La
Redacción Valladolid. jueves, 1
«La revolución, enérgica
y patrióticamente iniciada en Cádiz,
ha triunfado en toda la Península.
Los últimos enemigos de la Libertad
patria, los que al lado del antiguo desorden
de cosas proclamaban con la hipocresía
de los villanos el bien del país,
es decir, el suyo propio, la camarilla
infame que rodeaba el trono de la que
«por los liberales fue reina»,
todos han huido temiendo la justa indignación
del pueblo que, generoso siempre, no pide
venganza en estos momentos solemnes, aun
cuando no renuncia a que se juzgue a los
tiranos, sea cualquiera su clase y categoría,
con la severidad propia de las leyes que
para ellos habrá de crear la revolución.
La sangre derramada por los secuaces del
absolutismo en los últimos instantes
de la ominosa dominación no se
venga con sangre; el desprecio que aquellos
inspiran al pueblo entero liberal es su
castigo; el olvido de sus infusas tramas
es la conducta que sirve de respuesta
a la suya porque hoy España piensa
solo en su constitución definitiva
y fija la vista en el porvenir, no puede
ni quiere ver el pasado, sobre el cual
pronunciará su fallo el tribunal
de la opinión debidamente constituido
y más tarde la historia.
No tenemos fuerzas para llevar al papel
el sublime pensamiento que nos embriaga
y la sensación que domina nuestro
ánimo; acabamos de presenciar un
espectáculo grande y su recuerdo
nos hace sentir lo que no puede expresarse,
lo que sienten todos los corazones liberales.
Decíase por los calumniadores de
la revolución que ella era el símbolo
de todos los desórdenes, el triunfo
de los escándalos, que la tea incendiaria
se aprestaba, que el pillaje y el robo
iban a entronizarse, que la revolución
en fin era el pretexto de todos los crímenes.
¡Mientes vil canalla!: la revolución
viene a regenerar el pueblo; a levantar
sobre los escombros de su trono tinto
en sangre liberal, embadurnado por los
vicios, el saludable imperio de la Justicia,
el premio del trabajo hasta hoy escarnecido,
la moral como lema de la administración
pública, el orden en medio de la
libertad.
Así es que el pueblo de Valladolid,
fraternizando con los oficiales y soldados
de la guarnición que ha sabido
responder al llamamiento de la Patria,
pulula por las calles entregado al júbilo
más espontáneo sin que haya
habido que lamentar desgracias ni desórdenes.
Este es el proceder de la revolución;
sigamos en el mismo camino e inspirémonos
todos en el grito de ¡Viva la Libertad!
¡Vivan las futuras Cortes Constituyentes!
¡Abajo para siempre los Borbones!
Junta provisional revolucionaria de Valladolid
Queda decretada la extinción de
la dinastía de los Borbones. Valladolid,
30 de septiembre de 1968.— El presidente,
Genaro Santander.— Eugenio Alas.—Saturnino
Guerra.—Manuel G. Barquín.—
Remigio Callejas Aguilar.— Eugenio
de la Fuente.— Eulogio Eraso.—
Lucas Guerra.— José María
Cano.— Liborio de Guzmán.
Junta provisional revolucionaria de Valladolid
Esta Junta, en vista de la conducta del
general Calonge, tan alevosa en Santander
como cobarde en Valladolid, le declara
reo de lesa nación y le destituye
de todos sus grados, honores y condecoraciones,
en justo desagravio de la patria ultrajada.
Valladolid, 30 de septiembre de 1868—
El presidente, Genaro Santander.—
Eugenio Alas.—Saturnino Guerra.—Manuel
G. Barquín.— Remigio Callejas
Aguilar.— Eugenio de la Fuente.—
Eulogio Eraso.— Lucas Guerra.—
José María Cano.—
Liborio de Guzmán.» |