Sanz
y Escartín Madrid. domingo, 18
«¡Cuán lejos
están ya de nosotros aquellos días
en que la razón revolucionaria,
o lo que es lo mismo, la falsa generalización
de elementos heterogéneos e irreductibles,
formulaba reglas universales de política
y de gobierno! ¡Cuántos esfuerzos,
cuánta sangre vertida, cuánto
entusiasmo y cuánto tiempo malgastado
para vestir a los pueblos todos con un
patrón único de constituciones
y de procedimientos!
Aún sufrimos y sufriremos largo
tiempo las consecuencias de aquel profundo
desconocimiento de las leyes de la evolución,
que rigen lo mismo el desarrollo individual
que el progreso colectivo.
Todavía las últimas conquistas
revolucionarias, sufragio universal, jurado,
etc., obran como cuerpos extraños
y perturbadores en el organismo de la
sociedad española.
El sufragio universal, que aún
no poseen países como Inglaterra,
Bélgica, Suecia, Noruega, Dinamarca
y Holanda, no podía ser en España
sino un elemento de corrupción
y de desorden
Si nuestros avanzados vivieran en la realidad
¿podrían desconocer que
en la inmensa mayoría de nuestro
pueblo faltan las condiciones que requiere
el ejercicio de la función electoral.
[...] ¿Hay algo más contrario
al dogmatismo de nuestros progresistas
que la monarquía representada por
un adolescente? La razón abstracta
les muestra la imagen del pueblo libre
e ilustrado, eligiendo libremente a un
hombre dotado de sabiduría y exento
de pasiones. Abrázanse a este ideal
y, sin advertir como pugna con la realidad
de las cosas, lo convierten en objetivo
de su acción.
No ven que Inglaterra ha logrado llegar
al ápice de su grandeza, a la hegemonía
del mundo, bajo el cetro de una débil
mujer, que, en nuestra patria, tras de
aquellos varones ricos en elocuencia,
en teorías y en razonamientos,
que dirigieron el Estado en el periodo
azaroso y breve de nuestra República,
un monarca adolescente restableció
el sosiego de los espíritus, afirmó
la paz turbada por sangrienta guerra civil
y restauró la confianza y el crédito
perdidos.
Otra vez un monarca en la aurora de la
vida va a sentarse en el solio de San
Fernando. Cierto es que su alma no atesora
la experiencia de los años; pero
en cambio no amortiguan los generosos
impulsos de su corazón prevenciones
ni rencores. Verdad es que la ingratitud
y el desengaño no le han suministrado
aún sus amargas enseñanzas;
pero la más absoluta y noble imparcialidad
ha de determinar sus actos.
En torno del joven rey los odios enmudecen,
las ambiciones callan. Su autoridad serena
e indisputada puede ejercerse por cima
de los partidos en el servicio exclusivo
de la nación. El nuevo reinado
no defraudará las esperanzas que
despierta. La fortuna ha favorecido siempre
a la juventud. «La cándida
mañana es la alegría...»
¡Que esta alborada sea para nuestra
patria mensajera de bienes, precursora
de un hermoso día de paz, de prosperidad
y de gloria!»Antonio Maura Madrid.
domingo, 18
[...] «No esperemos, no mintamos,
porque no lo creerá nadie, que
un niño de dieciséis años
no solo va a poder ejercer las prerrogativas
propias de la Corona en la Constitución,
sino que va a poder suplir y reemplazar
la ausencia de las Cortes, de los comicios,
de la opinión, de la prensa y de
los partidos. Y por lo tanto, una de dos:
o vamos para dentro de pocos meses a una
dictadura militar, [...] o solamente,
reproduciendo un hecho que ya fue nuestra
salvación en los comienzos del
pasado siglo, ha de sel el Parlamento
quien, representando genuina y verdaderamente
a la nación, supla las deficiencias,
las flaquezas de la crisis providencial
inevitable de la realeza.» [...] |