Texto Víctor M. Vela
El
‘Titanic’ atracará este fin de semana
en Valladolid –una exposición conmemorativa
en el Museo de la Ciencia–, 91 años después
de que ya lo hiciera a través de las páginas
de la prensa. Cuando no había televisión
ni cine que contara las historias, fue El Norte de Castilla
quien se encargó, un mes de abril de 1912, de
transmitir a los vallisoletanos el hundimiento de un
gran transatlántico que chocó en su camino
con un gigantesco iceberg. Las páginas que a
principios de siglo pudieron leer los ciudadanos de
Valladolid podrán verse en la exposición,
pues El Norte colabora con reproducciones de los ejemplares
que informaban de la tragedia.
16 de abril de 1912. «Naufragio del ‘Titanic’.
Conferencia telegráfica. Un marconigrama recibido
aquí, dice que el gran paquebote ‘Titanic’
ha chocado con un gran banco de hielo, hundiéndose
el soberbio buque. Cuando se despachó el marconigrama
se organizaba a bordo el salvamento de las mujeres y demás
pasajeros. No se tienen más detalles». A
las pocas horas de esta primera información, nuevos
datos, aunque todavía confusos. «Al recibirse
los radiotelegramas anunciando la catástrofe, dos
vapores salieron a toda máquina y lograron llegar
a tiempo para salvar todo el pasaje. Momentos después
del salvamento, se hundió el barco en el mar».
El miércoles, 17 de abril de 1912, reconocían
las agencias de prensa esa confusión. «Mientras
unos informes aseguran que se ahogaron cerca de 2.000
pasajeros, otros dicen que algunos barcos yanquis acudieron
con rapidez y salvaron a 675 pasajeros y 2.000 tripulantes».
Pasajeros y tripulación
Los días siguientes, comenzaba el periódico
–plagado de anuncios de grandes compañías
navieras con rutas hacia América o Filipinas–
a dar datos sobre el barco, una «ciudad flotante,
más extraordinaria como empresa financiera que
mecánica», que llevaba 3.000 pasajeros y
800 tripulantes. Pesaba 46.000 toneladas, el precio del
pasaje reservado era de 21.525 francos. Los viajeros de
tercera pagaban la centésima parte. «Llevaba
75.000 libras de carne, 15.000 botellas de cerveza, 10.000
botellas de vinos y 12.000 de agua mineral», contaba
el periódico el día 16. Al día siguiente,
comenzaba a poner nombre a los fallecidos, entre ellos
el presidente de la república norteamericana Boutt
o el coronel Astor, millonario de 63 años que luchó
en la guerra de Cuba y que venía de Egipto, de
celebrar su viaje de novios con una joven de veinte años
a quien había entregado una dote de cincuenta millones
de dólares (aunque las crónicas hablaban
de ‘dollars’).
El sábado 20 de abril, el periódico –en
su año 58 de vida, costaba cinco céntimos– daba
cuenta de la tragedia contada por los propios supervivientes,
que ya llegaban a Nueva York. «Los hombres se apresuraron
a ocupar los botes salvavidas, pero requerido por la oficialidad,
los abandonaron sin protesta, para que fueran ocupados
por los niños y las mujeres. Tres italianos desobedecieron
la información y los oficiales los mataron a tiros».
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