Evolución.
Ramón Gómez posa
con la CPU de la Kodak DCS y varios cuerpos
de cámaras digitales. / Daniel San
José
fotografía digital
Antonio g. Encinas
.
La revolución electrónica
llegó a la redacción de El Norte
en 1994, amplió las posibilidades gráficas
del periódico y dio un vuelco a secciones
como la de deportes
.
El negativo.
María Ángeles, de Documentación,
escanea un negativo. / R. Gómez
LA TÉCNICA
Cámaras
Desde el año 1994, los fotógrafos
han utilizado seis cámaras
diferentes.
Fidelidad
Cinco eran de la marca Canon, y
una de Nikon con CPU de Kodak.
Resolución
De los 1,3 mpx. de 1994 a los 8,5
actuales.
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MATERIAL
- Kodak DCS 200:
Solo la utilizaron ‘El Comercio’
y El Norte. Hacía una foto
cada varios segundos, exclusivamente
en blanco y negro. ISO 400 como
máximo. No se veía
la foto en la cámara, sino
en la CPU que llevaba adherida.
El cuerpo era Nikon F3.
- Canon D2000: Resolución
de 1,5 mpx. Delicada con el flash,
tendía a sobreexponer y daba
colores poco fiables. Era muy pesada.
- Canon Eos D30: 3 mpx. de resolución.
- Canon Eos D1: 4 mpx. de resolución.
- Canon Eos D20: 8 mpx. de resolución.
- Canon 1D Mark2N: 8,5 mpx. de
resolución
En 6 años, y con ópticas
similares.
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Cómo
vais a hacer lo de los Celtas?
La pregunta es de Carmen Diez, jefa de
área de Vida y Ocio, que interrumpe
con la urgencia informativa la conversación
en el cuarto de los fotógrafos.
–Hace falta una foto para primera
y tiene que ser pronto para cerrar región–
explica.
Tercia Gabriel Villamil que, a la postre,
es quien va a ir a hacer las fotos del
concierto de los Celtas Cortos, reunidos
para la ocasión por El Norte.
–Hago la primera canción
y la mando, pero tiene que haber alguien
que siga haciendo fotos, no sea que solo
nos dejen hacerlas en las primeras canciones
y, en lo que mando y no, no podamos hacer
más.
Una conversación como esta era
impensable hace apenas una década.
El periodismo deportivo, y más
concretamente el futbolístico,
ha sido testigo directo de una de las
evoluciones más vertiginosas y
sorprendentes de la tecnología
aplicada a la prensa: la de la fotografía
analógica a la digital. En apenas
década y media ha cambiado drásticamente
el tratamiento de las imágenes
y su transmisión. Ramón
Gómez fue el primero en viajar
como fotógrafo para seguir la información
del Real Valladolid. Javier González,
entonces encargado de esa parcela, dictaba
las crónicas por teléfono.
«Antes era imposible hacer un partido
a las once de la noche y mandar las fotos»,
explica Ramón Gómez. En
el pasado Mundial, sin embargo, los goles
de España aparecían perfectamente
retratados en la pantalla del ordenador
apenas unos minutos después de
haberse producido. Desde todos los ángulos
posibles y procedentes de infinidad de
fuentes. Y en muchas de ellas con un aviso:
«Prohibido el uso para telefonía
móvil».
Para llegar a este punto ha sido necesaria
una sucesión de revoluciones tecnológicas.
El Norte fue pionero en la introducción
en España de la fotografía
digital. «En el Mundial del 94 aparece
el sistema digital», explica Villamil.
Antes de eso, el periódico hace
las primeras pruebas con cámaras
digitales. Adquiere una máquina
Nikkon F3. «La llamábamos
el ‘muerto’ por el peso excesivo
que tenía», comenta Gabriel
Villamil. Además, era demasiado
lenta para hacer fotos de fútbol.
«Marcaban gol y hacías la
primera foto de alegría. En la
segunda ya estaban sacando de centro»,
añade Ramón Gómez.
La resolución era bastante pobre
y además solo hacía fotos
en blanco y negro. Llevaba adosada una
CPU en la que se visualizaban las imágenes,
puesto que carecía de la habitual
pantallita de LCD actual. En cuanto a
la sensibilidad, solo permitía
disparar a 400 ISO, cuando las actuales
permiten hasta 1600 ISO.
Curiosamente, las limitaciones de esta
cámara obligaron al periódico
a dar un paso atrás en su camino
hacia lo digital, aunque fue para coger
impulso. Dos claves marcaron la defenestración
de la primera cámara digital y
su condena al almacén de los ordenadores
viejos. La primera pudo estar en el estadio
del Salto del Caballo, cuando el Real
Valladolid se jugó la promoción
con el Toledo. Era el 22 de mayo de 1994.
«En el partido de ida se utilizó
esa cámara», explica Ramón
Gómez, el encargado de hacer las
fotos ese día. «Cuando llegué
al hotel no sé qué toqué
o qué pasó y desaparecieron
todas las fotos. Se dieron fotos de archivo»,
cuenta resignado.
Al poco tiempo, el periódico decidió
introducir el color en la primera página.
El fútbol, por tanto, debía
empezar a hacerse en color, y esa máquina
no estaba preparada para ello. «El
paso del blanco y negro al color fue enorme»,
explica Villamil. «Antes recibíamos
las fotos de los corresponsales por autobús
y los ordenanzas iban a buscar los carretes.
Llegaban tarde, había que revelarlos
y no sabías cómo estaban
las fotos», comenta Ramón
Gómez. En el periódico,
al menos, había medios suficientes
para procesar las fotos. La cosa se complicaba
cuando había que viajar. «Cambiaba
a la hora de hacer la maleta y por el
tiempo que llevaba. Para revelar un carrete
de blanco y negro hacían falta
tres líquidos –revelador,
fijador y lavado– y para uno de
color, cinco (los tres anteriores más
blanqueador y estabilizador)».
El tiempo de revelado también era
mayor, y las dificultades del proceso.
Era muy sencillo ‘cargarse’
un carrete por un mal tratamiento. Así
que los fotógrafos recurrían
a trucos. «Hacías cuatro
carretes de 36 en un partido, pero a la
hora de revelar tan solo metías
en el tanque los dos o tres en los que
creías que tenías mejores
imágenes. Dejabas otro, u otros
dos, fuera, por si acaso», explican
al alimón.
El revelado se hacía en las habitaciones
de los hoteles, lo que daba lugar a un
sinfín de situaciones curiosas.
«En Tenerife no salía agua
caliente –hacía falta que
la temperatura fuera de 40� para poder
revelar–, así que bajé
a la cafetería y les pedí,
termómetro en mano, que me calentaran
agua con la máquina del café»,
narra Gómez.
La maleta siempre ha sido una incómoda
compañera de viaje. Un equipaje
habitual consta de la bolsa de la cámara
–dos cuerpos y dos objetivos–,
el maletín del teleobjetivo, un
ordenador portátil para el fotógrafo
y otro para el redactor que le acompaña.
En tiempos del revelado, este maremágnum
se completaba con otra maleta en la que
iban todos los líquidos necesarios,
tanques de revelado, espirales, escáner
y demás. Unos doce kilos de equipaje
que había que facturar cuando se
quería viajar en avión,
con el riesgo de que la maleta se perdiera
y todo el trabajo se fuera al traste.
«Yo la facturé en un viaje
a Valencia, me la perdieron y llegó
al hotel cuando acababa el partido»,
cuenta Gómez.
Pasado el susto, «se revelaba en
el baño del hotel y se secaba la
película con el secador del pelo»,
explica. Después se pasaba por
un escáner de negativos portátil
y se trataban en el ordenador antes de
enviarlas por módem. Elegir hotel
era clave. Las centralitas también
han evolucionado. Las analógicas
daban bastantes problemas, como recuerda
Villamil. «Había que ver
la centralita. Si era analógica
teníamos problemas para enviar.
O si la clavija era fija. En un hotel
tuvimos que sacar el cable del rodapié
y desmontar el cabecero de la cama para
poder transmitir».
Resultaba habitual ver a un fotógrafo
o a un redactor, portátil en mano,
intentando convencer al recepcionista
del hotel de que le prestara la línea
del fax –una línea directa
que eludía los problemas de las
centralitas– para poder enviar las
fotos mientras los compañeros aguardaban
histéricos a que llegaran antes
de la hora. Por este motivo, como añade
Villamil, «se repetía hotel
según como fueran las líneas
telefónicas. Si había ido
bien en uno, volvíamos al mismo,
costara lo que costara».
Enviar las páginas y las fotos
es el momento más delicado de todo
el proceso. Si no llegan, todo el esfuerzo
personal y el económico de desplazar
a dos personas no habrá valido
para nada. Para los textos siempre queda
el recurso de dictar la crónica
por teléfono. Las imágenes,
sin embargo, son irreemplazables. «Mejoró
con la llegada de los móviles.
Salió el GSM y ya se podía
transmitir conectando el teléfono
al portátil», comenta Gabriel
Villamil. Era un número directo,
y por tanto era lo más seguro siempre
y cuando hubiera cobertura. «Tardaba
más de ocho minutos en mandar una
foto, y doce minutos si era en color.
Así que de color se enviaban un
par de ellas, las que eran para primera,
y las demás en blanco y negro».
El GPRS no logró rebajar en exceso
los tiempos, pero sí la tecnología
UMTS. Ahora la foto pasa en unos segundos
de la cámara al ordenador portátil.
Ahí se trata y, sin necesidad de
cables, simplemente con una tarjeta 3G,
se envían. «En dos minutos
mandas una foto», explica Villamil.
Y si se para la transmisión, el
envío se reinicia automáticamente
en el lugar en que se interrumpió.
Paradójicamente, ahora se tarda
mucho menos en enviar pero más
en tratar las imágenes. Gabriel
lo explica así: «Antes se
hacían cuatro carretes de 36 fotos,
escogías unas pocas viendo el negativo
y tratabas las que ibas a dar. Ahora,
en un partido normal se hacen unas 300
fotos, más del doble, y se ven
todas para poder seleccionar».
El día del concierto de los Celtas
Cortos, Ramón Gómez pasó
por el polideportivo Pisuerga de camino
al periódico. Entró, hizo
las primeras fotos y volvió a El
Norte mientras Gabriel Villamil cubría
el resto del concierto. A las 22.45, apenas
un cuarto de hora después de que
los Celtas salieran al escenario, su imagen
gobernaba la primera página del
periódico del día siguiente.
.
Atentado etarra.
La imagen del policía junto a las
ventanas rotas del Edificio Bull en el Parque
de las Naciones de Madrid abrió las
‘webs’ del grupo. / G. Villamil
a cualquier precio
Antonio g. Encinas
.
La llegada de Internet
ha facilitado la labor de los enviados especiales,
pero a cambio ha obligado a adaptarse a un nuevo
medio de comunicación que exige una rapidez
de vértigo a la hora de informar
.
A la
hora prevista. Hornos llega
a Barajas junto a Carlos Suárez.
/ G. Villamil
La máxima
para un enviado especial a cualquier evento
es mandar la información por encima
de todo. Los desplazamientos se fijan
con la suficiente antelación, se
programan, se realiza un prediseño
de las páginas, e incluso, en algunos
casos, se especula con las posibles fotos
y entrevistas que se van a realizar. La
actualidad, sin embargo, opta en ocasiones
por irrumpir y dar al traste con todos
los planes, y eso obliga a filigranas
estrambóticas, incluso en el caso
de los reportajes mejor planeados.
Algo de eso sucedió el 9 de febrero
del 2005. Germán Hornos, jugador
uruguayo del Real Valladolid, regresaba
a España desde su país.
Había pasado varias semanas hospitalizado
por un accidente de tráfico sufrido
el 25 de diciembre en Durazno, su ciudad,
y al fin volvía sano y salvo tras
pasar por un coma inducido y superar las
secuelas físicas del accidente.
El avión llegaba a las siete de
la mañana al aeropuerto de Barajas,
en Madrid, así que lo más
prudente era que el redactor y el fotógrafo
–Gabriel Villamil y Antonio Encinas–
fueran a dormir a un hotel junto al aeropuerto
la noche antes para asegurarse de estar
en la puerta de llegada a la hora prevista
sin contratiempos. A las siete y media
de la mañana, la hora prevista
de aterrizaje del avión, los dos
estaban frente a la puerta de salida.
Entre el leve retraso del vuelo y la espera
de las maletas, Germán Hornos salía
por esa puerta una hora y media más
tarde. Primeras palabras del jugador,
fotos de sus primeros pasos en el país
y de vuelta al hotel para escribir las
primeras líneas. La llegada de
Internet ha metido el concepto de prisa
en el vocabulario de los periódicos,
habitualmente más reposados que
radios y televisiones. La consigna dada
el día anterior establecía
que había que enviar unas líneas
para la edición de Internet y,
además, una foto de la llegada
del futbolista. Con una conexión
rápida en el hotel, la cuestión
apenas se demoró media hora desde
que el jugador hizo sus declaraciones
hasta que nortecastilla.es recogió
la noticia.
Lo planificado había salido bien,
pero instantes después llegaría
la actualidad a desbaratar lo que debía
ser un regreso tranquilo. Nada más
coger el coche de vuelta a Valladolid,
en plena M-40, la radio interrumpe sus
programaciones habituales: «Atentado
en el Parque de las Naciones de Madrid».
Ha sucedido hace apenas unos minutos.
Fotógrafo y redactor cambian de
rumbo y enfilan hacia el lugar del atentado,
muy próximo al sitio en el que,
horas más tarde, los Reyes de España
debían inaugurar la Feria ARCO.
Primeras informaciones Los primeros medios de comunicación
de Madrid acaban de llegar. A escasos
metros de allí, el presidente de
México, Vicente Fox, intervenía
en un acto en el diario ‘ABC’,
por lo que varios políticos y medios
han llegado al lugar enseguida. Ante una
aglomeración de periodistas hablan
el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón;
la presidenta de la Comunidad, Esperanza
Aguirre, y la concejala Ana Botella. Las
primeras informaciones indican que no
hay muertos, pero sí heridos leves.
El fotógrafo, sentado en el coche,
aparcado casi en el límite con
la cinta de seguridad que corta el paso
a los vehículos, comienza a enviar
las primeras fotos con el portátil.
El ordenador del redactor, mientras, se
queda sin batería. Hace falta un
enchufe, y esta vez no hay hotel a mano
porque el único que queda cerca
está dentro de la zona acotada
por la Policía Nacional. Desde
Valladolid se confirma que ya ha llegado
la primera foto de Gabriel Villamil, pero
las agencias aún no han soltado
ninguna información más
allá del primer avance. Urge enviar
las declaraciones de los políticos
y las primeras noticias. ¿La solución?
En los aseos de El Corte Inglés,
situado a escasos cien metros del lugar
del atentado. El enchufe situado junto
al secamanos sirve para conectar el portátil.
Un lavabo hace de mesa mientras el móvil
oficia de módem para transmitir
las líneas que, unos segundos después,
serían la cabecera, junto a las
imágenes de Gabriel Villamil, de
todas las webs del grupo Vocento.