova
Fernández-Cavada (a su muerte
entra su hijo Alejandro); Jaime Alba-Delibes;
Julio y José Guillén,
padre y hermano del poeta (cuando
fallece el segundo, entra Miguel Delibes);
Ramón Fernández Arias;
Emilio Gómez Orbaneja; Alejandro
Fernández Araoz y José
Antonio Rubio Sacristán. |
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En 1960,
El Norte de Castilla realiza importantes
reformas arquitectónicas en la
sede social de Duque de la Victoria, renueva
totalmente el viejo mobiliario y, el 6
de noviembre, estrena una nueva rotativa
Winkler et Fallert, la segunda, que fue
bautizada con el nombre de ‘Castilla’.
También en esta década,
durante la que Fernando Altés Villanueva
seguía siendo el gerente y sería
nombrado presidente César Alba
Delibes, a la escasez de papel se sumaban
las trabas que ponía el régimen
de Franco para desarrollar la labor informativa.
En la primera plana del 6 de noviembre
de 1960, destaca la información
sobre la compra de una nueva rotativa
más acorde con las necesidades
de la época para dar respuesta
al «constante aumento de circulación
de nuestro diario y su consecuente y natural
reflejo en la publicidad y en el espacio
que proporcionalmente deben ocupar las
informaciones». Una portada, por
cierto, en la que también se reproducían
artículos firmados por Julián
Marías, Francisco de Cossío,
César González Ruano y Narciso
Alonso Cortés. Además de
presentar la máquina «de
espléndida impresión y extraordinaria
rapidez de tirada» a la sociedad
vallisoletana a través de una fotografía,
la empresa se dirige a los lectores, suscriptores
y anunciantes para agradecerles su «asiduidad».
El diario anuncia en su editorial «una
nueva etapa, pues, en la centenaria marcha
de nuestro centenario Norte, al que Dios
y Castilla siguen permitiendo nuevas prosperidades
y reformas. Una nueva etapa sobre el buen
cimiento de las anteriores…».
Para instalar aquellas rotativa, El Norte
tuvo que acometer grandes obras de cimentación
en la nave principal de los talleres,
de los que previamente fue retirada la
maquinaria de la Imprenta Castellana,
trasladada a su vez a los almacenes de
las Eras del Puente Mayor. El Consejo
de Administración y la Dirección
del periódico advierten de que
la instalación «ha sido lenta
y laboriosa» y «muy costosa
también». Al mismo tiempo,
fue necesario acondicionar el edificio
social de Duque de la Victoria, esquina
con Montero Calvo, para facilitar un nuevo
acceso al taller y comunicar este con
las oficinas. De esta manera, la fachada
adquiere una nueva fisonomía al
desaparecer los antiguos miradores de
madera.
Desencuentros con
el régimen
«Cuando terminadas las obras
pueda efectuarse la inauguración
del taller y locales reformados, celebraremos
las pertinentes solemnidades de bendición
del conjunto y bautizo de la nueva rotativa
con el nombre de ‘Castilla’,
que hemos elegido para simbolizar en él
nuestro decidido afán de seguir
sirviendo con esta máquina, como
con las antiguas, los intereses y vida
de nuestra región». Con este
párrafo termina el artículo,
remitido a la sexta plana desde la primera,
en el que El Norte informaba de las mejoras.
Durante aquellos años, uno de los
principales caballos de batalla del diario
era la defensa del campo de Castilla,
de ahí que un artículo de
aquel número (42.321) firmado por
Arel –el periodista Ángel
Lera de la Isla– planteara la necesidad
de revisar el precio del trigo. La marcada
tendencia castellanista y las campañas
para reclamar un plan de riego para Tierra
de Campos, que liderada el entonces director
y escritor Miguel Delibes, siempre apoyado
por el gerente, Fernando Altés
Villanueva, provocaron innumerables choques
y desencuentros con la Dirección
General de Prensa del Ministerio de Información
y Turismo –dirigido primero por
Gabriel Arias Salgado, y después,
por Manuel Fraga Iribarne– y con
la Delegación Provincial de Información,
que capitaneaba Antolín Santiago
Juárez. Según detalla el
periodista José Francisco Sánchez
en el libro ‘Miguel Delibes, periodista’,
el autor de ‘Las Ratas’ mantenía
una constante lucha por ganar cotas de
libertad frente al Gobierno franquista,
dado que, a pesar de que se había
registrado un teórico aperturismo
de la censura, en la práctica las
consignas y controles seguían siendo
permanentes. No en pocas ocasiones, la
pertenencia al Gobierno, en calidad de
subsecretario de Educación Nacional,
de Segismundo Royo-Villanova (consejero
y secretario del Consejo Directivo de
El Norte, hijo del anterior presidente
y padre del que sucedería a Cesar
Alba) y amigo de Juan Aparicio, director
general de Prensa, salvó de más
de un disgusto al diario, sobre el que
el régimen ejercía un control
extremo.
Tras el fallecimiento de Antonio Royo
Villanova, el Consejo de Administración
elige para sustituirle a César
Alba Delibes, hijo primogénito
de Santiago Alba y de Enriqueta Delibes,
que había entrado en el periódico
en 1918. Doctor en Derecho por la Universidad
de Bolonia, su primera labor en el diario
fue en la administración, aunque
poco después entró a formar
parte de la redacción. Años
después, César Alba Delibes
fue nombrado consejero y, más tarde,
presidente del Consejo de Administración,
entre 1956 y 1970. Ese año fue
sustituido por el joven Alejandro Royo
Villanova –hijo del consejero Segismundo,
que había fallecido en 1965–,
cargo que mantiene en la actualidad. El
tronco familiar Alba-Delibes permanecerá
durante un siglo en la historia del diario.
El 1 de octubre de 1968, el consejo del
diario comunicaba a través de un
anuncio insertado en su página
14 que «EL NORTE DE CASTILLA ha
reducido su capital de 20.736.000 pesetas
(veinte millones setecientas treinta y
seis mil pesetas) a 13.824.000 pesetas
(trece millones ochocientas veinticuatro
mil pesetas)». Aquella fue una operación
de ingeniería financiera, propuesta
por Alejandro Royo-Villanova, en un momento
en el que la sociedad mercantil tenía
muchas reservas. Después de asesorarse
en los mejores bufetes fiscales de España,
los accionistas del diario decidieron
transformar las reservas en capital y,
al día siguiente, reducir los fondos
sin pagar impuestos, tal y como permitía
la Ley de Balances.
La primera paga
extraordinaria
Aquella década trajo gratas
noticias para los trabajadores, que en
1961 recibieron su primera paga extraordinaria
de Navidad, gracias a la mediación
de Miguel Delibes. El periodista José
Francisco Sánchez subraya que «la
preocupación por el personal –tanto
de la redacción como de los talleres–
fue constante». En esta línea,
en diciembre de aquel año, Delibes
escribió una carta al presidente
del Consejo, César Alba Delibes,
en la que le pedía que concediese
una paga extra a todos los trabajadores
de la empresa. «Te sugiero, tras
estas líneas, la posibilidad de
conceder con motivo de año nuevo
un aguinaldo de, digamos, mil pesetas
por cabeza, sin distinción de cargos
ni categorías. Este aguinaldo podría
acompañar un tarjetón en
el que el Consejo agradeciese los servicios
del último año y desear
un feliz 1962 a su personal». En
su misiva, el director argumentaba que
«de esta manera vigorizaríamos
los vínculos ya existentes en nuestra
empresa entre capital y trabajo, y a nuestros
empleados y obreros este recuerdo del
Consejo […] representaría
un estímulo para los sucesivo».
Incluso, Delibes aconseja a su primo el
momento de entrega de este jugoso regalo
en metálico, en concreto durante
la copa que el director ofrecía
a los empleados en el taller para despedir
el año. El gerente se sumó
a la iniciativa de Delibes y fue más
allá al escribir a César
Alba para proponerle la entrega de una
mensualidad completa. El presidente del
Consejo estuvo de acuerdo y los trabajadores
de El Norte recibieron su primera paga
extraordinaria de Navidad. Más
adelante, también partió
de Delibes la iniciativa de distribuir
acciones entre los trabajadores del diario,
una idea que igualmente fue secundada
por Fernando Altés Villanueva.
En aquellos momentos, Delibes era el delegado
del Consejo en la redacción; sin
embargo, su preocupación por mejorar
las condiciones laborales de los empleados
provocó que fuera conocido entre
los miembros de la directiva como «el
delegado de la redacción ante el
Consejo».
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