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Miguel Delibes de Castro, Juan
Vicente Herrera, Don Juan Carlos, Doña Sofía,
Santiago de Ybarra, Miguel Ángel Revilla,
José Manuel Fernández Santiago y,
de espaldas, Pedro Sanz, José María
Bergareche, Fernando Moraleda, Alejandro Royo-Villanova
y Alberto Aza escuchan el discurso de Delibes a
través del vídeo. / Fotos R. Gómez
y G. Villamil |
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El
�LBUM: El almuerzo >> |
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M. A.
V. Valladolid
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El Rey aplaude a Miguel Delibes
después de entregar el premio. |
Debido
a su estado de salud, Miguel Delibes no asistió
al acto de entrega del Premio Vocento a los Valores
Humanos que presidieron ayer los Reyes, y lo recogió
en su nombre de manos de Don Juan Carlos su hijo mayor,
Miguel Delibes de Castro, biólogo y profesor
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
quien estuvo arropado por sus hermanos y varios de los
nietos del escritor vallisoletano. También transmitió
el agradecimiento del novelista, «de su familia,
amigos y lectores», y felicitó en su nombre
a EL NORTE DE CASTILLA y a la Facultad de Medicina por
sus aniversarios. Luego, el galardonado dio personalmente
las gracias a través de una videoconferencia.
«Majestades, autoridades, amigos y compañeros
de Vocento, compañeros y amigos de Castilla y
León», comenzó Delibes su discurso
a través de la pantalla, cuya primera parte dedicó
a justificar su ausencia y su reclusión de dos
lustros «abatido por una operación de cáncer,
en puro estado contemplativo, es decir, acallando mis
dos grandes pasiones: escribir y cazar». En este
lapso –continuó– «he vivido
sin vivir en mí, en una decadencia progresiva
que no he sabido detener. ¿Es que ha estado usted
enfermo?, me preguntarán ustedes. Eso creía
yo, pero los cirujanos se apresuraron a aclararme que
lo mío, así dure veinte años, no
es propiamente una enfermedad, sino el mero discurrir
del tiempo tras una operación quirúrgica
delicada, como si dijéramos aprendiendo a vivir
de nuevo. Algo que, cuando éramos más
sencillos, ingenuos y directos, denominábamos
convalecencia. A contrapelo, yo sé hoy que un
postoperatorio es como una enfermedad que empieza tras
un cáncer bien operado y termina cuando la vida
y la recuperación del enfermo ya no dan más
de sí. Tan desagradable situación me impide
estar sentado ahora entre ustedes y me obliga a contarles
mis miserias a distancia», resumió.
Caminos fáciles
«Paralizado por este ocio forzoso, la concesión
del Premio Vocento no ha dejado de sorprenderme»,
continuó. «¿Qué valores humanos
habrá visto nadie en mí la última
década, en la que no he hecho cosa más
emocionante que respirar? Pero –me dicen–
mientras respiraba usted seguía siendo un hombre
dotado de valores humanos. Un hombre atento a la grave
crisis moral de la Humanidad, capaz de reivindicar viejos
valores como la solidaridad y la comprensión,
esenciales a nuestra especie, mientras las más
de las personas se obstinaban en despeñarse en
los más fáciles abismos del placer y la
frivolidad. Se diría que el ‘rey de la
creación’ ha decidido olvidar unos valores
que le iban resultando ya un poco aburridos, tirando
por caminos fáciles y confortables. Renunció
a lo que en él había de humano, y se limitó
a gozar de la vida, ajeno a toda posición moral».
«Entretanto, algunos hombres más nobles
creaban un premio a los valores humanos», añadió
Delibes, ya que «el hombre humano se iba haciendo
tan raro en este mundo» que bien merecía
ser distinguido. «La vida se nos escapaba entre
los dedos, la pérdida de ozono nos abrasaba,
la contaminación de aire y agua hacía
invivible la Tierra, las gentes agre-dían, mataban,
violaban, descuartizaban, incendiaban, des- destruían...
El hombre se había convertido en lobo para el
hombre, en palabras de Hobbes. A lo largo de los siglos
no había conseguido evitar el estigma de Caín,
despreciando cualquier valor a cambio de una absoluta
insensibilidad hacia el mal».
«Ante tan sórdido panorama, los amigos
de Vocento reculan, reivindican antiguas aspiraciones,
y deciden poner los medios para rescatar la dignidad
humana», siguió el escritor. «Intentan
devolver al hombre sus viejos valores, servir a la naturaleza
y a sus semejantes. En una palabra, los hombres de Vocento
tratan de regenerar la humanidad. Creen, como San Benito,
en una sociedad civil útil a sí misma
y crean un premio de bello nombre, Premio a los Valores
Humanos, para intentar rescatar la moral perdida».
Luego, desde su «escepticismo y tozuda desconfianza»,
se preguntó: «¿Es justo que se me
otorgue a mí este premio, cuando son tantos los
hombre que hoy se desvelan por salvar a la Tierra? ‘Usted
defiende a los desvalidos –me responden–,
apuntala la naturaleza, propone la conservación
de la Tierra, y la paz y el amor entre los hombres.
Y lleva tan lejos esta defensa de la ley moral que incluso
interviene en el duelo de la perdiz con el cazador humano
para que también reine allí la equidad,
de manera que nadie quede indefenso’. Estos seres
sensibles, por lo visto, aspiran a que la norma moral
vuelva a imperar entre los hombres y los valores de
estos a apreciarse», afirmó.
«De ahí mi gratitud para los amigos de
Vocento que generosamente me han concedido su galardón
anual y para sus Majestades los Reyes de España
que han dado brillo al acto desplazándose a Valladolid.
El Rey, reiterándose en su apoyo a lo que es
justo; la Reina Sofía, entregada a los que sufren
y recientemente premiada como inspiradora y codirectora
del libro más bello editado este año en
España, con objeto de ayudar a los innumerables
afectados por el mal de alzheimer», añadió.
Recordó Delibes que en la vida militar al recluta
que no había entrado en fuego se le suponía
el valor, para concluir que, ante la visible crisis
moral, los hombres de buena voluntad «aspiramos
a que, por el hecho de serlo, todo hombre nacido de
mujer llegue a la Tierra dotado de unos valores humanos
que enaltezcan al planeta en que vive».
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