Redacción
Valladolid. viernes, 24
«Poco después de las cinco
de la mañana se recibieron noticias
alarmantes de la crecida observada en
diversos pueblos del valle del Esgueva,
entre ellos Amusquillo, Villaco, Olmos
de Esgueva y Renedo.
Como anunciamos en nuestro número
anterior, a las cuatro se trasladaron
a la última localidad mencionada
el ingeniero jefe de Vías y obras,
señor Sánchez Fuentes, con
el aparejador, señor Guerra y delineante
señor Teresa.
Pronto pudieron percatarse de la gravedad
de la situación por lo que pudiera
reflejarse en posibles desbordamientos
que afectasen a la capital, por lo que
vinieron a transmitirse nuevas noticias,
ya más concretas de la crecida
del Esgueva y se dispusieron diversas
medidas en lo que se refería al
barrio de la Pilarica. [...]
Hacia las siete y cuarto, la corriente
impetuosa de las aguas prestaba al Esgueva
un aspecto que hacía presagiar
una riada análoga a la del mencionado
años 1924. La noticia circuló
rápidamente por los barrios contiguos.
La alarma creció y pronto se procedía
a desalojar las viviendas.
A las ocho menos veinte, un fuerte golpe
de agua, que se advirtió bien claramente
entre el puente de la Pilarica y el puente
de la vía, inundó la margen
izquierda del río, anegando los
lugares conocidos por ‘Las Eras’.
La corriente, desviada por el refuerzo
de contención de la margen contraria,
derivó hacia el lado dicho, corriéndose
bien prontamente hacia los Vadillos bajos.
Asimismo y en pocos minutos quedó
interceptada la carretera de Villabáñez.
La alarma, mientras tanto, cundía.
Llegaron para prestar los auxilios necesarios
bomberos, fuerzas de Asalto y números
de la Guardia civil, Seguridad y municipales.
Desde la parte anterior al puente se advirtió
cómo filtrándose las aguas
en una chavola, próxima a unas
huertas, causaban el inmediato derrumbamiento
de la casucha.
Por algunos vecinos se pensó en
volar el llamado Sifón de Garaizábal,
para evitar el estacionamientos de una
mayor cantidad de agua, pero pronto fueron
disuadidos de ellos los iniciadores de
la idea.
La corriente veloz del agua, ya sin trabas
ni obstáculos, inundó pronto
varias calles de la barriada de San Juan,
entre otras las de la Penitencia (hoy
Nicasio Pérez), San Rafael e Higinio
Mangas. En esta última, donde tienen
su domicilio varios vaqueros, se apresuraron
éstos a poner a salvo el ganado.
Ya el vecindario de las mencionadas vías,
ante las noticias de alarma recibidas,
había dispuesto el desalojamiento
de las viviendas. Otros vecinos incrédulos,
y que se retrasaron en la puesta en práctica
de las medidas aconsejadas, hubieron de
presenciar cómo las aguas rebasaban
las puertas de
entrada de los inmuebles, viéndose
obligados a abandonarlos, sacando algunos
enseres por la precipitación obligada.
[...]
Pese a todas las impresiones más
o menos tranquilizadoras, a las nueve
de la mañana fue cuando ocurrió
el momento más crítico de
la riada, penetrando el agua en una fábrica
de ladrillos que previamente, aunque no
en su totalidad, había sido desalojada,
causó importantes destrozos y derrumbó
alguna que otra pared. (...)
Escasos inquilinos de los pisos altos
presenciaban los diversos trabajos realizados
y alguno infundía tranquilidad
a sus compañeros de vivienda que
consideraban desesperada su situación»
[...]. |