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07/06/06

|Joaquín Díaz| Etnógrafo

«El Norte hizo de vigilante en el XIX de las nuevas costumbres urbanas»

El folclorista analiza la visión que dio el periódico de la transformación del
Valladolid decimonónico, en las Conferencias 150 años de El Norted

El investigador y folclorista Joaquín Díaz. / m. Á. santos
Exposición
· Título: ‘La música mecánica en el nacimiento de El Norte de Castilla’.
· Lugar: Las Francesas.
· Fechas: 9 de junio al 2 de julio.

E. S. Escribano / Valladolid


El nacimiento de EL NORTE DE CASTILLA coincidió con vientos de transformación profunda en Valladolid, una ciudad que comenzó a salir de la ‘coraza agraria’ para mirar (e imitar en lo posible) el dinanismo de otros lares. El etnógrafo Joaquín Díaz ha estudiado aquellos primeros 25 años del periódico y lo ha resumido en la conferencia ‘Valladolid: de pueblo a ciudad’, que pronunciará mañana en las Conferencias por el 150 Aniversario del periódico. Además presentará la exposición de instrumentos musicales de la época que podrá verse en la Sala de Las Francesas.

–¿Cómo refleja el diario la ciudad en la que se imprime?
–A mediados del siglo XIX Valladolid está cambiando. Está pasando de ser un ‘poblachón’ con todas las costumbres rurales adheridas durante siglos, a ser, o pretender ser, esa ciudad europea del tipo París o Londres. Y lo que hace el periódico a través de sus gacetilleros es estar constanstemente machacando con ‘esto no se debe hacer’, o ‘esto está muy mal’,... tratando de corregir las costumbres antiguas o que perjudican a lo que se llamaba la ‘policía’, que era la educación ciudadana.

–Hay entonces aires pedagógicos en esa labor informativa.
–Se ve la intención de los periodistas de dar otro carácter a una ciudad que está empezando a crecer: aparece el tren, los primeros talleres, y un mundo industrial distinto del que había predominado que era el de los barrios, en los que la gente hacía lo mismo que en los pueblos: ordeñaba, lavaba en la calle,...

–Para preparar la conferencia habrá un amplio trabajo de hemeroteca.
–He usado los tres años que estuve trabajando en la hemeroteca del diario. Tengo miles de fichas, lo que me ha hecho el trabajo más sencillo. Ha sido una selección pensando en los hechos más curiosos para que la gente recordara mejor aquel tiempo.

–¿Cómo jugó el periódico ese papel ‘policial’? ¿Supo ser equilibrado?
–A veces es muy clara la postura respecto a que tiene que haber un cambio en la educación ciudadana. Pero otras, como la gacetilla la hace casi siempre el mismo autor, se perciben sus gustos y rechazos. La labor de EL NORTE es fundamental porque es un permanente ‘pepito grillo’. Está siempre recordando a la gente lo que debe y no debe hacer. Así como llevando a su terreno de la educación ciudadana al que quiera.

–En aquel tiempo, con bajos niveles de instrucción y lectura ¿le llegaba a la gente este mensaje?
–Había un nivel de lectura mucho más atento y el periódico tenía un significado mucho mayor que en la actualidad, ya que no había grandes cosas que leer. Y tenía entre sus fines un claro objetivo literario, porque se publicaba un folletón. Por eso el diario no se tiraba como hoy, se conservaba. La atención de la gente era mayor hace 150 años que ahora.

–¿No había acritud entre el poder agrario y el ‘tirón’ de lo urbano?
–No porque el periódico se basa en el servicio al mundo agrícola, pero desde la ciudad. Los editoriales y los artículos alertan sobre cómo cambiar y mejorar la agricultura. La ciudad está copada por los terratenientes y no había esa dualidad actual que separa más al campo y a la ciudad.

ANTES DEL FONÓGRAFO

–¿Qué características tiene la exposición de instrumentos?
–Se trata de una colección muy curiosa de instrumentos mecánicos, anteriores todos al fonógrafo que es la verdadera revolución porque lo que transmite son las cosas grabadas. Estos lo que hacían era codificar las canciones en fórmulas distintas que podían ser de aire, como cajas de música..., para que la gente escuchara en sus casas o en los salones la música que se trataba de transmitir. Son muy raros y esos 40 años de mecanización van a estar explicados ahí. Hay entre 15 o 16 piezas.

–¿Cómo se ha reunido esa colección y que obra destacaría?
–La tenemos aquí en la Fundación Joaquín Díaz en Urueña, pero hay tantas piezas que no se puede disgregar. Lo más llamativo no vamos a llevarlo porque es demasiado grande: se trata de un órgano que llamaban de barbaría o barbarí. Lo que voy a exponer sobre todo son serinetes, que son organitos pequeños de mano, de cilindro y de manivela, que servían tanto para tocar en casa como en la calle.

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