150 años de historia
LAS PERSONAS
LOS ORÍGENES
  1856-1866
  1867-1876
  1877-1886
LOS ALBA
  1887-1896
  1897-1906
  1907-1916
  1917-1926
  1927-1936
  1937-1946
  1947-1956
  1957-1966
ROYO-VILLANOVA Y ALTÉS
  1967-1976
  1977-1986
GRUPO CORREO-VOCENTO
  1987-1996
  1997-2006
 
 
Royo-VIllanova y altés
 
  Un paseo por la década
 
CONTENIDO
  Ángel de Pablos
  Patricio de Bocos López
  Los transgresores
  Fernando Altés
  «En El Norte hice de todo, hasta de repartidor» Francisco Umbral
  Colaboradores
  El taller de 1969
Mudanza en la dirección. De pie, Javier González, Fernando Altés Bustelo, José Ángel Rodero, Carlos Campoy, Mario Bedera, José Colina, Antonio Hernández, Guillermo Díez, Antonio Medina, Miguel Ángel Pastor, Carmelo Sabater, Ángel María de Pablos, Benito Sanz de la Rica, Agustín Cacho y Lorenzo Martínez Duque. Sentados, Emilio Salcedo, Emilio Cerrillo, los tres directores, Miguel Delibes, Félix Antonio González y Ángel de Pablos; López Pérez, Martín Hernández y Fernando Altés.
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Ángel de pablos
Fernando Bravo
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Ingresó en El Norte a los seis días de que lo hiciera Delibes, pero Ángel de Pablos era un hombre del régimen. Veintitrés años después, el primero lo propuso como director, cargo que ejerció durante seis años
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LAS PERSONAS
Ángel de Pablos
Ingresó en El Norte en 1944. En 1967 fue nombrado director. Creó el ‘De Ayer a Hoy’ con el seudónimo de Publio.
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HACÍA tiempo que Delibes no era oficialmente director de El Norte. En 1963 hizo el primer amago, hastiado de tanto hostigamiento del Ministerio de Información y de las dudas de parte del Consejo de Administración, que no quería prescindir de su nombre pero tampoco apoyaba siempre de forma decidida su actitud como periodista. En 1966, Félix Antonio había sido un breve capítulo en la sucesión de Delibes al frente de la redacción, que culminó en agosto de 1967, cuando César Alba propuso su destitución. Y entonces empezó el baile de nombres para buscar nuevo director.
También aquí fue decisivo Delibes. Frente a los Arnáiz, Bardavío o Muñiz, nombres que barajó el consejo, al final se impuso la candidatura de Ángel de Pablos, «un hombre de la casa». El sempiterno redactor jefe y sustituto del director, censor de profesión, fue nombrado director en funciones en noviembre de 1967 y el 27 de febrero de 1968 fue confirmado en el cargo. En abril de aquel mismo año, fue nombrado redactor jefe Emilio Salcedo, que protagonizó seis años más tarde la transición entre Ángel de Pablos y Fernando Altés Bustelo.
Ángel de Pablos (Salamanca, 1911) no solo era un hombre de la casa. Cuando accedió a la dirección, formaba parte de su historia, en realidad, de la correspondiente al periodo de mayor control y uniformidad de la prensa. Licenciado en Derecho, De Pablos ingresó en El Norte, procedente del ‘Diario Regional’, donde era redactor, el 15 de febrero de 1944, solo seis días después de que lo hiciera Miguel Delibes. Según los archivos de El Norte, su ingreso en la plantilla se formalizó el 17 de febrero de 1944, con 800 pesetas de sueldo.
Ambos, De Pablos y Delibes, habían cubierto las bajas forzosas de los redactores Eduardo López Pérez, que regresaría al periódico, y José García Rodríguez, sometidos al Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo. Ángel de Pablos llegaba, además, como redactor jefe del entonces director Gabriel Herrero y, como la mayoría de los periodistas, tenía otra profesión: funcionario de la Delegación Provincial de Educación Popular encargado de la censura de la prensa periódica.
De Pablos, sin embargo, transitó por la redacción a la sombra de un Delibes que llevaba la iniciativa y, aunque ideológicamente eran muy diferentes y no tenía con él la confianza que le unía a Félix Antonio, le apoyó frente al consejo. Como respuesta, Ángel de Pablos que fue director de Ateneo, donde creo el premio de novela corta, y presidente de la Asociación de la Prensa, intentó levantar el periódico reeditando algunas de las secciones que le dieron prestigio durante la etapa de Delibes. En 1968 recomenzó ‘Ancha es Castilla’ ‘En tres minutos’ o ‘La torre de la Antigua’. El propio De Pablos creo el ‘De ayer a hoy’ bajo el seudónimo de Publio, que tendría larga vida en las firmas de Heras Lobato, Julián Lago o Maribel Rodicio e incluso su hijo, Ángel María de Pablos. Bajo su dirección se reestructuró la redacción con un José Ángel Rodero, en Nacional; Félix Antonio González, en Deportes; Fernando Altés, en Internacional, y José Antonio Antón, en local.

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Patricio de Bocos López
Fernando Bravo
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Centenario. De Bocos es el empleado más longevo.

Pugna con El Norte en longevidad, aunque solo tiene 102 años. Patricio de Bocos López (Madrid, 1904) acumula décadas de la memoria de El Norte desde que la movilización del administrativo José Colina Martín, en 1936, le dejara al frente del negociado de suscripciones en la capital. Pero antes, en 1929, Patricio de Bocos había iniciado su relación con el rotativo desde Publicitas, la empresa que llevaba la publicidad de varios periódicos desde el número 2 de la calle Peligros, hoy Menéndez Pelayo. La Guerra Civil le introdujo en la nómina de El Norte, donde otra movilización, la del señor Miranda, puso bajo su custodia las llaves de la caja.
«Estoy llevando las suscripciones de Valladolid, le dije a Jacinto Altés, no puedo hacerlo todo. Él me contestó que si necesitaba ayuda pidiera una señorita, así que examiné a dos candidatas. Una de ellas era la hija del maquinista de la rotativa, el señor Severiano, aunque yo prefería a la otra. Altés me dijo que para no hacerle un feo a Severiano, contratara a las dos».
La memoria de este perito e intendente mercantil por la Escuela de Comercio de Valladolid es prodigiosa. Publicitas le obligó a aprender alemán, lo que le permitió hacerse cargo del departamento en la Escuela de Comercio. Uno de sus alumnos, Nicanor Rodríguez, le sustituiría tras su jubilación, en 1970, como jefe de administración.
De Bocos, que formó equipo con Sergio Rodríguez, Santiago y Nieves Álvarez, Carlos Moyano o José María Sánchez ‘Chiralo’, mantuvo su apellido unido a El Norte a través de su hija, Rosario de Bocos, que hizo el camino inverso: de la administración paso a la sección de publicidad, todavía bajo el control de Publicitas, y a su vez consolidaría la saga al casarse con el linotipista Julio de la Torre Perrote.

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Los transgresores
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Una de las generaciones de periodistas más comprometidas y con mayor proyección ocupa la redacción en los años de la transición democrática
Fernando Bravo
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Emilio Salcedo.

 

 

 

LAS PERSONAS
Emilio Salcedo
Delibes lo trajo de Salamanca para hacerlo director. Fue el redactor jefe de una generación de grandes periodistas.
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Tú escribes sobre asuntos locales. Pero no tienen por qué enterarse en el consejillo». El encargo se lo hizo José Jiménez Lozano a Fernando Valiño, un joven periodista que durante un par de años había hecho de todo, en 1971 y 1972, y aterrizaba de forma definitiva en una redacción en la que oficialmente todavía era director Ángel de Pablos, con Emilio Sánchez Arteaga, ‘Emilio Salcedo’, como redactor jefe. El control de la redacción, sin embargo, lo llevaba o intentaba llevarlo el consejillo, una derivación de aquella comisión consultiva o consejo creado por César Alba en la época en la que Félix Antonio González era director del periódico. Formaban parte del consejillo el consejero Rubio Sacristán; el gerente, Fernando Altés; José Jiménez Lozano; Miguel Delibes y el nuevo presidente del Consejo de Administración, Alejandro Royo-Villanova que, ocasionalmente, acudía a sus reuniones de los martes, a las siete de la tarde.
La redacción estaba sufriendo una renovación generacional definitiva, que iba a hacer frente a la información de una no menos profunda reconversión social y política.
José Antonio Antón, que años más tarde sería el verdadero responsable de la redacción como redactor jefe, coordinaba ya este grupo de nuevos periodistas junto a Germán Losada, que organizaba la información y aportaba sus contactos en el mundo laboral, en unos años en los que oficialmente no había huelgas, sino conflictos laborales. Luis Miguel de Dios, que después de dos años de prácticas logró su primer contrato en 1975, empezó a hacerse cargo de la información de la provincia. Y, con ellos, José Ángel Rodero, crítico de cine –años más tarde sería uno de los guionistas de ‘Verano azul’ para ejercer después como jefe de prensa del primer presidente autonómico de Castilla y León, Demetrio Madrid– que también llevaba el gabinete de Prensa del Ayuntamiento. Fernando Altés se había incorporado ya a la redacción, donde también trabajaba Ángel María de Pablos, el hijo del director, que durante años se hizo cargo de la sección de Deportes hasta que empezó a protagonizar las vueltas ciclistas a España desde TVE. Y Fernando de la Torre, Miguel Ángel Pastor, Maribel Rodicio, José Luis Lera, María Eugenia Marcos, el dibujante Domingo Criado, Margarita Serrano, Fernando Barrasa y Pilar Salamanca. Esta nueva generación, trufada de ‘jóvenes elementos de izquierdas’ que desmarcaron definitivamente a El Norte del resto de la prensa local, convivió aún algunos años con Ángel de Pablos, Hernández Higuera, Emilio Cerrillo o Martín Hernández.
La enfermedad iba apartando a De Pablos de la dirección mientras ganaba peso la figura de Emilio Salcedo (Salamanca, 1929). Salcedo entró en El Norte por la Sala de Cultura, donde había pronunciado en noviembre de 1965 una conferencia en ‘Los Martes de El Norte’ sobre Unamuno. Delibes no lo dejó escapar y allí mismo le propuso ingresar en El Norte. Año y medio más tarde, «un 3 de abril de 1967, Lunes de Aguas en Salamanca, me vine a Valladolid, cortando mis raíces».
La personalidad de Emilio Salcedo se ajustaba, probablemente, a lo que Delibes pensaba que debería ser su sustituto. No llegó a la dirección este académico correspondiente de la Real de Bellas Artes de San Fernando, autor de ‘Vida de don Miguel de Unamuno’, crítico y periodista. La enfermedad adelantó su desvinculación de El Norte. «Todos los días escribo, solo a máquina porque he perdido mi letra», escribía a Altés, poco antes de su muerte en 1992.

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Su particular orden. En su despacho, revisando el teletipo y las cartas enviadas por los lectores.
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Fernando Altés
Fernando Bravo
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Hijo de Fernando Altés Villanueva, Altés Bustelo fue el tercer director de El Norte propuesto por Delibes. Tenía todo a su favor: era un hombre de la casa, culto y conocía el oficio desde su infancia.
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LAS PERSONAS
Fernando Altés Bustelo
Estudio Derecho y Periodismo. Empezó como corrector. En 1974 fue nombrado director. Falleció en 1992.
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A contraluz. Con Cossío, durante una entrevista.

 

No son necesarias las preguntas. La entrevista saldrá, poco a poco, extraída de una conversación entre amigos». Faltaban aún siete años para que Fernando Altés Bustelo (Valladolid, 1936–1992) se convirtiera en el decimoséptimo director de El Norte, cuando inició en el Suplemento Semanal una sección de entrevistas, ‘Vallisoletanos a contraluz’, por la que desfilaron un centenar largo de personajes, cuyo único nexo era formar parte del paisaje humano al que iba dirigido el periódico en el que desarrolló toda su vida profesional. Fue una especie de aprendizaje del entorno que necesitaba conocer para saber qué terreno pisaba el periódico que unos años más tarde dirigiría.
Sus entrevistas, con pocas notas y mucha conversación, retrataron a Cossío, al no menos veterano periodista José García Rodríguez, al catedrático de literatura Emilio Alarcos García, quien desdramatizaba el desinterés por la literatura porque, aseguraba, «a pesar de todo, hay muchos más que leen y estudian a los clásicos que en cualquier otra época de la historia». Y Fernando Altés era un de ellos.
Pero aquella galería de entrevistas dio cobijo también al tallista Miguel Trapote, al futbolista Julián Vaquero del Caño, a Ángel Zamora, ‘Zamorita’, conserje de la plaza de toros, al ‘Catarro’ o a Victoriano Soto, un distribuidor de prensa, o a los representantes de las primeras organizaciones empresariales y sindicales.
Fernando Altés había nacido con la Guerra Civil y su padre, al que el alzamiento sorprendió en Madrid, no tuvo oportunidad de conocerle hasta casi dos años después. Sin embargo, el resto de su vida permanecería unido a él y a la empresa de la que Altés Villanueva era gerente. Al principio, incluso físicamente, ya que la infancia de Altés Bustelo transcurrió en un piso situado en la planta superior al patio de la rotativa, entre Montero Calvo y Duque de la Victoria. En alguna ocasión confesó que se despertaba cuando esta enmudecía, tras concluir la tirada del periódico. Los talleres de El Norte fueron el escenario lúdico de su infancia, y los linotipistas, cajistas y montadores, los primeros compañeros de juegos. A pesar de su pasión por el periódico, su padre le impuso los estudios de Derecho. Concluidos estos y satisfecho el deseo paterno, estudió Periodismo, su verdadera vocación, mientras trabajaba como corrector en El Norte, donde comenzó en 1965. Altés estuvo también arropado en sus primeros años por los tres directores que le precedieron. Miguel Delibes, Félix Antonio González y Ángel de Pablos, y por quien le sucedería al frente de la redacción, José Jiménez Lozano.
Pero también tuvo la oportunidad de trabajar con aquella generación de la transición que, poco a poco y ya bajo su dirección, fue abandonando El Norte de Castilla. Con Manuel Leguineche, Altés protagonizó algunas de las informaciones menos habituales para los redactores de la época, como los viajes de los Reyes a China o a Israel.
Fallecido De Pablos, Emilio Salcedo hizo la transición como redactor jefe hasta que en 1974 Altés fue nombrado director con el apoyo expreso de Delibes. El éxodo de periodistas de aquella generación del fin de la dictadura y la transición, que en buen número pasaron a ocupar cargos de respnsabilidad en otros medios, no afectó a algunos de los que mantendrían con él el pulso de la redacción durante casi dos décadas. Entre ellos estaban José Antonio Antón, el redactor jefe que asumió la llegada de una nueva generación de periodistas; Maribel Rodicio, que hasta el 2002 sería una de las firmas destacadas, con apenas un paréntesis de cuatro años que ejerció como jefa de prensa de las Cortes de Castilla y León; Fernando Valiño, De la Torre, Fernando Barrasa...
Altés falleció el 16 de noviembre, a los 56 años, víctima de una enfermedad que le había apartado un año antes de la redacción.

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Colaborador. El escritor Francisco Umbral mandó crónicas para El Norte durante más de 10 años. / Fotoprensa
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«En El Norte hice de todo, hasta de repartidor»
francisco umbral COLABORADOR DE EL NORTE ENTRE 1957 Y 1968
Víctor Vela
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LAS PERSONAS
Francisco Umbral
Colaborador de El Norte durante más de diez años, como crítico literario ycomo corresponsal en Madrid.
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DE la crítica literaria a las entrevistas a folclóricas, de los reportajes sociales a los encuentros con toreros. Francisco Umbral (Pérez en sus primero escritos) ha hecho «de todo en El Norte», desde su primera reseña –publicada el jueves 21 de marzo de 1957– hasta que abandonó su puesto como corresponsal del periódico en Madrid. «Por hacer, hasta de repartidor». «Me daban mil pesetas por repartir El Norte, que entonces se vendía en siete quioscos de Madrid. Al principio le dejé a un amigo que lo hiciera, un chaval de Segovia, pero vino una época mala para mí, en la que ganaba menos dinero, estaba peor, enfermo. Le dije a mi amigo que esto se acabó, que volviera a los estudios. Y volví a repartir el periódico. Me iba todas las mañanas a la estación para coger el paquete. Dejaba los ejemplares y luego me metía en un bar con futbolín. Antes todos los bares tenían futbolín. Allí desayunaba un bocata, me jugaba unos futbolines y luego me iba para la pensión. Esas mil pesetas me vinieron muy bien. Estaba pensando incluso en volver a Valladolid y yo no quería volver».

–¿Cómo entró en El Norte?
–El director era ya Miguel Delibes, que no entró como tal, pero en seguida se hizo con el cargo. Y tenía un secretario, Carlos Campoy, que era un tipo de una calidad periodística, política y personal extraordinaria. Miguel le dijo: ‘Este periódico hay que renovarlo. Si conoces chicos jóvenes que escriban, tráetelos, a ver si hay alguno que sirva’. Campoy llevó a un grupo de gente como Jiménez Lozano, el cura Martín Descalzo, que era un cura rojo. Y entre ellos estaba yo. Y luego, cuando hubo formado ese equipo joven, le dijo: ‘Coño, solo me has hecho un equipo de rojos’. Y Carlos decía: ‘Hombre, Miguel, tú que eres un rojo católico y tal, pues ahí los tienes’. Ellos tuvieron problemas, no solo por esto. Mandaban tanto los dos que no se sabía quién era el director. Miguel era, como ha sido siempre para todo en la vida, más ordenado, más sereno. Tardaba más en tomar resoluciones. Pero, en cambio, Campoy era muy rápido. Yo llegaba un día por la tarde y me decía: ‘¿Has leído este libro de poesía’. ‘Sí, lo he leído, claro’. Serían los premios Adonais o así. ‘Bueno, pues si lo has leído, siéntate y hazme la crónica rápidamente’. Y lo hacía a gran velocidad. O bien me decía: ‘Mira, vas a ir con fulanito a Delicias, a hacer la crítica de una película’. De una película que se estrenaba en Delicias, lo que era raro; yo creo que era cine de barrio, como dice la televisión. Y nos íbamos para allá. Y veníamos y hacíamos la crítica a medias. Esa marcha inmediata con los jóvenes la tenía Campoy. Miguel era más patriarca. Estaba más en el Miguel Delibes que ya era, ganador del Nadal. Nuestro contacto más cercano era Campoy. Pero, dada la personalidad de Delibes, cuando El Norte se difundió por España, del que se hablaba era de Delibes.

–¿Cómo era El Norte de los años en los que colaboró en el periódico?
–¡Hombre! Era sabido por el público que era un periódico liberal, por no decir otra cosa. Se podía decir que era de izquierdas. Y luego, con una gran zona literaria. Yo estuve mucho tiempo mandando cosas a El Norte semanalmente.

–Empezó en la sección ‘Las artes y las letras’, haciendo crítica literaria.
–Sí, lo que pasa es que me pasé de la literatura a la salsa rosa, digamos. El Norte daba los domingos muchas páginas de amores y de famosos y de líos. Eso los periódicos serios antes no lo daban. Y El Norte menos. Ahora se da de todo. Antes tenía más peso lo literario, lo cultural y no tanto esta información frívola.

–Entrevistó para El Norte a los grandes actores, a los toreros, a las folclóricas…
–Yo iba a Cibeles, que hay un gran quiosco, y entonces traía revistas internacionales y tal. Me había hecho amigo de los dos chicos que lo llevaban y les robaba revistas italianas, muy bien hechas. Y ahí venían los famosos de Europa y también alguno de España, como Luis Miguel Dominguín, el otro y tal. Yo con eso me iba a la pensión, recortaba… El italiano es fácil de leer, así que leía la información, me enteraba, recortaba las fotos y le mandaba unos sobres a Miguel maravillosos.

–¿Recuerda alguna entrevista…?
–Sofía Loren. Me encantó porque era todo lo contrario de lo que creíamos aquí. Era una mujer muy apañadita, muy recogida, muy simpática. No era aquella tía voluptuosa. Alguien escribió que a Sofía Loren las tetas le tapaban el pecho. Y es verdad, yo la vi en persona y las tetas le tapaban el pecho. Recuerdo que una vez tuvieron una querella muy fuerte con la censura, muy fuerte, y el culpable estaba en Madrid, que era yo. Todo era, me lo dijo luego Manu Leguineche, por Brigitte Bardott.

–¿Qué escribió?
–Escribí que era un maravilloso pecado mortal. ¡Coño! Y era verdad. Ahora no, porque la mujer está un poco mayor. La que se montó por un pie de foto, por una frase. Y luego tuve un lío más gordo. Recuerdo que me encargaron la presentación de las ferias. Hablé desde el Ayuntamiento. Aquel fue el verdadero follón que yo tuve con el periódico porque mi teoría era que Valladolid era una ciudad con dos ríos, uno de derechas y uno de izquierdas. Y enumeraba todo lo que se encontraba en ambos lados. Aquello salió por lo visto muy fuerte. La gente decía: ‘¿Pero cómo han traído a un rojo aquí?’ Y luego mis amigos de toda la vida de Valladolid no aparecieron, los cabrones.

–¿Aquello supuso su ruptura con el periódico?
–Con toda la estructura aquella, sí. Se dividieron en bandos. Miguel, de mi parte se puso siempre. Y Martín Abril, aquel lírico tardío tuvo una reacción rara. Un hombre que nunca hablaba de política, que solo hablaba de las azucenas del Campo Grande y el tío se hizo un articulazo defendiéndome y metiéndose con todo su público, la gente que le leía porque creían que era César González Ruano y es mentira, no lo era. No estaba ya don Paco Cossío, a quien admiraba, porque estaba en una línea de articulismo bueno. Cultivaba el artículo rápido y tal, una cosa muy parecida a lo de Ruano y a lo mío.

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colaboradores
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Más numerosos que los redactores en nómina, la lista de colaboradores dejó en las páginas de El Norte la firma de hombres de la cultura y el derecho. Martín Abril fue uno de sus máximos exponentes en la década
Fernando Bravo
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ASÍ que un día nos ponemos a escribir. Cualquier día (generalmente cuando cae la noche) tomamos cuartillas baratas, nos sentimos diferentes y nos ponemos a escribir. Sólo porque nos sentimos culpables, cerramos las puertas, empequeñecemos la luz, bajamos la radio (qué sería de nosotros si nos descubrieran). Y buscamos las palabras exactas, las que no habían sido profanadas del todo». José Irazu Garmendia, más tarde Bernardo Atxaga, que en 1989 obtuvo el Premio Nacional de Narrativa con ‘Obabakoak’, una obra traducida del euskera, iniciaba con este párrafo su aventura literaria en la prensa. Buscaba el premio Francisco de Cossío, que patrocinaba entonces el rotativo vallisoletano, y el 27 de junio de 1971 publicó aquel ‘Los que anhelamos escribir’. Atxaga eligió El Norte para albergar su primera colaboración periodística.
Lo suyo fue, sin embargo, una anécdota literaria en un periódico que durante esta década reunió a algunos de los más sonoros nombres de las letras vallisoletanas en su nómina de colaboradores, junto a decenas de firmas que ocasionalmente visitaban la opinión de El Norte.
La de Francisco Javier Martín Abril (Valladolid, 1908–1997), fue una de las más recurrentes durante muchos años. Su ‘Galería’ era una forma de abordar de forma amable asuntos de actualidad. El poeta y escritor Andrés Quintanilla Buey define en ‘Personajes vallisoletanos’ su encuentro diario con Martín Abril en las páginas de El Norte: «Como quien, a la hora del desayuno, le pone al café un azucarillo, así le ponía Francisco Javier Martín Abril a Valladolid, cada mañana, el dulzor de su palabra».
Martín Abril, profesor de Derecho Civil, fue también secretario judicial, pero recurrió a una excedencia para dedicarse al periodismo. Se convirtió en director del ‘Diario Regional’ entre 1939 y 1952 y de Radio Valladolid, desde 1937 a 1962. Publicó sus colaboraciones en varios periódicos como ‘Ya’, ‘La Vanguardia’ o ‘ABC’, y en 1970 se incorporó como redactor a El Norte, donde firmó la sección diaria ‘Cada mañana’, a la que tomó el relevo la ‘Galería’ que escribió hasta poco antes de su muerte, aunque se había jubilado en 1977. Martín Abril publicó más de sesenta mil artículos y veinte libros en prosa y verso.
Miembro de la Real Academia Española, premio Mariano de Cavia de ‘ABC’ en 1941 por el artículo ‘El otoño en los jardines’, obtuvo el Nacional de Periodismo en 1961, el Francisco de Cossío de la Junta en 1989 y el Premio de Poesía Ciudad de Valladolid ’. Martín Abril fue uno de los colaboradores más fecundos que, hasta poco antes de su muerte, llevaba personalmente sus cuartillas a la redacción.
Una década larga antes de que Martín Abril empezara a publicar su ‘Galería’, otro vallisoletano licenciado en Derecho, Antonio Corral Castanedo, era ya asiduo de las páginas de El Norte con sus críticas de arte. En 1956 publicó sus primeras colaboraciones, pero fue en mayo de 1980 cuando inició con el dibujante Juan Palencia una sección dominical, ‘Villa por villa’, donde retrataron todos los pueblos de la provincia de Valladolid. Premio Provincial a la Trayectoria Literaria, Corral Castanedo vio recogida su sección en tres volúmenes publicados por la Diputación.
El 4 de marzo del 2001, Ángel Allué Horna publicaba ‘Paquito, que murió de hambre’, la que sería su última colaboración en El Norte. Allué, cuyo apellido estuvo vinculado al periódico durante décadas, tenía en sus ‘Recuerdos del ayer’ un encuentro periódico con los lectores.
La lista de colaboradores de esta época es larga. Fulgencio Cabrera Palencia, Elena Santiago, Amancio Sabugo Abril, Celso Almuiña, Julio Valdeón, Pedro Conde Zalama, Eduardo García Benito...

Sesenta mil artículos. La ‘Galería’ de Martín Abril apareció durante décadas en El Norte ya que, tras su jubilación siguió como colaborador.

 

 

LAS PERSONAS
Martín Abril
Director de ‘Diario Regional’ antes de pasar a redactor de El Norte. Jubilado, se convirtió en uno de los colaboradores más fecundos.
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Corral Castanedo.

 

Ángel Allué Horna.
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El fin de una década. De izquierda a derecha, Emiliano Argüelles, Oliver Narbona, Manuel Peregrín, Ramón Margarida, Miguel Delibes, Luis Sanz, Ángel Margarida, Ángel Rojo, Rafael Adrados, Miguel de Torre, Leandro Lozano, Francisco de Pedro, Eusebio Puelles, Emilio Salcedo, Luis Pin, Nicolás Pérez y Fernando Altés Bustelo.
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El taller de 1969
francisco umbral COLABORADOR DE EL NORTE ENTRE 1957 Y 1968
Víctor Vela
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En prieta hermandad. El redactor que elaboró la información sobre la fiesta de fin de año de 1969 en los talleres de El Norte definía así la relación de cajistas, montadores ajustadores y linotipistas con algunos miembros de la redacción que participaron en aquella celebración, en la que «se formularon votos por la ascendente prosperidad de El Norte». Miguel Delibes, entonces asesor de la redacción; Oliver Narbona, el hombre del tiempo; Emilio Salcedo, que pronto asumiría la jefatura de la redacción o el entonces redactor Fernando Altés Bustelo no eran extraños en aquel taller de oficios destinados a desaparecer. Aquellos linotipistas, cajistas y montadores se reconvirtieron en pocos años en perforistas, correctores u ordenanzas. De aquel final de década solo el cajista Miguel de Torre, más tarde regente, sigue en activo como jefe de Producción.
El taller ha sido, más aún que el Consejo de Administración o la redacción, terreno abonado para las sagas familiares. Aún hoy, Luis Vargas, de fotomecánica, y su hermano Antonio siguen la estela de Ángel y Santiago Vargas, en el cierre de aquellos años sesenta. José Jesús Díez, en administración, y su hermano Francisco Javier, de rotativa, mantienen el apellido del ordenanza de la época, Marcelino Díez. Pero si hay una saga esa es la de los ‘Chiralo’. El cajista Andrés Sánchez entró en la nómina de El Norte en 1919 y se jubiló en 1958. Su hijo, José María, también jubilado, firmó las nóminas de la empresa durante años. Edmundo Sánchez, su nieto, sigue siendo el jefe de cierre.

 

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