ESPAÑA

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POLÍTICA ESPAÑOLA

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· El tripartito y la reforma estatutaria catalana protagonizan gran parte de la política española [>>]

· IU, de socio preferente a aliado distante [>>]

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INMIGRACIÓN

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CORRUPCIÓN URBANÍSTICA

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Divorcio total

La brecha abierta entre el PP y el PSOE ha crecido aún más alimentada por las disputas
en torno al proceso de paz y a la política territorial

R. Gorrián/ J. A. Colpisa./Madrid-Valladolid

 

José Luis Rodríguez Zapatero –en el extremo derecho– durante la intervención de Mariano Rajoy en el debate de los Presupuestos del Estado en el Congreso de los Diputados, a mediados de octubre. / jaime garcía

La actividad política del 2006 estuvo protagonizada por el profundo divorcio entre el Gobierno y el principal partido de la oposición que, atizado con el nuevo Estatuto catalán y el proceso de paz en el País Vasco, ha profundizado en la brecha que separa al PSOE y al PP prácticamente desde las elecciones de marzo del 2004 y aumentado una crispación que traspasó las barreras de la política para implantarse en la sociedad española.
El año comenzó con todo tipo de presagios pesimistas sobre el futuro territorial de España de aprobarse la reforma del Estatuto de Cataluña, pero finalizó con los dos principales partidos nacionales acudiendo de la mano a otras reformas estatutarias.

La aprobación del proyecto catalán abrió una sima entre socialistas y populares al punto que el partido opositor ha recurrido el texto ante el Tribunal Constitucional, pero también abrió una agria disputa entre los socios del Gobierno de la Generalitat que fracturó el tripartito y acabó con la carrera política de Pasqual Maragall.

Pocos apostaban por un final feliz hasta que una reunión secreta entre Rodríguez Zapatero y el líder de CiU, Artur Mas, el 20 de enero, allanó obstáculos insalvables. Los nacionalistas se convirtieron así en fieles aliados de los socialistas en la negociación parlamentaria y los republicanos de Esquerra Republicana, al final, se opusieron al texto.

El debate sobre si el texto debía definir a Cataluña como nación sacó a relucir las miserias ideológicas de todas las partes y se acabó zanjando con un equilibrio imposible que no contentó a los dos extremos (ERC y PP) pero sirvió para reconciliar, al menos por un breve espacio de tiempo, a socialistas y nacionalistas.

Pero si a cuento del Estatuto catalán el Partido Popular rescató los fantasmas de la unidad nacional, cuando el presidente del Gobierno comenzó a deshojar la margarita del proceso de paz, los populares encontraron otra oportunidad para lanzarse a degüello al jefe del Ejecutivo, en el que personalizan todas las desgracias del país.

El desenfreno en la crítica ha llevado a dirigentes populares a situar a Rodríguez Zapatero del lado de los terroristas y enfrente de las víctimas, teoría esta última refrendada por los responsables de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), promotores de cuatro manifestaciones contra el proceso.

Este enfrentamiento ha conseguido romper con el llamado consenso constitucional y, sobre todo, con el espíritu de diálogo que aquel propugnaba y que en democracia casi se debe dar por supuesto. La segunda víctima importante del divorcio PP-PSOE fue el Pacto por las libertades y contra el terrorismo, de cuya defenestración ambos contendientes se culpan. Los populares por no ser informados, por negociar con los terroristas a sus espaldas y por pagar un precio político. Los socialistas por utilizar la lucha antiterrorista como arma en el debate político.Otra de las cuestiones más importantes que han afectado a España en el 2006 ha sido la inmigración irregular, y en este punto tampoco ha habido acuerdo.

El aluvión de cayucos y pateras ha sido utilizado por el PP para cuestionar la política de inmigración del Gobierno y a rechazar el pacto de Estado que el Ejecutivo propuso en el mes de septiembre.

La oposición ha recibido con críticas la práctica totalidad de las iniciativas legislativas impulsadas por el Gabinete de Zapatero, quedándose en no pocas ocasiones sola en las votaciones parlamentarias.

Diatribas
La economía, la educación, la sanidad y hasta alguna catástrofe natural han servido de escusa para lanzar contra el Gobierno sus diatribas.

Durante todo el año Acebes y Zaplana han aparecido con asiduidad por poner los calificativos correspondientes a cada acción del Ejecutivo. Rajoy se reservaba para ocasiones especiales.

José Luis Rodríguez Zapatero ha recibido en La Moncloa al líder de la oposición en dos ocasiones, el 28 de marzo y el 22 de diciembre, pero en ninguna de ellas las coincidencias han ido más allá de la mera cortesía protocolaria. La latente demanda social de un consenso entre ambos no ha encontrado aún respuesta.