150 años de historia
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LOS ALBA
 
  Un paseo por la década
El despertar
Javier Aguiar
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Como si hubiera sido una pesadilla, El Norte, como toda España, resurge del franquismo más profundo ayudado por la incipente prosperidad y apuesta fuerte por un futuro que se empieza a vislumbrar
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EL PRODUCTO
Diario independiente
La censura obligó a eliminar el adjetivo ‘independiente’ del subtítulo del diario, pero se recuperó en enero de 1965.
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Espíritu navideño. Portada del especial de Navidad publicado el 24 de diciembre de 1958.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Prosperidad. La publicidad refleja la incipiente mejora de la calidad de vida a finales de los cincuenta.

 

 

 

 

 

 

 

El NORTE comienza su segundo siglo de vida en un momento de contrastes. El franquismo sigue imponiendo con dureza su credo, pero la población va poco a poco cambiando, empujada por una incipiente prosperidad que en los años sucesivos va a entrar al galope en un país sediento de bienestar después de tantos años de miseria y estrecheces. El turismo empieza a perfilarse como una interesante fuente de ingresos, lo que traerá consigo el germen de una tímida apertura y, más tarde, lo que se dará en llamar el desarrollismo.
Pero no hay que adelantar acontecimientos. En la Castilla profunda –casi toda– el panorama en 1956 seguía siendo tremendamente desolador. En el terreno del periodismo, como en el social y el económico, volver a una aparente normalidad cuesta un trabajo ímprobo y supone sortear no pocos obstáculos.
El Norte ha reducido su tamaño, pero sigue siendo un periódico grande. Mide 58 centímetros de alto por 41 de ancho. Mantiene una distribución todavía anárquica en las siete tradicionales columnas aunque apunta a su modernización. Cuesta una peseta y, a cambio, ofrece ocho páginas –diez los martes y los domingos– de muy poca información, la mayoría internacional, algún que otro suceso y las notas deportivas, en aumento. También crece, casi exageradamente, la cartelera de espectáculos, que cobra un notable protagonismo con el aluvión de cine estadounidense. Sin embargo, prevalece la atonía del régimen y lo oficial sigue imponiéndose. ‘El Caudillo’, unas veces; el ‘jefe del Estado’, otras, y las demás, ‘el Generalísimo’.
Franco se ha gustado en el poder y quiere mantenerse en él. Su ideario político no resiste muchos análisis, pero no hay problema porque cuestionarle está prohibido. El 1 de enero de 1957 el periódico abre a toda plana con el mensaje del general a los españoles, como viene haciendo cada primero de año desde el golpe de estado del 36. El titular y los sumarios resumen esa ideología tan peculiar: «Todo cuanto vaya contra la ley de Dios hemos de considerarlo como malo y perjudicial para la sociedad». El corrector no se debía atrever a ejercer su función, pero el asesor político, si lo había, tampoco: «Nada hace más anarquistas y comunistas que los abusos y especulaciones de los empresarios y el capital», rezaba el subtítulo. El segundo subtítulo resultaba todavía más inquietante: «El mundo occidental no tiene derecho a comerciar con la vida y la libertad de las naciones del Este europeo».
El 1 de octubre del año siguiente, fiesta del Caudillo, el diario publica los Principios del Movimiento Nacional, recién aprobados por las Cortes, en los que el jefe del Estado, consciente de su «responsabilidad ante Dios y ante la Historia», decreta que España es «una unidad de destino en lo universal».

«Para estar bella»
En vista de estos asuntos, con los que el periódico, como muchos españoles que aprecian sobre todo los años de tranquilidad aparente y el asomo de bienestar, no está del todo en desacuerdo, El Norte se dedica a lo suyo. Si en los años anteriores vivió el regreso de dos suplementos, ‘Las artes y las letras’ y ‘Cosas del campo’, que se daban los domingos a una plana, en 1958 reaparece ‘Crónica de la región castellana’, que también intenta ocupar una página, aunque no siempre lo consigue. Ese año, en el que Miguel Delibes sustituye como director del periódico al cura Gabriel Herrero, que llevaba 12 años en el cargo, se estrena la sección titulada ‘Crónicas, reportajes y colaboraciones’, en principio un cajón de sastre que luego cobraría cuerpo y sentido. En una de sus primeras entregas mezclaba el interesante artículo ‘Para estar bella en otoño’, firmado por Marichu Pe de la Mora, con otro sobre el Salón del Automóvil de París, que en esa edición presentó como gran novedad el Goggomobil, de 600 centímetros cúbicos.
Ese año se informa con pasión de la muerte de Pío XII y la elección de Juan XXIII; de los viajes de Gina Lollobrigida, a la que se adora; del hombre más viejo del mundo, que «tiene 195 años, nunca ha bebido ni fumado y puede andar 20 kilómetros»; del fallecimiento de Tyrone Power –cuyas causas últimas no quedan claras–; de los cohetes que el hombre envía a la Luna y a Venus, o del mueble español, que se ha puesto «de moda en España». También de una obra que pretende Italia y que tardaría medio siglo en iniciar, «un puente entre Sicilia y el Continente». Además aparecen dos tiras de cómic –‘El inspector Dan’, policiaca, y ‘El planeta del horror’, de ciencia ficción– y se ofrece a modo de serial la aventura de Anderson en el Polo con el ‘Nautilus’.
Una de las grandes novedades de esta época es la aparición de la televisión que, aunque oficialmente nació en 1956, en un principio no se extendió rápidamente, es probable que a causa del precio de los aparatos. Un artículo de El Norte, que no publicó la programación de TVE hasta 1960, definía con ingenuidad el invento recién llegado: «Es radio, cine y teatro ingeniosamente combinados», decía.

Transformación de la sociedad
En diciembre de 1958, el diario da cuenta de la inauguración del primer supermercado de Madrid, que utiliza «un sistema de congelación empleado por primera vez en España». Se publica un extraordinario de Navidad que titula a toda página «Paz a los hombres de buena voluntad» y en el que, por dos pesetas, se incluye desde el ‘Diario de la Virgen’ hasta un resumen de noticias del año. Un año que, cómo no, termina con otro mensaje de Franco. «Lo que surge del Movimiento y la Cruzada es un sistema político social de derecho, españolamente original y superador», decía.
La década de los sesenta va a traer consigo una profunda transformación de la sociedad española. El Norte, como adivinando que debía pertrecharse para afrontar tales retos, adquiere ese año una nueva rotativa que, entre otras cosas, le permite ampliar a 16 páginas y elevar su tirada hasta los 12.500 ejemplares que, en 1965 se habrán convertido en casi 20.000. «Dios y Castilla permítannos nuevas prosperidades», decía el editorial del día del estreno.
Pero el cambio se venía anunciando en el periódico meses atrás de una forma sutil, como en un goteo publicitario que va creciendo paulatinamente para desbordarse a partir de 1960. En 1956 empezaba ya a crecer, aunque lentamente, el número de anuncios, pero su contenido era el tradicional, con apenas novedades técnicas más allá del Plastosein, que modelaba a las señoras «un admirable busto» o el Biscuter, «el coche para todos», que precedió al Isseta y al Issocarro.
En 1958 se puede encontrar el inserto de una inmobiliaria que ya habla de la compra de vivienda como «¡Una magnífica inversión!» y también un descomunal anuncio, a toda plana y con letras gigantes, del «Gran sorteo de gaseosa La Pitusa», que se realizaría ante el notario de Madrid Blas Piñar López y cuyos dos primeros premios consistían en una Vespa y una máquina de coser Sigma. También ese año el champán Chardenet patrocinaba los viajes de aficionados del Real Valladolid allá donde jugaba el equipo ascendido a Primera División.
«Ríase de los elementos con la trinchera Corbys» decía otro más clásico junto a un nuevo despunte de la era de la alta tecnología: «Dos maravillas para su hogar, la cacerola a presión y la escoba eléctrica». A partir de 1960, parece que los españoles han descubierto de golpe el consumismo. La publicidad se multiplica en el periódico y el rey es el hogar, que quiere desprenderse de la espartana sobriedad de tantos años. Cocinas a gas, calentadores a butano, colchones de muelles, frigoríficos y radios van a sumarse al mobiliario tradicional. Pero la prosperidad permite que se anuncien también furgonetas DKW o se hable de vacaciones, algo inimaginable hasta hace muy poco tiempo que, para muchos, sigue siendo una quimera. «Vacaciones sin Kodak son vacaciones perdidas» se atrevía a decir el fabricante de película fotográfica.

De lujo
Y si la economía mejora, El Norte de Castilla, también. El diario despierta del letargo y empieza a quitarse las legañas. Se nota un empuje nuevo. El tándem Delibes-Altés funciona y, dentro de los límites posibles, dan un buen remozado al periódico. Firmas como las de Julián Marías o César González Ruano anteceden a las de Francisco Umbral («Cayetana de Alba, gracia y señorío en el ruedo de las Ventas», titula un reportaje el hoy famoso novelista) o Manuel Leguineche, que aporta con su sección, ‘La hora 24’, un estilo periodístico dinámico y de alto nivel.
Son los tiempos de las campañas en defensa de una depauperada Castilla, que le causaron a Delibes serios enfentamientos con la censura y el ministerio de Manuel Fraga. Los de ‘El caballo de Troya’, la sección de significativo título –tan combativo como obvio– desde la que se trataba de responder a un régimen que oprimía la libertad de expresión y ocultarlo con añagazas ccomo la nueva ley de prensa. Pero toda esta lucha, ccon gran esgaste personal, hace que el periódico viva una de sus épocas de mayor prestigio.
A partir de 1960, el diario ofrece los domingos un ‘Suplemento Semanal’, que lleva 20 páginas y cuesta dos pesetas. Arrastra algunas secciones del ‘antiguo régimen’, como ‘El mundo de la mujer’ o la de deportes, de difícil encaje en el especial, pero a su lado aparecen artículos sobre los asuntos de la actualidad mundial firmados por algunos de sus protagonistas, como Konrad Adenauer o Richard Nixon, que analizan lo que está ocurriendo en el Berlín recién partido en dos por un muro. Carmen Laforet o José Jiménez Lozano se unen a un plantel que para sí quisiera el más prestigioso de los diarios españoles. Junto a ellos, Félix Alonso dedica cada domingo un generoso pie de foto a las mujeres de actualidad que aparecen en grandes primeros planos y a las que llama, entre paternal y provinciano, ‘Muchachas de hoy’.
Otros dos suplementos clásicos del decano de la prensa vuelven a aparecer de la mano de esa riqueza hecha de divisas de emigrantes, turismo y apertura comercial. Se trata del extraordinario veraniego sobre Santander, ‘el mar de Castilla’ y destino mayoritario para los pucelanos que podían permitirse vacaciones y del de Semana Santa, que cada año amplía su paginación y mejora su presentación. A mediados de los sesenta, aparece una sección de información meteorológica diaria que incluye los primeros mapas de isobaras y la predicción del tiempo, un reflejo de que la ciencia también avanza. A finales de la década España es, haciendo valer el tópico promocional, diferente. Y El Norte, también. Oscila entre 14 y 16 páginas y cuesta dos pesetas, salvo los domingos, que sube a 2,50. Se empeña en las siete columnas, pese a que su tamaño ha vuelto a reducirse, acercándose a unas dimensiones más prácticas. Ahora mide 53 centímetros de alto por 38 de ancho, es decir, cinco y tres centímetros menos, respectivamente, que en 1955.
En lo que respecta a sus contenidos, sin poder escapar del obligado uniforme y sotana, caudillo y Papa –en esta época se celebra el Concilio Vaticano II, al que se dedica un seguimiento puntual, y muere Juan XXIII– se aprecia un claro intento de soltar amarras, de desprenderse de ataduras y lanzarse a un periodismo moderno, informativo, dinámico y entretenido. La información internacional se sigue con cercanía e interés y la cultura ha vuelto a cobrar el peso que tuvo antaño. Además, la organización de las secciones empieza a respetar un orden que sería el preámbulo de la que aún hoy se mantiene. La Agenda, la Opinión, los Clasificados, la información local y regional y, en la última, ‘Crónicas, reportajes y colaboraciones’.
El día de Nochebuena de 1965, El Norte sale con 32 páginas, de las que 16 corresponden a un suplemento de Navidad cuajado de publicidad. Un fugaz vistazo basta para comprender que se ha encendido una tenue luz al final del túnel y que los españoles avanzan hacia ella como una manada desbocada.

 

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