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EL PRODUCTO |
Censura
En 1967 Delibes convirtió
una entrevista de José
María Gironella a Don
Juan de Borbón en una
entrevista a Gironella en la
que contaba su charla con el
padre del Rey. Así logró
burlar a la censura. |
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Dominical.
El suplemento del domingo tenía
sitio hasta para ‘El cuerpo’
de Raquel Welch. |
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El primer día del
año 1966, El Norte felicita a sus
lectores en primera plana con una foto
a tres columnas de la fachada del periódico
a la calle Duque de la Victoria, en la
que un gran árbol navideño
luminoso se corona con la palabra ‘Paz’.
Justo debajo, y también a tres
columnas, la información más
destacada se refiere a la situación
en la guerra de Vietnam y está
ilustrada con una caricatura de Ho Chi
Minh. Igual tratamiento, aunque un poco
abajo, recibe la reseña sobre el
‘Mensaje de Su Santidad en la solemne
clausura del Año Jubilar Compostelano’,
en la que ‘Su Excelencia el Jefe
del Estado estuvo representado por el
ministro de Justicia’.
Esta primera condensa algunas de las claves
del Norte de Castilla de esa época.
Las noticias se ordenan con mayor lógica
y cuidado; la información internacional
es, con diferencia, la mayoritaria; la
presencia de la Iglesia sigue siendo importante
y la de la España oficial va cediendo
lentamente. Por ejemplo, es primero de
año y no aparece la ancestral nota
dedicada al ‘Día del Caudillo’.
Es un síntoma de que la censura,
aunque todavía es una presencia
continua y opresora, afloja la mano respecto
a los primeros tiempos del franquismo.
El diario cuesta ya dos pesetas, tira
entre 14 y 16 páginas, y mide 53
centímetros de alto por 37 de ancho,
un formato bastante grande. Suele iniciarse
con un par de planas dedicadas a una información
local en la que cabe casi de todo. La
4 y la 5 son para los clasificados, que
aumentan a gran velocidad, la programación
de radio y televisión y, para ajustar,
más notas locales. Las dos siguientes
páginas se destinan a la región
y, para completar, el pronóstico
meteorológico, el horóscopo
y algo de relleno. Después vienen
las secciones que casi han tomado ya su
forma definitiva. Cultura y Sociedad –que
es la que está más verde–
España, Internacional, la cartelera,
Sucesos –que también anda
en pañales– y Deportes, que
consolida su importancia.
En la última se recupera, aunque
algo reformada, una cabecera que dio prestigio
al periódico, ‘Reportajes,
colaboraciones y crónicas de todo
el mundo’, se llama ahora. Bajo
tan largo título se leen artículos
firmados por Manuel Leguineche, Manuel
Alcántara o los corresponsales
del diario Feliciano Fidalgo (París)
o José V. Colchero (Bonn).
Es, sin duda, una página interesante,
de un alto nivel periodístico y
concebida con criterios modernos y ambiciosos.
Un año después desaparecería.
En esos primeros días de la duodécima
década de existencia del decano
de la prensa diaria, en sus páginas
podemos informarnos del regreso de Manolo
Santana desde Sydney, donde jugó,
y perdió, la Challenge Round de
la Copa Davis ante Australia, de que El
Cordobés se había dejado
barba o de que –parece increíble
que ya entonces anduviésemos así–
en sólo tres días 41 personas
murieron y 589 resultaron heridas en accidentes
de tráfico en España.
En el capítulo de curiosidades
cabría destacar un editorial en
el que se pide con cierta vehemencia una
mayor transparencia a los organismos públicos,
un artículo que elogia el estreno,
en Madrid, de ‘La zapatera prodigiosa’,
de Lorca, o una fotografía a tres
columnas de la popular actriz italiana
Rossana Schiaffino hablando por teléfono
en la bañera que, pese a la abundancia
de espuma, deja entrever –o intuir–
unas curvas sugerentes capaces de disparar
la imaginación de los vallisoletanos
del momento.
También resultan sorprendentes
y dan una imagen de las contradicciones
de aquella sociedad española algunas
de las reseñas incluidas en la
sección titulada ‘Las ideas
ajenas’, una pequeña revista
de prensa. Un día cualquiera, el
16 de enero, encontramos un artículo
extraído del diario ‘Pueblo’
a favor de que los curas puedan usar el
‘clergy man’, como se ha autorizado
ya en las diócesis de Granada,
Oviedo y Sevilla, aunque en Madrid se
ha prohibido. Se trata, argumenta, de
una prenda más moderna, cómoda
y funcional que la sotana y no afecta
a la labor pastoral. Debajo aparece un
extracto de un editorial de ‘ El
Alcázar’ que más bien
demuestra las paradojas de la sociedad
actual. El periódico de extrema
derecha defiende en el texto la libertad
religiosa en la enseñanza porque
la fe, aclara, no puede imponerse por
la fuerza. Evidente ¿verdad?
Objetivos
El Norte está cambiando
con los tiempos y apunta algunos de los
objetivos de su futuro inmediato. Si en
1956 ya intentó hacer una edición
para Palencia a partir de ahora dedicará
a esa provincia todos los días,
dentro de la página regional –‘Crónica
de la región castellana’
se llamaba ese año y ‘Por
Castilla y por León’, el
siguiente– una sección fija
llamada ‘Aquí Palencia’.
El interés por el cine aumenta
al ritmo que el número de salas
en la ciudad, que ya superan la decena.
Especialmente el Suplemento Semanal –que
mantendrá su excelente nivel periodístico
hasta 1967, que se hace más localista–
se nutre de noticias y críticas
sobre el séptimo arte, pero también
de cotilleos o ligeros excesos como la
gran fotografía de Raquel Welch
en minifalda que titula, a considerable
tamaño, «El cuerpo».
La música también merece
un seguimiento especial, no en vano es
la década por excelencia del pop
y el rock, y El Norte da titulares del
tipo ‘The Animals (enemigos de los
Beatles), en España’. J.
A. Rodero y R. González Yáñez
se encargarán de una página
semanal llamada ‘El mundo que gira,
gira...’, en la que pasan revista
a la actualidad musical e incorporan por
primera vez una lista de éxitos
internacional, lo que se conoció
como el ‘hit parade’.
Las mejoras técnicas permiten que
se publique la lista fotográfica
de la lotería de El Niño
que, por cierto, ese año, va a
caer a Medina de Rioseco.
La economía española va
superando planes de desarrollo, que ya
no se anuncian como la panacea nacional,
y crece de una manera notable. El diario
lo refleja en todas sus secciones. Si
en la primera se destacan las declaraciones
de Pompidou manifestando el deseo de su
país de que España ingrese
en el Mercado Común, en el interior
aparecen de vez en cuando artículos
sobre cuestiones de macroeconomía
o política económica, que
denotan un creciente interés por
la materia. La publicidad es otro espejo
fiel de esa evolución. Cada vez
hay más anuncios que demuestran
una actividad moderna y dinámica.
Las inmobiliarias promocionan pisos y
oficinas, la maquinaria agrícola
se ha transformado por completo y la automoción,
incluida la destinada al transporte o
la industria, ha disparado sus ofertas.
Un día de enero vemos dos curiosos
anuncios en la sección de clasificados.
El primero es de un piso de ocho habitaciones
en el Paseo Zorrilla. Lo llamativo es
su precio: 875.000 pesetas. El segundo
es de un ganadero que ha vivido, como
casi todos los españoles, los malos
tiempos y aún los recuerda. Anuncia
unos corderos de cebo y para animar al
comprador destaca: «Con el riñón
bien cubierto». ‘El Norte
femenino’ –que luego pasa
al Suplemento como ‘El rincón
de la mujer’– y ‘Las
artes y las letras’ tienen una presencia
inconstante.
El verano de 1969 el periódico
cuesta tres pesetas y ofrece entre 20
y 24 páginas que los domingos ascienden
hasta las 32. En julio informa de dos
grandes noticias. El día 22 titula
a toda plana: «Armstrong y Aldrin
viajan ya de retorno a la tierra».
De Collins nada decía. Debajo,
a tres columnas, el comentario de Pablo
VI sobre la hazaña rezaba –nunca
mejor dicho– «Gloria a Dios
en las alturas». La noche anterior
todos los españoles vieron por
televisión la primera huella del
hombre en la luna.
El día siguiente El Norte abría
con un gran titular a cinco columnas:
«Don Juan Carlos de Borbón,
sucesor en la jefatura del Estado».
En los primeros setenta, El Norte ordena
sus secciones y va pasando a las últimas
páginas –ya da entre 28 y
32– las programaciones, la cartelera
y los clasificados. Muchas crónicas
añaden a la firma la coletilla
«recibida por ‘telex’
en exclusiva para este periódico».
Criado suscribe una viñeta de humor,
que a veces es ácida y a veces
también crítica. Dentro
suele haber otras dos y una tira de cómic.
Julián Lago –años
después fugazmente famoso por ‘La
máquina de la verdad’–
hacía los ‘Tres minutos’
con chispa y originalidad. Umbral firmaba
críticas literarias y luego pasa
a escribir las ‘Crónicas
de Madrid’ –que antes hacía,
en un estilo radicalmente distinto, Lera
de Isla– en las que su talento se
destapa en cada línea. Jiménez
Lozano glosa la vida de Juan XXIII.
El 12 de septiembre de 1973 –cada
ejemplar costaba ya seis pesetas–
el diario ofrece un suplemento de 16 páginas
a todo color en papel blanco de la I Feria
Nacional de Muestras de Castilla y León.
Aunque ya se hacían especiales
de las fiestas de la capital y algunos
pueblos, este supone un cambio apreciable
como concepto y abre una nueva puerta
a los suplementos extraordinarios. La
abundante publicidad del número
habla de su carácter comercial
y, también, de su segura rentabilidad.
Ese mismo día el diario abrió
con el golpe de estado de Pinochet, al
que luego dedicaría abundante información
a caballo entre lo permitido, que hablaba
de «la caída del régimen
marxista», y la sentida, como un
fantástico y arriesgado artículo
de Emilio Salcedo que tituló ‘Carta
al doctor Salvador Allende’. Mientras
lo escribía conoció la noticia
de la muerte del presidente chileno durante
el asalto militar al Palacio de la Moneda.
Al finalizar el año, una crónica
enviada por José Oneto daba cuenta
del asesinato en Madrid del presidente
del Gobierno, Carrero Blanco, por una
bomba colocada, según se informaba
al día siguiente, por «seis
terroristas pertenecientes a la ETA V
Asamblea».
Era como un preámbulo del fin del
régimen franquista que se consumó
solo dos años después. La
larga enfermedad de Franco dio pie a las
dudas sobre el futuro y, con ellas, a
los primeros textos que mencionaban palabras
como ‘libertad’ o ‘democracia’.
Por fin, el 20 de noviembre de 1975 el
Norte de Castilla –que costaba ocho
pesetas y llevaba 32 páginas–
titulaba a toda plana: «Franco murió
a las 4.40 de la madrugada». A su
lado, un editorial titulado «España,
de luto» hablaba de gratitud y respeto,
pero no olvidaba mencionar, entre complicadas
expresiones de distracción, la
necesidad de un «perfeccionamiento
democrático». En esa misma
primera, a tres columnas y con foto, el
periódico informaba de que «La
renovación de la curia diocesana
sigue las instancias del concilio».
La noticia tanto tiempo esperada –la
de Franco, digo– a la que se dedicaban
siete páginas en el interior, fue,
como todas, absorbida por el tiempo. Solo
diez días después Franco
ya no aparecía en la portada. La
riada de cambios políticos eclipsó
el final del dictador. El lenguaje era
necesariamente diferente para transmitir
mensajes radicalmente distintos. El temor
a un retroceso involucionista no sofocaba
los anhelos de libertad y la esperanza
de un futuro mejor se esparcían
por las columnas del periódico
como lo hacían por las calles de
todo el país. |