Hablar
del Francisco Umbral periodista es casi
una redundancia, pues donde su escritura
brilló con más fuerza,
donde se encuentra al genuino Umbral,
es en las páginas efímeras
de las decenas de periódicos,
revistas y publicaciones diversas que
acogieron su prosa ocurrente, sus juegos
de lenguaje y su aguda visión
de la vida social. Quizá tardó de
asumirlo, pues el escritor que quería
ser Francisco Umbral cuando todavía
era Francisco Pérez (nombre con
el que firmó su primer artículo
en EL NORTE DE CASTILLA el 21 de marzo
de 1957, titulado ‘Tres actitudes
de la lírica española contemporánea’)
se acercaba a los periódicos con
el fin de logar que su nombre comenzara
a sonar en los ambientes literarios.
Muchas de las entrevistas que hacía
a los escritores que admiraba (Camilo
José Cela es un ejemplo) tenían
también esta finalidad. Aparte
de la de subsistir. Al fin, una vieja
historia.
Con
el tiempo, el Umbral cronista, y en muchas
ocasiones el Umbral cronista
de
sí mismo, se comió al Umbral
novelista que nunca llegó a ser
en el sentido clásico de la novela.
Por lo demás, es difícil
encasillar en géneros estrictos
su producción. Y él mismo
lo reconoce en el prólogo del que
sería su penúltimo libro ‘Días
felices en Argüelles’, sus memorias
periodísticas: «Y digo periodísticas
porque, aparte de que casi toda mi obra
sea memorial, aquí he procurado
hacer la memoria de los demás […]
En realidad toda mi obra es memorialística,
como ha visto el escritor José Antonio
Marina. Incluso cuando hago la biografía
de un clásico, estoy retratándome
parcialmente en el clásico»,
escribe.
El
comienzo de la trayectoria periodística
de Umbral está indisolublemente
unido al periódico de la ciudad
en la que vivió su niñez,
Valladolid, es decir, EL NORTE DE CASTILLA,
pero para ser justos hay que afinar diciendo
que está indisolublemente unido
al nombre de Miguel Delibes. Fue cuando
el autor de ‘El camino’ llegó a
la dirección del periódico
cuando intentando darle un nuevo impulso
se rodeó de los entonces jóvenes
periodistas Manuel Leguineche, Jiménez
Lozano y Fernando Altés, entre otros.
Más tarde, cuando Umbral se trasladó a
Madrid, Delibes y él concretaron
una colaboración periódica
y otras destinadas al suplemento de Artes
y Letras. Anna Caballé, autora de
la biografía ‘Francisco Umbral.
El frío de una vida’, recuerda
cómo Delibes le pide «reportajes,
nada de ensayos», haciendo hincapié en
su deseo de renovar y dar nuevos aires
al periódico.
Umbral
recordaría
este momento a su manera durante la entrevista
que este
medio le hizo con motivo de la aparición
de ‘Días felices...’: «Miguel
Delibes me consagró literariamente
cuando una tarde me diera veinte duros
por un artículo. Fue en un saloncito
de EL NORTE DE CASTILLA». Distancia
Vista
con la distancia de toda una vida –el
libro se publica en el 2005– el autor
de ‘Mortal y rosa’ está plenamente
identificado con su tarea de columnista: «Desde
adolescente, supe que este asunto del columnismo
periodístico, que entonces no se
llamaba así, lo del columnismo es
americano, era exactamente a lo que quería
dedicarme. Lo descubrí en las revistas
universitarias, donde todos escribían
a lo loco y no pagaban, pero era un farde
pasear con el periódico bajo el
brazo que llevaba tu artículo. Comprendí que
yo podía vivir de eso. Que eso existía
y yo podía hacerlo. Me profesionalicé –porque
hasta que a uno no le pagan no se profesionaliza– y
en mi caso fue Delibes el que me profesionalizó».
La
mano del escritor vallisoletano está también
en la apertura a otros medios del joven
cronista. Atrás habían quedado
sus colaboraciones en ‘La Voz de
León’, en la década
de los cincuenta. Desde su llegada a Madrid,
la letra impresa fue su única patria.
En el año 1970 las colaboraciones
de Umbral amplían notablemente su
difusión, pues el contacto de Delibes
le sirve para que Manuel Leguineche, entonces
director de la agencia Colpisa, le admita
en su ‘cuadra’. Los periódicos
adscritos a la agencia se distribuían
por todo el país, desde Cádiz
a Bilbao, desde Mallorca a Tenerife.
Él mismo recordaría cómo,
a pesar de su afán por ser alguien
en Madrid, sus artículos se leían
más en un buen número de
capitales de provincia. Escribía
28 artículos al mes, sesenta de
los cuales, publicados entre 1970 y 1971,
aparecieron en el libro ‘Amar en
Madrid’. Por entonces, en los periódicos
que se hacían en la capital de España
(‘Abc’, ‘Ya’ o
los vespertinos ‘Pueblo’, ‘Madrid’ o ‘Informaciones’)
su firma aparecía de una manera
esporádica.
«
El diario ‘Abc’ era el que
traía más literatura y el
que yo más compraba –cuenta
en sus memorias– La famosa tercera
de ‘Abc’ siempre la hacía
un escritor, incluso Pérez de Ayala,
que ya no escribía nada y seguía
usando un monedero de aquellos que eran
una malla de plata. A Pérez de Ayala
me lo saltaba muchas veces porque no era
lo mío, sino pura erudición
anticuada y aburrida, como si también
sacase las palabras de aquella redecilla
de plata». Genio y figura.
Umbral
escribía febrilmente. A una
velocidad que a Miguel Delibes le tenía
completamente asombrado. Y lo mismo artículos
que libros. Anna Caballé afirma
que en 1977 el ritmo era el siguiente:
la columna diaria para ‘Diario de
un snob’; un artículo también
diario que se distribuía a través
de Colpisa, un artículo semanal
para ‘Interviú’ y otro
de mayor calado para la revista ‘Destino’,
en la que también, por cierto, le
había introducido Miguel Delibes.
Desde
su llegada a Madrid, las revistas literarias –por
entonces escribió mucho
de poesía quien después sería
tildado como un poeta de la prosa– acogieron
sus colaboraciones. Desde ‘Vida mundial’,
la revista que dirigía Manuel Cerezales,
marido de Carmen Laforet, a ‘Mundo
Hispánico’, de la que fue
redactor y donde le ofrecieron un cargo
que finalmente no aceptó, pasando
por ‘La Estafeta Literaria’, ‘Punta
Europa’ y ‘Poesía Española’.
Más tarde llegarían a esta
lista ‘Cambio 16’, ‘Triunfo’, ‘Hermano
Lobo’ y ‘Por favor’. Modelos
Fue
la Transición y los ochenta –movida
madrileña incluida– el tiempo
esplendoroso, por la repercusión
que tuvo, del Umbral columnista, ya en
el diario ‘El País’.
Sus columnas publicadas bajo el título ‘Diario
de un snob’, y más tarde ‘Spleen
de Madrid’ –tres libros las
recopilaron–, son imprescindibles
para entender muchas claves de aquel tiempo.
Y sus metáforas y juegos de palabras,
un modelo para aspirantes a columnistas
de éxito.
Así dejó escrita
su entrada y su salida del diario: «Cebrián
me pidió que les hiciese algo distinto
de lo que había en la Prensa y de
lo que hacía yo mismo. Me inventé una
columna dialogada que salía diariamente
y que tuvo mucho éxito […]
Estuve en ‘El País’ bastantes
años y me fui por voluntad propia
e incompatibilidad personal con las nuevas
políticas del periódico […]
Estábamos dejando atrás el
viejo periodismo romántico y eso
no me gustaba del todo». Y de su
llegada a ‘Diario 16’: «Le
pedí trabajo a Pedro J. Ramírez
a través de Manuel Leguineche. Pedro
me dijo: ‘Yo me enamoré de Ágatha
leyendo los artículos que tú le
hacías’ . Y Ágatha: ‘Tú no
eres un fichaje de Pedrojota. Tú eres
un fichaje mío’. Así que
empezábamos bien». Puro Umbral. ‘El
Mundo’ fue su último periódico. |