Débil, pero rotundo

Francisco Umbral concedió a El Norte una de sus últimas entrevistas con motivo del 150 aniversario del periódico

Víctor M. Vela

 

EL Norte de Castilla empezó a ser en seguida el norte de mi vida. En su cabecera gótica aprendí a leer. Luego, cuando veía por la calle a algún periodista de El Norte, me volvía a mirarle hasta que se perdía de vista. Emilio Cerrillo, Angel de Pablos, Félix Antonio González. Todos. Eran señores que fumaban en pipa y escribían en el hermoso periódico regional. Yo quería ser eso.
Pacorris Martín Abril, entre proustiano y alfonsino, fue el primer escritor vestido de escritor que conocí en mi vida. Hasta que entré en El Norte y Miguel me dio la única magistral lección de periodismo que me han dado nunca:
– Mira Paco, hay dos niveles: el periodístico y el literario.

O sea, que yo era insufriblemente pedante y caprichosito. Pero me bastó con eso y a Delibes le debo la clave de cómo escribir en los periódicos. Don Paco Cossío, por las calles de Valladolid, con la chaqueta cruzada, pero suelta, volante, la pipa ferroviaria y la melena blanca, era ya toda la literatura en el Casino. Luego fui muy amigo de él en Madrid y le iba a ver a Chicote, donde escribía por las mañanas (lo cuento en mis memorias), y él me devolvía la visita por la tarde, en el Gijón. Artículos, siempre artículos, que son el solo de violín del periodismo y el soneto en prosa de la literatura. Me lo dijo una vez:
– Mire usted, Umbral, hay que hacer dos artículos diarios: uno para vivir y otro para beber.

Corral Castanedo le ha antologizado recientemente, que es como antologizar El Norte. Qué manadero de prosa, qué sencillez para dar las ideas agudas y las imágenes espléndidas, qué gran maestro. La primera noche que entré en El Norte, con Pastor, Jiménez Lozano, Pérez Pellón y Melero, el olor de papel, letra impresa y tipógrafo dormido me emborrachó para siempre. La resaca de aquello ha sido mi vida.