Los escritores de Castilla y León alaban su prosa

Gustavo Martín Garzo destaca sus hallazgos, Elena Santiago sus metáforas y Colinas, su poesía oculta

Angélica Tanarro

 

GUSTAVO MARTÍN GARZO
«Como Gómez
de la Serna, quería dar algo nuevo para sorprender al lector»

 

ELENA SANTIAGO
«Su vacío requiere la mejor metáfora de luto»

 

ANTONIO COLINAS
«En su obra hay un antes y un después de su libro ‘Mortal
y rosa’»

 

 

Con esa perplejidad que produce siempre la muerte, por mucho que pueda ser esperable. Así reaccionaron en un primer momento los escritores que por ser de Valladolid o de Castilla y León se siente más próximos al escritor desaparecido.

Y es que, como dice Gustavo Martín Garzo, «para cualquier vallisoletano Francisco Umbral era alguien muy cercano, que pasó en esta ciudad un periodo tan importante como la infancia y que transformó en unos libros que para mí son sus mejores novelas. Me refiero a ‘Memorias de un niño de derechas’, ‘el hijo de Greta Garbo’ o ‘Los helechos arborescentes’». Con todo, Garzo destaca sus comienzos como periodista en EL NORTE DE CASTILLA, «en esa época dorada del periodismo español con Miguel Delibes, Jiménez Lozano o Manuel Leguineche. Y luego sus columnas en ‘El País’ con aquel ‘Spleen de Madrid’. En esa primera época fue cuando sus cualidades brillaban de una forma más viva. De hecho, cuando sabías que había un artículo suyo en el periódico, era lo primero que leías».

Fue a su juicio, «uno de lo grandes prosistas del siglo XX español, capaz de conquistar al lector con sus atrevimientos y sus perversidades, que también las tuvo. Él, como Gómez de la Serna, siempre buscaba algo nuevo que ofrecer al lector. Sus artículos eran especiales, únicos y sorprendentes».

«Últimamente, me había distanciado de él, lo había dejado de leer, pero estaba ahí, como alguien que te ha acompañado», concluye el autor de ‘La princesa manca’.

Elena Santiago deja del escritor desaparecido un recuerdo en tono lírico. «Mi asombro es grande ante el lamentable hecho de que alguien como Umbral caiga en el absoluto silencio. Él, habitante de todas las palabras. De metáforas afortunadas. Páginas del mejor lenguaje, en fiebre de creatividad continuada. De vida y muerte» expresa.

Y recuerda: «Habló en una ocasión de mi cuento ‘Las horas quietas’. Hoy, ‘las horas quietas de Umbral’. Su vacío requiere la mejor metáfora de luto. Porque creo que se habrá ido por una metáfora muy personal».

Para Antonio Colinas, Francisco Umbral fue «un poeta oculto, simulado». «Está el Umbral ‘personaje’, pero para mí esencialmente fue un poeta oculto, solapado, y esa poesía se transparentó en un lirismo que también encontramos en sus artículos y en su narración», según informa Europa Press.

El poeta recuerda que para él Umbral tiene mucho que ver con su llegada a Madrid, a mediados de los sesenta. «Lo conocí en la tertulia del ‘Café Gijón’. Umbral se preocupaba mucho por la poesía y por los poetas, vivía de hacer crítica literaria en la revista ‘Poesía española’. Entonces era autor de un solo libro. Ese Umbral, cuya vida y cuya obra podríamos dividir en dos grandes etapas: antes y después de su libro ‘Mortal y rosa’, antes y después de la muerte de su hijo».

Considera Antonio Colinas que Umbral fue un gran escritor, de vocación y de profesión y el resultado fue esa obra copiosa. «Es el Umbral primordial. Luego había otro Umbral, al que leían con admiración y con alarma en sus artículos diarios, el personaje público».