Con
esa perplejidad que produce siempre la
muerte, por mucho que pueda ser esperable.
Así reaccionaron en un primer
momento los escritores que por ser de
Valladolid o de Castilla y León
se siente más próximos
al escritor desaparecido.
Y
es que, como dice Gustavo Martín
Garzo, «para cualquier vallisoletano
Francisco Umbral era alguien muy cercano,
que pasó en esta ciudad un periodo
tan importante como la infancia y que transformó en
unos libros que para mí son sus
mejores novelas. Me refiero a ‘Memorias
de un niño de derechas’, ‘el
hijo de Greta Garbo’ o ‘Los
helechos arborescentes’». Con
todo, Garzo destaca sus comienzos como
periodista en EL NORTE DE CASTILLA, «en
esa época dorada del periodismo
español con Miguel Delibes, Jiménez
Lozano o Manuel Leguineche. Y luego sus
columnas en ‘El País’ con
aquel ‘Spleen de Madrid’. En
esa primera época fue cuando sus
cualidades brillaban de una forma más
viva. De hecho, cuando sabías que
había un artículo suyo en
el periódico, era lo primero que
leías».
Fue
a su juicio, «uno
de lo grandes prosistas del siglo XX español,
capaz de conquistar al lector con sus atrevimientos
y sus perversidades, que también
las tuvo. Él, como Gómez
de la Serna, siempre buscaba algo nuevo
que ofrecer al lector. Sus artículos
eran especiales, únicos y sorprendentes».
«Últimamente, me había
distanciado de él, lo había
dejado de leer, pero estaba ahí,
como alguien que te ha acompañado»,
concluye el autor de ‘La princesa
manca’.
Elena
Santiago deja del escritor desaparecido
un recuerdo en tono lírico. «Mi
asombro es grande ante el lamentable hecho
de que alguien como Umbral caiga en el
absoluto silencio. Él, habitante
de todas las palabras. De metáforas
afortunadas. Páginas del mejor lenguaje,
en fiebre de creatividad continuada. De
vida y muerte» expresa.
Y
recuerda: «Habló en
una ocasión de mi cuento ‘Las
horas quietas’. Hoy, ‘las horas
quietas de Umbral’. Su vacío
requiere la mejor metáfora de luto.
Porque creo que se habrá ido por
una metáfora muy personal».
Para
Antonio Colinas, Francisco Umbral fue «un
poeta oculto, simulado». «Está el
Umbral ‘personaje’, pero para
mí esencialmente fue un poeta oculto,
solapado, y esa poesía se transparentó en
un lirismo que también encontramos
en sus artículos y en su narración»,
según informa Europa Press.
El
poeta recuerda que para él Umbral
tiene mucho que ver con su llegada a Madrid,
a mediados de los sesenta. «Lo conocí en
la tertulia del ‘Café Gijón’.
Umbral se preocupaba mucho por la poesía
y por los poetas, vivía de hacer
crítica literaria en la revista ‘Poesía
española’. Entonces era autor
de un solo libro. Ese Umbral, cuya vida
y cuya obra podríamos dividir en
dos grandes etapas: antes y después
de su libro ‘Mortal y rosa’,
antes y después de la muerte de
su hijo».
Considera
Antonio Colinas que Umbral fue un gran
escritor, de vocación
y de profesión y el resultado fue
esa obra copiosa. «Es el Umbral primordial.
Luego había otro Umbral, al que
leían con admiración y con
alarma en sus artículos diarios,
el personaje público».
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