TITANIC
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Noticias: 12 de Noviembre de 2003

Desde el fondo del océano

Texto Víctor M. Vela

El ‘Titanic’ atracará este fin de semana en Valladolid –una exposición conmemorativa en el Museo de la Ciencia–, 91 años después de que ya lo hiciera a través de las páginas de la prensa. Cuando no había televisión ni cine que contara las historias, fue El Norte de Castilla quien se encargó, un mes de abril de 1912, de transmitir a los vallisoletanos el hundimiento de un gran transatlántico que chocó en su camino con un gigantesco iceberg. Las páginas que a principios de siglo pudieron leer los ciudadanos de Valladolid podrán verse en la exposición, pues El Norte colabora con reproducciones de los ejemplares que informaban de la tragedia.

16 de abril de 1912. «Naufragio del ‘Titanic’. Conferencia telegráfica. Un marconigrama recibido aquí, dice que el gran paquebote ‘Titanic’ ha chocado con un gran banco de hielo, hundiéndose el soberbio buque. Cuando se despachó el marconigrama se organizaba a bordo el salvamento de las mujeres y demás pasajeros. No se tienen más detalles». A las pocas horas de esta primera información, nuevos datos, aunque todavía confusos. «Al recibirse los radiotelegramas anunciando la catástrofe, dos vapores salieron a toda máquina y lograron llegar a tiempo para salvar todo el pasaje. Momentos después del salvamento, se hundió el barco en el mar».

El miércoles, 17 de abril de 1912, reconocían las agencias de prensa esa confusión. «Mientras unos informes aseguran que se ahogaron cerca de 2.000 pasajeros, otros dicen que algunos barcos yanquis acudieron con rapidez y salvaron a 675 pasajeros y 2.000 tripulantes».

Pasajeros y tripulación

Los días siguientes, comenzaba el periódico –plagado de anuncios de grandes compañías navieras con rutas hacia América o Filipinas– a dar datos sobre el barco, una «ciudad flotante, más extraordinaria como empresa financiera que mecánica», que llevaba 3.000 pasajeros y 800 tripulantes. Pesaba 46.000 toneladas, el precio del pasaje reservado era de 21.525 francos. Los viajeros de tercera pagaban la centésima parte. «Llevaba 75.000 libras de carne, 15.000 botellas de cerveza, 10.000 botellas de vinos y 12.000 de agua mineral», contaba el periódico el día 16. Al día siguiente, comenzaba a poner nombre a los fallecidos, entre ellos el presidente de la república norteamericana Boutt o el coronel Astor, millonario de 63 años que luchó en la guerra de Cuba y que venía de Egipto, de celebrar su viaje de novios con una joven de veinte años a quien había entregado una dote de cincuenta millones de dólares (aunque las crónicas hablaban de ‘dollars’).

El sábado 20 de abril, el periódico –en su año 58 de vida, costaba cinco céntimos– daba cuenta de la tragedia contada por los propios supervivientes, que ya llegaban a Nueva York. «Los hombres se apresuraron a ocupar los botes salvavidas, pero requerido por la oficialidad, los abandonaron sin protesta, para que fueran ocupados por los niños y las mujeres. Tres italianos desobedecieron la información y los oficiales los mataron a tiros».